La creencia, propia del politeísmo, en que el mundo material siempre existió, propia del politeísmo, choca contra el argumento cosmológico que afirma que todo tuvo un principio y que nada existió eternamente.
La esencia del politeísmo es la creencia en una diversidad de dioses. Se concibe que tales divinidades podrían haber surgido de la propia naturaleza física (a partir de animales, plantas, montañas, fenómenos naturales, etc.) o bien, de seres humanos singulares que llegaron a convertirse en dioses. Algunas religiones los interpretan como entidades autónomas, mientras que otras creen que se trata de emanaciones de una deidad creadora o principio trascendental. Según el politeísmo, el universo sería eterno y de él habrían salidos todos los seres divinos finitos. En opinión del filósofo inglés, David Hume, se trataría de la primera religión creada por los seres humanos. Ejemplos de politeísmo se encuentran en las antiguas religiones sumeria, egipcia, griega, romana, celta, nórdica, inca, maya, azteca, etc. Aunque también en otras que todavía subsisten en el presente, como la religión tradicional china, el hinduismo, el budismo mahayana, el sintoísmo del Japón, el confucionismo, el taoísmo, la santería, el mormonismo y muchas más religiosidades neopaganas.
A los mormones no les gusta que se les incluya entre los politeístas pero lo cierto es que creen en millones de dioses, aunque sólo adoren a uno principal. Este tipo de politeísmo se denomina henoteísmo. Ellos creen que cada ser humano, si realiza ciertas práctica éticas mormonas, puede llegar a convertirse en un dios más, por lo que la sangre que derramó Cristo ya no les resultaría imprescindible para su salvación. De manera que el panteón de dioses estaría continuamente incrementándose. Como escribe el filólogo y teólogo católico, Manuel Guerra Gómez, en relación al politeísmo y al supuesto origen extraterrestre de Dios en que creen los mormones: “Aunque existen otros muchos universos galácticos y otros tanto dioses supremos, el Dios de nuestro universo es Dios Padre, el cual existía en un sitio lejano. De él descendió al paraíso terrenal, ubicado en Missouri (EE. UU.), para hablar con Adán. El mormonismo cree en la eternidad de la materia.”[1]
Esta creencia en que el mundo material siempre existió, propia del politeísmo, choca contra el argumento cosmológico que afirma que todo tuvo un principio y que nada existió eternamente. No puede haber un número infinito de momentos previos anteriores al tiempo presente. Y, puesto que el pasado no puede considerarse como un infinito real, el tiempo debió tener un comienzo. Tampoco el tiempo pudo originarse a sí mismo sino que debió tener una causa no causada que lo originara.
El deísmo (del latín deus: dios) es la creencia general en la existencia de Dios pero sin la aceptación de ningún credo religioso en particular. El deísta asume que el Creador hizo el mundo y las leyes naturales pero rechaza todos los libros considerados sagrados o revelados. Entiende que a Dios se llegaría exclusivamente mediante el uso de la razón humana y de la observación de la naturaleza, no por medio de la fe en ningún líder religioso o en sus doctrinas. Dios sería un ser sobrenatural, necesario, personal y poderoso que únicamente se habría revelado en la naturaleza. La moralidad se considera como el producto de la conciencia o reflexión de las personas, en vez de atribuirla a ninguna revelación sobrenatural. El Creador se limitaría a observar su creación pero sin intervenir en ella. Sería como una especie de Dios ocioso (deus otiosus) que no realizaría ningún milagro, a parte del acto creador original.
No hay ninguna religión que sea propiamente deísta, aunque dentro del hinduismo y el budismo pueda haber determinadas posturas afines. El deísmo es más bien un sistema de creencias sostenido por individuos concretos. Algunos deístas famosos fueron: Voltaire, Immanuel Kant, Jean-Jacques Rousseau, Benjamín Franklin, Thomas Jefferson, George Washington, Thomas Edison, Thomas Hobbes y Paul Dirac, entre otros muchos.
La negación de los milagros o intervenciones divinas en el mundo es el principal problema del deísmo, así como su falta de compromiso con el ser humano. Esto entra en conflicto con el Dios providente de la Biblia que sostiene continuamente su creación y es capaz de relacionarse con la criatura humana para restaurarla y salvarla.
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