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Sobre la justicia de la guerra: Ginés de Sepúlveda

La época de Juan Ginés de Sepúlveda está llena de conflictos y también se van percibiendo aires de reforma.

MUY PERSONAL AUTOR 8/Jacqueline_Alencar 26 DE JULIO DE 2020 07:20 h
Portada de los libros de Ginés de Sepúlveda y Fco. de Vitoria. / Jacqueline Alencar

Nuevamente el poeta, ensayista, filósofo y traductor Luis Frayle Delgado nos presenta una nueva traducción del latín al español, permitiéndonos acercarnos a una obra de Juan Ginés de Sepúlveda (Pozoblanco 1490 o 1491-1573), ‘Demócrates Segundo’ (Trilce Ediciones, Salamanca 2020), personaje a través del cual habla Sepúlveda.



Esta obra nos pone delante, otra vez, el tema de la guerra y de la paz al que Frayle nos tiene acostumbrados a través de sus traducciones.



Si bien en este caso la postura de Sepúlveda en este tema quizá a algunos no nos atrae, considerando que, evidentemente, no es que abogue por la paz, se nos torna interesante profundizar una vez más en aquella época convulsa, llena de conflictos y desavenencias, donde también se van percibiendo aires de reforma.



Es así que nos encontramos también en esa confrontación entre los belicistas y pacifistas como Erasmo, Lutero, Vitoria, Tomás Moro, Vives, quienes defenderán aquella ‘philosophia Christi’; recordemos las obras que hemos mencionado en otras ocasiones como “Querela pacis” (Lamento de la paz) y “Dulce Bellum inexpertis” (Dulce la guerra para los que no la conocen), de Erasmo, o “La Pacificación” y “Concordia y discordia del género humano” (en preparación) de Vives.



La obra que hoy tratamos, reflejará los conflictos suscitados con el descubrimiento de América, tal como nos lo detalla Frayle en su interesante introducción, donde nos encontraremos con grandes defensores de los derechos de los indios, y, por otro lado, a los que legitiman la guerra contra los pobladores de las tierras conquistadas.



El traductor nos ofrece los nombres de cuatro personajes relevantes en esa postura pacifista que debería guiar las acciones a desarrollarse en las nuevas tierras. Antonio de Montesinos, fraile de la orden dominicana (convento de S. Esteban en Salamanca) que partió a las Indias en la primera expedición.



Irá como misionero, pero será de los que entren en conflicto con las autoridades al denunciar el trato cruel con la población indígena.



Sus postulados impactarán a otro personaje como Bartolomé de las Casas, nacido en Sevilla en 1484, que forma parte de la expedición que en 1502 viaja a las nuevas tierras y ejerce de doctrinero de los nativos, luchando además como soldado.



Más tarde es ordenado sacerdote en Roma y regresa a las Indias para ejercer su ministerio al mismo tiempo que van creciendo sus posesiones. Pero he ahí que también se conmueve ante las barbaridades perpetradas en las nuevas tierras y cambia su postura, sobre todo al escuchar lo que proclamaba Fray Antonio de Montesinos, siguiéndole también en la tarea de denunciar los hechos ante el rey Fernando, y a pergeñar estrategias que pudieran mejorar los modelos de colonización.



Como es de esperar, no consigue cambiar la situación, y los desengaños lo llevan a prepararse en Leyes y Teología y a dejar plasmada la historia de la que él forma parte. De ahí surge su gran obra “Historia de las Indias” (1527), obra que continuará cuando regresa a Sevilla en 1552.



Alternativamente con la evangelización intentará la explotación de tierras a través de nuevos métodos, considerando a los nativos del lugar y rechazando el abuso contra los esclavos, es decir, estaba en contra del sistema de los encomenderos.



Destaca su ahínco en esta defensa de los más vulnerables, pues ya en la Península desarrollará sus teorías contra la esclavitud, es más, presentará ante el Consejo de Indias, en Valladolid, su ‘Breve relación de la destrucción de las Indias’.



Muestra de su escasa decantación por el poder y las riquezas es su rechazo a ocupar el cargo de obispo en Cuzco, importante sede en la época, prefiriendo quedarse en Chiapas.



Finalmente, al regresar a España se encontrará con el personaje de esta obra en cuestión: Juan Ginés de Sepúlveda, quien defiende ardientemente la guerra contra los nativos de América y su sometimiento a los conquistadores.



