El tesoro de la amistad

Mi abuela Manuela López era experta en refranes. Para toda situación tenía un certero refrán que arrojaba luz y claridad meridiana. Intentó inculcarme el bello arte refranero desde pequeño, y digo bien, “lo intentó”. Pronto comprendí que, entre mis dones, el de los refranes, no ocuparía un lugar principal. Más bien en este terreno mi don sería un Don Nadie. Cuando alguna vez intenté recordar un refrán acababa por mezclarlo con otro que, tal vez, solo tal vez, enunciaba lo contrario a lo que yo quería argumentar tirando de la sabiduría popular. Lo saben bien los que un fatídico día me escucharon decir “Un matrimonio sin hijos, es como un bolso sin dinero”. Aun me ruborizo. Pero amigos y amigas, para eso se inventaron las libretas y los lápices, para anotar los refranes. Aprendí a tomar nota de los refranes de mi abuela y aunque aquella libreta se perdió, recuerdo uno que decía así: “Quien tiene un amigo, tiene un tesoro”. Os propongo abrir hoy el tesoro de la amistad.

Miki, un viejo amigo, que lo es, tanto viejo como amigo, compartió un día sobre otro amigo. En el Primer Libro de Crónicas, capítulo 27, nos habla la Biblia de varios de los cargos que rodeaban al rey David. Había administradores, escribas, generales, ganaderos, tesoreros, etc. Pero había uno que entraba ante la presencia del rey simplemente porque ocupaba el mejor cargo… “Husai arquita amigo del rey” (v. 33). Cierto es que demostró su amistad jugándose el cuello por el rey. Su amistad superaba con creces a cualquier cargo o responsabilidad humana, “amigo del rey”. El hijo de David, el sabio Salomón, que sí que sabía de refranes y tomaba nota de ellos, dejó varios textos sobre la amistad que hoy se esculpen en piedras. Por ejemplo: En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia (Pr. 17:17). “Amigo hay más unido que un hermano” (Pr. 18:24).

A veces la vida te regala uno de esos momentos en que conectas con una persona, más allá de lo profesional o cualquier vínculo (ministerial, circunstancial, laboral…) y cruzas una línea fina, invisible, imperceptible… y sin saber bien ni cómo ni cuándo, uno penetra en los bellos parajes de la AMISTAD. Uno sabe, es consciente, intuye… “¡Crucé la frontera!”. Y es que un amigo se puede presentar en tu puerta a medianoche a pedirte pan para otro amigo (Lc. 11). Los amigos son así, inoportunos, pero se les quiere por lo que son… especies raras. No suelen llegar a tu puerta “el día internacional de la amistad” (tomad nota, es el próximo 30 de julio). Llegan a cualquier hora, y si tienes los platos sin lavar, se pondrán a lavarlos contigo. A lo mejor se presentan con una lasaña bajo el brazo, como mi amigo José Juan. O si vas a su casa intempestivamente, te dejan dormir en cualquier sitio previa cena de una buena pizza, como mis amigos Dámaris y Mali, o te ponen el mejor café y las galletas con chocolate como hacen Miguel y Juani. Si viajas a Madrid, te recogen a las 6 de la mañana en Atocha y te invitan a un megachurro con chocolate, como mi amigo Lucho.

Los amigos te miran con buenos ojos y uno llega a pensar que necesitan un oftalmólogo de los buenos. Pienso en Paco Lobato, Alejandro Abraham, Alfonso Triviño, Francisco Mega, Pedro Puigvert… Creo que los amigos son cyborgs que te escanean y saben que puedes hacer tareas para las que uno no se siente cualificado. Tratas de evadir responsabilidades y “escurrir el bulto”, pero ahí están ellos, mirándote con una sonrisilla, escudriñándote y viendo más allá de ti mismo. Sus palabras van haciendo mella. Al final haces cosas que jamás pensaste que fueras capaz de hacer. ¡Qué sería de nosotros sin los cyborgs!

Un amigo se interesa por ti desde la sinceridad. Pueden pasar años sin saber el uno del otro, pero cuando te vuelven a ver, a escribir, a llamar… es como recuperar la conversación dejada atrás con un unamuniano “Como decíamos ayer”. Aunque nuestra amiga Mily ahora viva en Francia, los lazos amísticos son eternos. Aunque mi amigo Larry Graham haya tenido mil accidentes, esté con quimioterapia y a punto de ser intervenido para un trasplante el día 14, él sabe que, si hubiéramos jugado un partido de basket más, yo le habría ganado... cosas nuestras (jamás le ganaría, por respeto a sus canas me dejaría ganar).

Sin aspavientos, sin fingimientos, con un amigo se juega, se habla, se ríe, se llora… Tu novio o novia, tu esposa o esposo, tu hijo o hija entran en la categoría de la amistad más sincera, más íntima, más especial. ¡Ay de los matrimonios donde no rijan las nobles leyes de la amistad! Parejas, nunca es tarde para empezar la carrera de la amistad, una vela, una ensalada y andando. Llegará un día que vuestros hijos también serán vuestros amigos. Lo saben Keila y Keren.

