Comprender la trascendencia de la oración significa tomar conciencia de que esta tarea no termina cuando decimos amén.
“Orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos”. Efesios 6:18
“Subvertir” significa trastocar, dar la vuelta, poner abajo lo que antes estaba arriba alterando el orden establecido. Vale, muy bien. Ahora hemos de preguntarnos en qué sentido esta palabra, tan peligrosa e irreverente para nuestro burgués y acomodado cristianismo, puede relacionarse con una actividad tan relevante como la oración. Comenzamos.
Comprender la trascendencia de la oración significa tomar conciencia de que esta tarea no termina cuando decimos amén. Al dirigimos a Dios, a menudo solemos distinguir limpiamente la parte que le toca a cada cual: nosotros pedimos, Dios responde. Eso es lo que tiene que ser y además lo defendemos con textos que corroboran esta argumentación:
“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquel que pide; y el que busca halla; y al que llama, se le abrirá” (Mt. 7:7).
Hace muchos años, el cantante Bono, de la banda U2 viajó con su esposa a Etiopía. Durante un mes ambos estuvieron trabajando en una ONG cuidando, acompañando y ayudando a la recuperación de niños huérfanos. Bono también cantó para ellos procurando animarles en medio de un contexto de necesidad y miseria. Al regresar a Irlanda, según cuenta en su testimonio, sus oraciones cambiaron asumiendo un tono airado y desafiante: “Dios mío ¿No te importan esos niños de África? Ellos no han hecho nada malo y es muy posible que muchos de ellos mueran pronto”.
Andando el tiempo, las preguntas que le había lanzado a Dios en oración fueron regresando a él como un boomerang: “Haz algo. Muévete”. Al principio, Bono se resistía pensando que él era una estrella del rock y no un trabajador social. Pero, a medida que pasaba el tiempo no pudo seguir ignorando aquello que le interpelaba con tanta fuerza para dar una respuesta. A lo largo de los años siguientes se fue entrevistando con personajes tan diversos e influyentes como Bill Clinton, Tony Blair, Geroge W. Bush, con el fin de persuadirles para que invirtieran miles de millones de dólares en la lucha contra el SIDA en África. Inició una gira en autobús por todos los Estados Unidos hablando en las grandes iglesias y las universidades cristianas, ya que consideraba que la participación de los cristianos era clave en la resolución de estas necesidades.[1] La primera vez que Bono oró, se encontraba frustrado esperando una respuesta pirotécnica de parte de Dios; la segunda, en cambio, se convirtió en parte de la respuesta a esa intercesión y su corazón se llenó de alegría por sentirse colaborador en los planes de Dios.
Aunque a algunos les resulte difícil de aceptar, Dios hace haciendo que hagamos. Comprometernos a formar parte de la respuesta a la oración nos convierte en causas segundas que el Señor utiliza para llevar adelante sus propósitos de sanidad, liberación y salvación para este mundo roto, desestructurado y perdido. Y, ahora, pensemos en nosotros mismos y en cómo interpretamos con frecuencia la oración.
¿No es cierto que, en no pocas ocasiones, practicamos una especie de “piedad maravillosista”, esperando que Dios nos saque las castañas del fuego respondiendo mágicamente a todas nuestras peticiones, como si se tratase del genio de la lámpara? Pues no, nada de eso. Hay que demoler esa arquitectura espiritual y transformarla por otra subversiva que trastoque y ponga patas arriba y cabeza abajo nuestra comprensión de la oración, convirtiéndonos en agentes implicados en la respuesta a esas peticiones. Las cosas funcionan así:
Cuando oramos por alguien enfermo, ¿nos tomamos el tiempo para visitarle? Cuando intercedemos por una persona que vive sola, ¿nos comprometemos a aliviar su necesidad de compañía? Cuando pedimos por los pobres y los necesitados, ¿estamos dispuestos a comprometernos para ser parte de la respuesta a esa petición? Cuando tenemos conflictos con una persona, ¿oramos para que Dios nos de las fuerzas y el valor para resolverlo?
Cuando nos prestamos sin condiciones para ser usados por el Señor, aún sabiendo que no hay en nosotros méritos ni capacidad para serlo, entonces y solo entonces convertimos la oración en una actividad subversiva al servicio del reino de Dios.
Notas
[1] Yancey P. La desaparición de la Gracia. Vida. 2015. 128-129
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