Perseverar desde la insumisión ante la fatalidad

“También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?”

Lucas 18

El relato de Lucas presenta el evangelio desde el testimonio, el compromiso y la coherencia de las gentes sencillas. Ha sido llamado “El evangelio de los de abajo”. Es el evangelio de los pobres, de los enfermos, de los pecadores, de los que peor lo pasan en la vida. Pero Lucas es, sobre todo, el evangelio de las mujeres, y dentro de ellas destacan las mujeres viudas que vienen a ser el símbolo de la soledad, la vulnerabilidad, el abatimiento y el desamparo.

Esta es la historia de una mujer viuda, sola, marginada, injustamente tratada, probablemente ignorante porque las circunstancias de necesidad imponen muchas esclavitudes; sin embargo, en ella descubrimos una sencillez perseverante y ejemplar reclamando justicia. El ejemplo no necesita ningún altavoz ni ruido mediático, no precisa de ninguna publicidad que le añada megafonía, porque si es genuino brilla con luz propia delante de los demás.

¿Cuáles son los argumentos que justifican esta parábola? La respuesta la da Jesús al principio y al final de la historia:

Lucas. 18:1 - “La necesidad de orar siempre y no desmayar”.

Lucas 18:8 – “… ¿Cuando venga el Hijo del Hombre hallará fe en la tierra?”.

¿Existe un modelo de fe, de perseverancia, de confianza absoluta que podamos imitar mientras el reino de Dios llega, aun viviendo en la noche más oscura? La respuesta es sí, existe: La fe de una mujer, pobre y viuda en que la justicia iba a salir adelante. La convicción absoluta en que un día no muy lejano su persistencia iba a lograr que resplandeciera el derecho, la verdad y la rehabilitación de las víctimas. Nadie en aquel tiempo se hubiera atrevido a situar a una persona con este perfil como modelo y ejemplo de nada, Jesús si, porque ha venido a este mundo a recuperar la dignidad de los últimos, a dar voz a todos los oprimidos y abatidos por la injusticia, el sufrimiento, la discriminación y el pecado.

El clamor de la viuda es el de la pobreza. Clama en la aridez, en la desolación, en la oscuridad más espesa. Y lo hace vez tras vez cuando no experimenta nada, cuando no siente nada¹, aún cuando su persistente y compulsiva súplica no encuentra respuesta inmediata. A pesar de todo, ella sigue allí sin desanimarse, sin ceder al cansancio, capaz de soportar cualquier prueba porque persevera desde la insumisión al abandono, esperando y creyendo que se le concederá su petición.

La historia de la viuda y el juez injusto es como un eco que trasciende tiempo y espacio, invitándonos a dejar que la palabra de Dios nos interprete: ¿Esperamos la venida del Señor, aún en tiempos de angustia, desde una genuina lealtad al reino de Dios? El asunto no se relaciona con la fidelidad del Señor, sino sobre la calidad de nuestra fe. Lo que está en juego no es si él vendrá o no. El vendrá, sin ninguna duda, lo ha prometido, su palabra está en juego. La pregunta es ¿Qué encontrará cuando lo haga? ¿Hallará un pueblo en pleno dinamismo que resiste las presiones de la increencia, la injusticia, la corrupción y las pruebas, desde una fe viva y un espíritu de oración ferviente? La Iglesia tiene la palabra.

Rom. 12:12 – “Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración”.

Notas