Pongamos de moda la oración: esto no es nada religioso, es algo imperioso.
¿Por qué no nos gusta orar o por qué nos cuesta tanto orar regularmente? ¿Por qué las iglesias hablan tanto de la importancia de la oración, pero apenas oran?
No es difícil descubrir por qué oramos tan poco. Veamos algunas de las causas más comunes de la falta de oración en nuestras vidas:
1) Perdemos mucho tiempo en los entretenimientos humanos.
2) Por la pereza espiritual.
3) Porque tenemos poco desarrollado el hábito de orar a Dios regularmente.
4) Por nuestros estados de ánimo variables.
5) Muchas veces, también pensamos que la oración tiene pocos resultados y esto, en el fondo, es falta de fe.
6) Porque en realidad desconocemos el poder y el valor profundo de la oración.
7) Otro autoengaño es que hablamos de orar y pensamos mucho en la oración, pero no oramos casi nada.
8) Y además, hay muchos que se aburren orando y acaban hablando consigo mismos.
Hemos de reconocer que el discipulado cristiano acerca de la vida de oración es pobre y deficiente. Hay dos cuestiones en crisis en nuestra formación espiritual: En primer lugar, la falta de instrucción acerca de la meditación serena y reposada de la Palabra y el estudio profundo y sistemático de las Escrituras. Y en segundo lugar, es que la vida de oración, como una práctica continua, no se aprende ni se practica del todo bien en las comunidades cristianas en general.
Aparecen en la Biblia cientos de oraciones y de alusiones a esta práctica. No orar regularmente es como oír (saber) que alguien importante te está hablando continuamente y tú o yo no le respondemos. Imagínate cómo se debe sentir Dios el Padre por ello.
¿Qué quiere enseñarnos el apóstol Pablo cuando nos habla de “orar sin cesar”? Se trata de orar a Dios continuamente, pero ¿cómo se hace eso? ¿Qué forma o formas de orar son esas?
¿Cuáles podrían ser las diversas maneras de orar sin cesar?:
1) En el mejor de los casos, orar regularmente en nuestro lugar íntimo.
2) Realizar caminatas o paseos de oración.
3) Orar trabajando o durante nuestros quehaceres.
4) Además podemos orar creativamente, escribiendo oraciones (cartas a Dios).
5) Orar en grupo.
6) Orar por la calle, en el coche, en el metro o en el bus.
7) También podemos orar con el pensamiento, mientras estamos en ciertos lugares.
El asunto es orar sin cesar, orar continuamente. Aprovechemos cualquier momento o circunstancia para orar unos por otros, orar juntos de común acuerdo. Orar para adorar, orar para confesar, orar por personas, por situaciones diversas, por proyectos del Reino de Dios entre nosotros. Orar por nuestro país y por la conversión de nuestros conciudadanos. También orar con la misma Palabra de Dios textualmente para ejercitar nuestro espíritu.
Volvamos todos a la práctica de la oración por cualquier cuestión que se nos presente. Pongamos de moda la oración, esto no es nada religioso, es algo imperioso. Orar nos conecta con Dios y con ello demostramos nuestra necesaria dependencia del Señor.
¿Cómo podemos invertir esta tendencia de orar tan poco como oramos, o prácticamente nada en muchos casos, si somos sinceros con nosotros mismos?
1) Es probable que tengamos que revisar y reorganizar nuestros quehaceres y el día a día. La oración tiene que tener prioridad en nuestra agenda personal.
2) Hemos de plantearnos muy seriamente la importancia de hablar con nuestro Dios diariamente, sin falta, y aprender a escucharle por su Palabra.
3) Quizás tengamos que dejar de prestar atención a algunas cosas que nos hacen malgastar el tiempo y atrevernos a orar entre 15 y 30 minutos cada día y, si es posible, por lo menos una hora diaria. O nos tomamos en serio nuestra relación personal con Dios en el tema de la oración, o agotaremos nuestras baterías espirituales.
4) Otra idea es poder buscarnos, algún día a la semana, un compañero/a de oración para animarnos mutuamente: “…Si dos de vosotros os pusiereis de acuerdo en la tierra, acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos.” (Mateo 18:19).
Esto no es un concurso para saber quién ora más tiempo que otro; se trata de orar diariamente por todo lo que el Señor te muestre y captar los deseos del corazón de Dios. Esta práctica implantará en nosotros el santo hábito de orar sin cesar.
Mientras más oras en favor de otros, menos tendrás que orar por tus problemas porque el mismo Señor se hará cargo de ellos.
Finalmente la consigna divina para este tiempo es Perseveremos en la oración velando en ella con acción de gracias (Colosenses 4:2).
SANTIAGO 4:3 / 1ª SAMUEL 12:23 / 1ª TESALONICENSES 5:17/ FILIPENSES 4: 6
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