¿De qué tenemos que arrepentirnos?

El concepto de arrepentimiento es una idea desterrada de nuestro lenguaje cotidiano. Aquí, por lo general, casi nadie se arrepiente de nada. La expresión popular “yo no tengo de qué arrepentirme” es la clara demostración de la exaltación de nuestro orgullo. La sensación de tener que arrepentirnos de algo puede revelar remordimiento, mala conciencia o sentimientos de culpa por alguna mala acción cometida, o incluso por alguna omisión malintencionada. Por otra parte, hay personas que se arrepienten de haber tomado malas decisiones en la vida o un camino equivocado que, en los peores casos, ha podido tener consecuencias funestas. Sin embargo, también existe otra mucha gente que, ante ciertos despropósitos en su vida, se refugia en la resignación, tratando de ahogar las penas de su alma por los errores cometidos.

La generación Z es la generación zombi que está siendo envenenada por legiones de influencias infernales que anestesian la conciencia de millones de almas que deambulan por nuestras ciudades como muertos en vida: ni ven, ni sienten, ni tampoco perciben el sonido del cielo fácilmente. Están cautivados por el poder engañoso de la mentira y se han vuelto insensibles a la verdad de Dios que transforma vidas.

El milagro de la ciudad de Nínive fue la inesperada respuesta de un pueblo y unas gentes altamente soberbias y crueles con los países de su entorno. El libro de Jonás nos describe una historia realmente sorprendente, protagonizada por un profeta indolente que, de forma tardía, fue a proclamar el aviso de Dios sobre un juicio inminente a la capital del imperio asirio. No obstante, lo maravilloso de este relato no es la providencial supervivencia de Jonás, sino la crisis de conciencia que se produjo inmediatamente en los ciento veinte mil ciudadanos de aquella bella ciudad de Nínive que se había corrompido hasta el extremo.

Esta historia nos demuestra claramente que un despertar global, como fue el caso en cuestión, no se produce necesariamente por la intervención humana, sino por una operación soberana de la gracia de Dios que mueve y conmueve los corazones de gente tan descreída y pagana hacia un arrepentimiento nacional por una fuerte convicción de sus pecados que, a primera vista, era impensable.

Estoy convencido, por una intuición profética, que los países del sur de Europa, en primera instancia, serán visitados poderosamente por un mover de Dios sin precedentes en esta nueva década y que este despertar se convertirá en un reguero de pólvora para todo el continente. Todo esto se producirá en medio de grandes convulsiones sociales y políticas mundiales que harán zozobrar las democracias occidentales muy especialmente, produciéndose grandes cambios de paradigmas sociales y morales como ya estamos viendo en muchos de nuestros países.

Nuestro mensaje universal comisionado por Cristo, es el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, pero al estilo de Jesús, de manera persuasiva y urgente, dejando obrar soberanamente al Espíritu Santo en las conciencias, sin tratar de suplantarle.

David también es otro referente para los creyentes y este nos lleva a darnos cuenta de nuestras propias maldades y orgullo que nos hacen ser tan autoindulgentes con nuestras propias miserias y mentiras. Hemos de arrepentirnos de nuestro adulterio espiritual, de nuestra apatía y pereza y expulsar de nosotros a multitud de dioses ajenos que ocupan los lugares altos de nuestras vidas, en muchos casos.

Esta no es una reflexión patética, es una realidad que debemos de afrontar cuanto antes todos y, muy particularmente, los dirigentes del pueblo de Dios; sin dramatismos, pero con una clara determinación y humildad, porque ha llegado la hora del arrepentimiento sin excusas.

(Lucas 24:47 / Salmos 32 y 51 / 2ª Crónicas 7:14 / Joel 2:15-18).