A través de su influencia, Las Casas logrará vetar su obra “Demócrates Segundo”. Por su parte Sepúlveda denuncia a Las Casas ante la temida Inquisición por poner en duda el derecho de la conquista por parte de los reyes.



Las Casas responderá con su escritura, mejor que cualquier arma, para replicar que, si bien los reyes tienen derecho a los territorios conquistados, según bula de Alejandro VI, a esto habría que añadir el compromiso de tener que evangelizar y garantizar el bienestar de los indios.



La contundencia de esta confrontación entre estos dos personajes los lleva hasta el mencionado Consejo de Indias, en Valladolid.



Por último, citamos al cuarto implicado en esta controversia, el dominico, maestro del Estudio salmantino, Francisco de Vitoria (1483-1546). El maestro Vitoria intervendrá en este asunto desde la teología, ya que él no creía que el problema se solucionaría desde juntas o consejos de partes, pues por experiencia sabía que podían tener interés en tomar partido por una u otra parte.



El asunto había salido a la luz a raíz de las denuncias de Montesinos ante el rey Fernando, y Vitoria estaba informado de aquellas juntas de Burgos y Valladolid de 1512 y 1513, respectivamente, a pesar de que cuando tienen lugar se encontraba estudiando en París.



Y como señala Frayle, también estaría informado acerca de las actividades de Bartolomé de las Casas en similar sentido, ya que las noticias llegaban hasta el convento de Salamanca, donde Vitoria reside después de volver de París.



Desde 1526 ocupará la cátedra de Prima de Teología del Estudio salmantino, tal como hemos comentado en anteriores reseñas sobre las traducciones realizadas por Frayle Delgado en torno a diversas relecciones del Maestro.



Sin duda Vitoria estará de parte de las teorías de Bartolomé de las Casas, aunque dice Frayle que más bien es este, Las casas, quien adopta lo mejor de la doctrina de Vitoria, ya que en dos de sus relecciones había tomado partido por la defensa de los indios: “Sobre los indios recientemente descubiertos” y “Relección segunda sobre los indios o sobre el derecho de la guerra” (Ed. Tecnos, primera edición, 1998); y antes de estas dos está la relección “Sobre el poder civil” (Ed. Tecnos, segunda edición, 2007), que viene a sustentar jurídicamente las dos anteriores.



Dentro de este contexto, está la posición de Ginés de Sepúlveda, de total adhesión a los defensores del derecho de conquista y de guerra de los Reyes de España contra los pobladores de las tierras conquistadas.



Esta postura de Sepúlveda está expresada, en su mayor parte, en la obra que mencionamos ahora: “Demócrates Segundo”, que va acompañado de un subtítulo que dice: sive de iustis belli causis suscepti contra indos - de las causas justas de la guerra emprendida contra los indios.



En la misma, señala Frayle, el autor legitima los títulos que Vitoria había considerado ilegítimos en las relecciones mencionadas.



Gracias a esta traducción, Frayle nos recuerda que Sepúlveda, escritor y polemista, lo tenemos que encuadrar más entre los humanistas italianos, ya que a pesar de graduarse en Artes (Filosofía) y Teología en Alcalá de Henares, de ahí recala en Bolonia, donde pasa a doctorarse en Artes y Teología en el Colegio de San Clemente de los Españoles.



Lleva a cabo la traducción de la obra de Aristóteles, sirve en la corte pontificia en Roma, y también presta sus servicios al teólogo Cayetano, entre otros muchos cargos. En Bolonia escribe su ‘Demócrates primero’ (1535), con subtítulo: sive de convenientia militiae cum cristiana religione (sobre la compatibilidad de la milicia con la religión cristiana).



Nos comenta el traductor que este primer Demócrates, preludio de este que mencionamos hoy, trata de un diálogo entre Demócrates y un viejo soldado español, que intercambian pareceres sobre la posibilidad de ser soldado y cristiano al mismo tiempo.



Esta primera obra la dedica al Duque de Alba. Nombrado cronista oficial por el Emperador, pasa a residir en Valladolid, y alternará esta localidad con su lugar de origen, Pozoblanco.



Polemista en los temas de la paz y la guerra, también lo fue en otros temas de gran actualidad como la Reforma protestante y el erasmismo. Dice Frayle que contra Lutero Sepúlveda escribe ‘De fato et libero arbitrio’ (Sobre el destino y el libre albedrío), y, además, escribirá un libelo contra Erasmo, “en defensa de su protector Alberto Pío”, a quien Erasmo había atacado.