Pero es imposible hablar de amistad y de amor, sin hablar de Dios. Para introducirlo permitidme hacerlo por medio de otro de esos amigos que me acompaña desde que tropecé con él en alguna biblioteca, me refiero a Søren A. Kierkegaard:

El amor primero que debemos a Dios es decisivo, de él surge el amor por nuestro prójimo… Ama a Dios sobre todas las cosas y amarás a tu prójimo, y en él a cada hombre. Sólo amando a Dios sobre todas las cosas podremos amar a nuestro prójimo en cualquier ser humano […].

¡Ama sincera y tiernamente a tu amado, pero haz que el amor por tu prójimo santifique tu pacto de unión con Dios! ¡Ama a tu amigo sincera y devotamente, pero haz que el amor por tu prójimo sea lo que aprendéis el uno del otro en íntima amistad con Dios! (Søren Kierkegaard. Obras del amor, pp. 70, 73).

No hay amor sincero, ni amistad verdadera, sino se ama primero a Dios. En este orden los rangos de amistad se desarrollarán correctamente para beneficio de todas las personas.

“Os he llamado amigos” (Jn. 15:15) es el eco de las palabras de Jesús a todas las generaciones. Porque Jesús no se calló nada, nos lo dijo todo y nos lo dio todo. Sin reservas, sin condiciones, su amor sacrificial por sus amigos llegó hasta las últimas consecuencias. Aun a Judas le dirigió Jesús estas palabras “Amigo, ¿a qué vienes?” (Mt. 26: 50). Y de esta forma Jesús dio su vida por sus amigos… y, como Dios encarnado que era (y es), también dio su vida por sus enemigos. Paradojas de la Verdad suprema, antes de ser amigos de Jesús, no fuimos seres indiferentes, fuimos enemigos acérrimos y Él extendió su amor hacia nosotros. Y un día feliz, fuimos atraídos por su gracia, cuando sus cuerdas de amor nos rodearon, encontramos al Amigo, al Amado.

“Os conviene que yo me vaya” (Jn. 16:7). No nos gusta que los amigos se vayan. Alargamos las veladas con los amigos hasta las tantas, le quitamos la pila al reloj de pared para que el tiempo se quede quietecito. Nunca fue bueno que un Amigo como Jesús se fuera, hasta que el Maestro lo expresó así, “os conviene que yo me vaya”. Cuando Jesús fue a prepararnos una habitación en la Casa de su Padre, que es el nuestro, nos dejó en las manos de otro Amigo, Uno que caminaría a nuestro lado, que nos llevaría a toda verdad, que nos abrazaría y sería nuestro abogado si nos metíamos en líos. Uno que podía hacernos sentir llenos de gozo, pero Uno que también se podía entristecer al vernos errar. Jesús lloró con nosotros en Lázaro, y creo que también el otro Amigo, que es de su misma esencia, llora a nuestro lado.

Es cierto, el que tiene un amigo, tiene un tesoro. ¡Cuida a tus amigos! “No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre” (Pr. 27:10). He visitado a amigos de mis padres, que también fueron después mis amigos, hasta que terminaron sus días aquí. Cuando me dejo caer por la ciudad que me vio nacer, me hospedo en casa de mis cuñados y amigos, David y Montse. Por la mañana hago un “Frank” (Frankfurt) con mi cuñado porque sí. Por la tarde procuro quedar con mi amigo de la infancia, Ábalos. No nos pedimos dinero, pero sí que nos tomamos un buen café y unos croisants París mientras charlamos. Hoy mi esposa (y amiga) y yo tenemos nuevos amigos, se llaman Juan Miguel y Marina, y son sabios. Aunque la pandemia nos ha separado momentáneamente, ya me parece oler el café Juan Valdés y escuchar sus risas cuando nos volvamos a juntar. En la distancia he hecho un amigo cálido, se llama Fernando Abilio Mosquera. Hay gente que solo quieres tener cerca, aunque vivan en Colombia. Las distancias son cortas para la amistad.

Abramos el tesoro de la amistad en todas direcciones. Amor y amistad supremos, de primera calidad. La familia de relojeros holandeses Ten Boom acabó en campos de refugiados nazis como Ravensbruck por ayudar a escapar a cientos de judíos de Holanda durante la Segunda Guerra Mundial. Antes de morir, Betsy recordó continuamente a su hermana Corrie que era imprescindible seguir comunicándole a todos que “No existe un foso tan profundo hasta donde no llegue el amor de Dios” (Janet & Geoff Benge. Persecución en Holanda- La vida de Corrie Ten Boom, Ed. JUCUM; 2005. p. 190). Corrie sobrevivió y llevó el mensaje del amor y el perdón de Dios por todo el mundo, a amigos y enemigos.

Benji Gálvez