¿Cómo estamos viviendo nuestra relación con Dios en tiempos de bonanza? ¿Seguimos activos y dependiendo totalmente de Dios? Porque la tentación de acomodarnos es muy real
La iglesia acomodada ora menos. Es un hecho. Cuando más ora una iglesia, es cuando siente que realmente lo necesita.
La iglesia no debe acomodarse. Acomodarse es estar, como el rey David, en el balcón de tu mansión, mientras el pueblo lucha. Acomodarse es quedarse en casa cuando la iglesia está reunida para luchar, aprender, amar, ayudar y orar.
A Dios le gusta nuestro bienestar, pero no le gusta que el “estado de bienestar” nos aleje de él, nos haga autosuficientes y apague nuestra pasión por él.
Puedo decir, sin temor a equivocarme, que la comodidad ha hecho estragos en la iglesia actual en occidente.
Hace unos años, cuando todo España atravesaba una crisis económica fortísima, la mitad de los miembros de mi iglesia quedaron en paro. Fue un tiempo de oración y de aflicción que hizo que nos uniéramos más en oración. Hubo situaciones económicas muy extremas y la iglesia tuvo que mostrar que somos un cuerpo. Un buen amigo, con un buen puesto de trabajo, comenzó a asistir fielmente a los cultos de oración entre semana y me dijo un día: “Yo tengo una buena situación económica y en mi trabajo todos viven confortablemente a pesar de esta crisis.
El sitio en que soy consciente de la situación tan mala que atraviesa nuestro país es la iglesia y más concretamente los cultos de oración.”
Este hermano oía las plegarias de familias que literalmente no tenían para llegar a fin de mes; que suplicaban por sustento. Y eso le llevó a estar más activo en la iglesia y comprometerse a ayudar más a los necesitados.
Y esta experiencia me hizo reflexionar en nuestro trato con Dios.
¿Cómo estamos viviendo nuestra relación con Dios en tiempos de bonanza? ¿Seguimos activos y dependiendo totalmente de Dios? Porque la tentación de acomodarnos es muy real...
Dejadme que comparta algo que aprendí desde que soy niño:
Una manera de no acomodarse, aunque vivas en un estado de bienestar, es preocuparse por los necesitados, la viuda, el huérfano, el menesteroso, el enfermo, el preso, el perseguido...
Mi padre prefería llevarnos un domingo a Centro Reto (una asociación de ayuda al toxicómano) que ir a nuestra iglesia tranquila y tradicional. Prefería dar dinero a un misionero o un necesitado que consentirnos en todo. Y, para mí, no fue un trauma sino un aprendizaje.
Vivir al lado del necesitado te ayuda a ser más empático, a clamar más a Dios y a experimentar la belleza de amar a otros en una forma muy práctica.
Y cuando nos ponemos al lado del necesitado, cumplimos con la ley de Dios, amamos al prójimo y amamos más al creador; porque somos más conscientes de las bendiciones, de todo lo que tenemos, de todo lo que nos sobra, de lo desagradecidos que somos a veces y de cuánto contentamiento nos falta.
La conclusión de todo lo dicho hasta el momento sería ésta: La comodidad puede perjudicar seriamente la salud espiritual y la necesidad nos lleva a clamar a Dios.
La necesidad nos hace orar más.
Y orar nos hace mejores creyentes.
¿Sabes por qué? Porque quita nuestros ojos de la tierra, las cosas y las pantallas y los enfoca en Dios, quita nuestra mente de nuestros sueños egoístas y la enfoca en Cristo y quita de nuestra agenda nuestros proyectos egoístas y escribe en ella las buenas obras que Dios puso de antemano para que caminemos por ellas.
Que Dios nos de la capacidad de vivir pensando en otros creyentes que sufren, ayudando a los hermanos que tienen necesidad, empleando tiempo en orar por aquellos que están en angustia y clamando por aquellos que todavía no conocen a Cristo. Porque así viviremos cerca de aquel al que más necesitamos: nuestro buen Dios.
No dejes que la necesidad venga para enseñarte que necesitas a Dios.
Aprende a vivir consciente de los necesitados, ayudándoles y clamando a Dios por ellos.
Jesús dejó su cómodo cielo para ayudar a los necesitados. Y, aún hoy, sigue sin acomodarse; ocupado en sus múltiples oficios de salvador, mediador e intercesor.
Iglesia de occidente: ¿Por qué esperar “cómodamente” a que venga la necesidad a recordarnos lo que ya nuestro Señor nos enseñó al venir a este mundo necesitado?
No esperes a estar incómodo para orar.
Sal de tu comodidad, extiende tu mirada hacia la necesidad y, luego, clama a Dios para que actúe según su voluntad.
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