Como señalábamos anteriormente, el contenido de la obra “Demócrates segundo” solo se había conocido a través de la “Apología” que publicó en Roma en 1550, donde da algunas muestras de las tesis que defiende, y también por las menciones que de ella hace Las Casas.



Dicha obra no había sido publicada por “la veneración y respeto a la doctrina de Las Casas y de los demás teólogos de la orden dominicana, lo cual impidió que se publicara con el resto de su obra por la Academia de Historia en 1780.



Será Menéndez y Pelayo quien la publique en latín con su versión al castellano, para los que no la puedan leer en el original y se escuche la voz de Sepúlveda, de quien dice Menéndez y Pelayo que es “tan inofensivo y egregio humanista”.



Y que “se defienda con su propia y gallarda elocuencia contra el intransigente escolasticismo de su adversario”. Se refiere a la polémica respecto al Derecho de gentes.



Dice Frayle que, frente a la visión de la Teología cristiana y tomista, Sepúlveda iba a aportar una cruda versión de la teoría clásica fundada en la ‘Política’ de Aristóteles, en el ambiente de los ‘helenistas y alejandrinistas’ italianos, donde se desarrollaba su pensamiento, erigiéndose en defensa de la esclavitud…”.



Además, dice Frayle que se atiene a la realidad de la conquista de América y a los hechos consumados, ya que depende totalmente del Emperador con gran sumisión.



La obra, que es un diálogo entre dos personajes: Leopoldo y Demócrates, este último alter ego de Sepúlveda, es relevante, pues nos acerca al pensamiento ético y jurídico en la época de la conquista de América; la misma, que está dedicada a Luis de Mendoza, Conde de Tendilla y Marqués de Mondéjar, lleva un prefacio donde el autor plantea el asunto de si los reyes de España y los conquistadores han sometido a los indios de ultramar con una guerra justa y si, una vez sometidos, los han tratado con justicia; dice que su intención es participar en la polémica suscitada por esta causa y también porque quiere ayudar a resolver el problema.



Podemos leer en este prefacio afirmaciones como: “Pero como yo en otro diálogo titulado ‘Demócrates primero’, ya antes editado para convencer a los herejes que condenan toda guerra como prohibida por la ley divina, he dicho algunas cosas referentes a esta cuestión poniéndolas en boca de aquellos personajes que presenté disputando en Roma, he pensado que no estaría mal que los presentara ahora disputando de estas cosas aquí entre nosotros, en los jardines de la casa que tengo a las orillas del Pisuerga, y que ellos, necesariamente repitiendo su argumentación, pusieran fin a la controversia entablada sobre la equidad y rectitud de la guerra”.



En la primera parte de la obra, Sepúlveda recupera algo de aquel primer ‘Demócrates I’, pues el personaje de Leopoldo requiere de un resumen del mismo donde insiste que nunca o casi nunca hay un motivo para iniciar una guerra.



Demócrates, por su parte, defiende lo planteado en aquel primer diálogo, afirmando la compatibilidad de la milicia con el ser cristiano, recordándole a su compañero el estar contaminado de pacifismo dada su estancia en Alemania, sin duda, dice Frayle, aludiendo a Erasmo y a los demás humanistas europeos.



Posteriormente será Sepúlveda el que hable a través del personaje Demócrates, iniciando su alegato en favor de la guerra, utilizando las Escrituras, siempre interpretadas de modo que avalen sus tesis.



Dentro del Estudio preliminar, Frayle nos ilustra con un apartado donde hace referencia a la doctrina del teólogo y jurista Francisco de Vitoria, además de Montesinos y Las Casas, con sus posturas pacifistas, y sobre todo prácticas en cuanto a la defensa de los indios, pues, como recalca Frayle, se hace necesario acudir a la doctrina de Vitoria para mejor conocer la doctrina sobre la guerra justa.



Así, se podrá tener una visión más amplia, que no sería posible si solo se considerara la postura de Sepúlveda y de los demás defensores de la ‘guerra de conquista en ultramar’.



Justo cuando Sepúlveda defendía las tesis a favor de la actuación de los Reyes y encomenderos en el Nuevo Mundo, Vitoria se situaba desde su teoría teológico-jurídica en el centro de la polémica entre los belicistas, que defendían todos los motivos o justificaciones que se señalaban en las cortes, escuelas u organizaciones creadas a raíz de la Conquista, y los pacifistas.



