La justicia y la misericordia hacen preguntas diferentes. Un artículo de Paul Campbell.
“¿Qué es lo que te pone furioso?” En los últimos años he hecho esta pregunta a cientos de cristianos interesados en luchar contra la injusticia. La respuesta, normalmente, son miradas confusas, miradas en blanco o que “los cristianos no deberían enojarse”. Sin embargo, si se supone que los cristianos deben seguir el ejemplo de Jesús, entonces hay momentos en los que deberían enojarse. Si eres cristiano, debes enojarte por la injusticia.
Unos días antes de que Jesús fuera crucificado (y linchado) se nos dice que entró en el Templo de Jerusalén y tumbó las mesas, lo que contradice la imagen habitual del Jesús tranquilo, pacífico y sometido que tantos cristianos siguen hoy en día. La Biblia está llena de referencias a la ira, y casi siempre está conectada a la injusticia. Desde los profetas, hasta Jesús y sus discípulos, y Dios mismo a lo largo de la Biblia, enojarse por la injusticia es una parte importante de la narrativa bíblica.
Mi esposa Tamar y yo elegimos los nombres de nuestros hijos Micah (Miqueas) y Amós por los profetas de la Biblia. A pesar de que están entre los llamados “profetas menores”, sus mensajes tienen una gran conexión con la realidad de hoy en día. En Miqueas 6:8 se nos dice “haz justicia, ama la misericordia y camina humildemente con el Señor tu Dios”. En mi experiencia como organizador de comunidades en PACT, he notado que las iglesias son muy buenas en seguir la misericordia y la fidelidad. La mayoría tienen reuniones de adoración una vez a la semana, además de estudios bíblicos, programas de oración, coros y toda una letanía de otros ministerios para ayudar a la gente a “caminar humildemente con Dios”. La mayoría de las iglesias también practican la misericordia con, por ejemplo, programas de tutoría para escuelas locales, reparto de alimentos o de ropa u otros servicios para atender las necesidades de la comunidad.
Todas estas son grandes obras, pero ninguna de ellas aborda el primer requisito: “hacer justicia”. La justicia trata de arreglar y cambiar sistemas, la misericordia trata de ayudar a la gente a navegar dentro de esos sistemas. La justicia y la misericordia hacen preguntas diferentes. La parábola bíblica del Buen Samaritano puede ayudar a entenderlo.
En la historia, un hombre pasa por un camino peligroso donde a menudo se producen robos y asesinatos. No sorprende que el hombre sea asaltado y robado, pero entonces el “buen samaritano” lo encuentra y lo ayuda. Desde la perspectiva de la misericordia, nos preguntamos: “¿cómo podemos ayudar a este hombre?” Desde la perspectiva de la justicia nos preguntamos: “En primer lugar, ¿por qué existe ese camino lleno de personas de mal?”.
Luchar por la justicia requiere que nos hagamos preguntas. Muchos en mi país, Estados Unidos, se han estado haciendo preguntas como “¿por qué un país que dice ser tierra de libertad encierra a más gente que cualquier otro país del mundo?” “¿Por qué la gente de color constituye un porcentaje tan grande de la población encarcelada?” “¿O por qué son asesinados o maltratados por la policía en mucha mayor proporción que los blancos?” La respuesta a estas preguntas es parte de la razón por la cual estamos viendo una nación tan enojada. Una nación que aún tiene por demostrar que la vida de sus ciudadanos negros realmente importa.
He tenido la experiencia de trabajar con iglesias que están “a favor de la justicia” pero que están demasiado asustadas para demostrarlo. Muchas iglesias y cristianos se apresuran a decir que todos fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, pero no hacen nada para que eso sea una realidad en sus comunidades. Estas iglesias no se enojan por la injusticia, pero sí lo hacen porque la membresía disminuye o porque sienten la falta de respeto o influencia de la iglesia por parte de la sociedad.
Muchas de estas iglesias en EEUU consideran a Martin Luther King como su guía y ejemplo para la justicia. Muchos incluso citan la carta de King desde la cárcel de Birmingham y dicen que nunca serán los moderados que trataron de frenar el progreso. Irónicamente, pierden su oportunidad de demostrarlo cuando se esconden ante la injusticia y se convierten en esos “clubes sociales irrelevantes” que le prometieron a King que nunca llegarían a ser.
A los que somos cristianos, se nos dice que somos como parte de un cuerpo y que cuando un miembro sufre todos sufrimos. Aún no hemos comprendido que injusticias como la cuestión racial es mala para todos nosotros. Como un cuerpo, debemos luchar por lo que afecta a las demás partes del cuerpo. Lo que afecta a uno, afecta al conjunto. El dolor y la ira que se siente debe ser compartido por todos.
La pregunta no es solo “¿qué es lo que te pone furioso?”, sino también: “¿qué es lo que pone a tu hermano furioso?”. La pregunta no es solamente “¿qué voy a hacer con esa ira?”, sino también: “¿qué vamos a hacer juntos?”
Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿por eso no será del cuerpo? 1ª Corintios 12:15
Paul Campbell trabaja para una organización llamada PACT (Personas Actuando Juntos por la Comunidad, por sus siglas en inglés) como coordinador de comunidad. También ha trabajado como pastor y tiene una maestría en Teología por la Universidad de Duke.
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