Cuando el carbón es sometido a presiones muy altas durante un tiempo bastante largo, de millones de años, surgen los diamantes.
“Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. La gente que cultiva sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad. Me gusta la gente con capacidad para asumir las consecuencias de sus acciones, la gente que arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño… Dejando las soluciones en manos de nuestro padre Dios.
Me gusta la gente que es justa con su gente y consigo misma, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, agradecido de estar vivo, de poder regalar sonrisas, de ofrecer sus manos y ayudar generosamente sin esperar nada a cambio... Me gusta… La gente que tiene tacto… A estos los llamo mis amigos…… Me gusta la gente fiel y persistente, que no desfallece…. Con gente como ésa, me comprometo para lo que sea por el resto de mi vida, ya que por tenerlos junto a mí, me doy por bien retribuido.”
La gente que me gusta, Mario Benedetti
Me encanta la escritura de Benedetti, y este fragmento que os he dejado de “La gente que me gusta”, me parece delicioso.
Estoy segura que a todos nos gustaría poder lucir como el más bello de los diamantes, ¿no es cierto?… pero son demasiadas las veces que nos olvidamos de como se forma un diamante y de donde procede, ¡vamos a recordarlo juntos!
El diamante es un mineral muy peculiar y especial, bello, poseedor de consistencia y brillo únicos, capaz de llegar a valores de mercado altísimos; es el material más duro existente en la naturaleza, solo pudiendo ser rallado por otro diamante. La palabra “diamante” proviene del griego adamantos, que significa “indomable”, “invencible”.
El carbón es una de las especies de roca más frágiles que existen, de color opaco y abundante; es un material absolutamente común, trivial y con poco valor de mercado.
No obstante, desde el punto de vista físico-químico, carbón y diamante son prácticamente idénticos; ambos son minerales formados casi que exclusivamente por átomos de carbono. La diferencia está apenas en el modo de conexión de esos átomos. La estructura del carbón (o grafito – carbón calcinado) es desalineada y desorganizada, mientras que la del diamante es alineada y simétrica.
Cuando el carbón es sometido a presiones muy altas durante un tiempo bastante largo, de millones de años, surgen los diamantes. En la época en que la Tierra se estaba enfriando, algunas camadas de roca líquidas de carbón quedaron sometidas a presiones y temperaturas descomunales, obligando a sus desorganizados átomos de carbono a alinearse en la forma cristalizada de los diamantes.
Esa curiosa situación de carbón y diamante, tan iguales y al mismo tiempo tan diferentes, nos lleva a preciosas lecciones espirituales.
Es tremenda la razón básica, independientemente del resto… la brutal presión ejercida sobre el carbón durante cientos de años, imprescindible para que algo de tan poco valor, tan poca apariencia y que mancha tanto, se pueda llegar a transformar en el diamante más hermoso del mundo.
La vida del creyente es preciosa, pero no está exenta de problemas; es más, casi podría afirmar con toda rotundidad, que cuanto más intentamos vivir cerca del Señor y asemejarnos mucho a Él, más problemas vamos a enfrentar.
El enemigo es muy sutil y no le importa demasiado aquel creyente tibio, que pasa un tanto de todo, que vive bastante apartado de Dios; a ese ya lo tiene bien agarrado, ni se molesta en hacerle sufrir; pero a aquel que día a día da lo mejor a su Maestro y le sirve a través del servicio a los demás, a ese lo va a molestar muy a menudo.
Siempre me ha encantado la preciosa frase de Spurgeon…
“Cercanía a Dios trae parecido a Dios. Cuanto más veas a Dios, más de Dios será visto en ti.”
Cuando Moisés bajó del Sinaí de haber estado con Dios, él no era ni consciente; pero su rostro resplandecía de tal modo, que cegaba los ojos de los que lo miraban y tenía que taparse con un velo; tan simple y a la vez tan grandioso, como haber estado ante la presencia de Dios durante tiempo, y que Dios dejara que su propia Gloria se reflejara en el rostro de Moisés.
Hay dos cosas que nos pueden llegar a hacer como un diamante, la cercanía a Dios, y el soportar la presión de las pruebas más duras con fidelidad a nuestro Dios.
¡Transforma en diamante, por favor!
Me duele la presión mi Padre santo,
y cuando duele tanto me aprieta el corazón;
acércate e ilumina mi rostro con tu Gloria,
¡transforma en diamante, por favor!
Y deja que este pobre carbón se cristalice,
permíteme que aprenda tu lección;
y ve poquito a poco transformando,
¡transforma en diamante, por favor!
Quiero brillar por ti Señor del alma,
no busco mi gloria, sino la de ti;
quiero esparcirla por el lugar que vaya,
¡transforma en diamante, por favor!
Ayúdame a llevar tu Gloria al desvalido,
a encender hogueras con tu luz;
a calentar el alma al muy herido,
¡transforma en diamante, por favor!
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