Como ya conocemos, entre los pacifistas estaban los humanistas europeos, y a la cabeza dice Frayle que iban Lutero y Erasmo. Además, señala que en lo que se refiere a tener una idea clara acerca de las tesis defendidas sobre el derecho de la guerra en general, y en particular de la guerra de la Conquista, llevadas a cabo por los españoles en las tierras que habían sido descubiertas, las obras de Vitoria y Sepúlveda vienen a ser complementarias entre sí.



Sepúlveda será el portador de las tesis cortesanas y de defensa de los derechos del Papa y de los Reyes para hacer la guerra y ampliar su dominio sobre los pobladores del Nuevo Mundo. Una de las tesis de este grupo era acerca del derecho que les confería el hecho basado en el Derecho natural, es decir, en la condición de inferioridad y situación de esclavitud de los nativos del lugar.



A esto agregaban la infidelidad de estos si no aceptaban el cristianismo, hecho que daba autoridad al Papa para someterlos y, por ende, a los Reyes; y, además, estaban los ‘pecados nefandos’ que según ellos cometían los paganos.



Frayle también hace un parangón entre la doctrina de Francisco de Vitoria con las tesis de Sepúlveda. Para ello hará referencia a las dos relecciones del Maestro salmantino, que ya hemos mencionado: “Sobre los indios” (1538 o 1539) y “Sobre el derecho a la guerra” (1539), sin olvidar una anterior relección, “Sobre el poder civil”, que es la que sienta las bases del derecho civil para las tesis sobre los indios; en estas dos relecciones también está considerado el pensamiento de Montesinos y Las Casas.



En la primera considera que los pobladores del Nuevo Mundo eran dueños y señores públicos y privados. En la segunda señala los títulos que respaldan la conquista de los territorios de ultramar y justifican la guerra contra sus pobladores.



Establecerá los títulos que considera legítimos, así como los ilegítimos. Sin conocer las teorías de Sepúlveda, Vitoria está refutándolas. Porque según Frayle, ninguno de los dos conoce las afirmaciones de su oponente. No hay información acerca de que Sepúlveda conociera las relecciones de Vitoria, o que lo mencionara en sus escritos.



El lector puede profundizar sobre todo ello abriendo las páginas de esta versión de Luis Frayle. No será en vano porque se adentrará en nuestra historia, en una época que forma parte del presente.



Interesante reflexión de Luis Frayle Delgado que nos ofrece como preámbulo antes de la lectura de este “Demócrates Segundo”, permitiéndonos tener los instrumentos que nos pueden ayudar a tener una visión “de la justicia o injusticia de la guerra en todos los ámbitos, ya que se toma en consideración el derecho de gentes muy en boga en esos momentos, en los que entre los cristianos de Europa se guerreaba reino contra reino, y estos contra los turcos que amenazaban con invadir la región.



Como señala el traductor, podemos hablar de derecho de la guerra, pues así lo denominaba Vitoria, derecho que es precursor del moderno Derecho Internacional, que ha evolucionado para materializarse en distintas formas como los Derechos Humanos, u otros tratados y acuerdos similares, como fruto de esos grandes cambios que se dieron en el siglo XVI, al volver a revisar los originales de la Palabra verdadera.



No hay duda de que estos temas son de gran actualidad. Somos conscientes de los conflictos locales, regionales o mundiales que se han dado y siguen vigentes. Conflictos que destrozan países, vidas, avances, proyectos.



Aún hablamos de esclavitud, sin grandes diferencias con aquella del siglo XVI, que muchos apoyaban y aun apoyan, pues los intereses son los mismos, igual que los seres humanos. También nos encontraremos con el fenómeno de las migraciones y otros temas que son una constante en la vida de los hombres de todos los tiempos.



Quizá convendría decantarse por el diálogo, la concordia, la búsqueda de la paz y la justicia. Y, por qué no, tomarnos en serio esa prudencia y humanidad, esa misericordia evangélica de la que echó mano el Maestro Vitoria, con sus luces y sus sombras, a la hora de tratar estos temas, tanto desde la teoría como de la práctica.



Quizá nos evitaríamos dar muestras de injusticias, intolerancia, inhumanidad o xenofobia.



(Comentario publicado en Salamanca Rtv Al Día)


 

 


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