Por razones misiológicas, teológicas, evangelísticas y estratégicas, los evangélicos deben contender con el catolicismo romano en el mundo de hoy.
Cuando hablo a diferentes audiencias y en varias conferencias, la pregunta vuelve una y otra vez: ¿por qué los evangélicos se molestan en cuestionar el catolicismo romano? Permítanme sugerir cuatro razones.
Dondequiera que vayas en el mundo, Norte y Sur, Este y Oeste, encontrarás gente que se llama a sí misma católica romana y con la que todos nosotros interactuaremos de una manera u otra en cuestiones de fe. También encontrarás a la Iglesia Católica Romana a través de sus instituciones y agencias: parroquias, escuelas, hospitales, organizaciones de caridad, movimientos, etc. Según la edición 2020 del Anuario Pontificio, los católicos de todo el mundo ascienden a 1.329 millones de personas, con mucho la mayor familia religiosa de la cristiandad y la mayor organización religiosa del planeta. El Papa, aunque vive en Roma, es una figura global que atrae mucha atención de los medios de comunicación. La Iglesia Romana, a través de sus documentos e iniciativas, es un actor a nivel mundial en los principales debates concernientes a las relaciones interreligiosas, la misión, el medio ambiente, el ecumenismo, etc. Tanto si vives en una región de mayoría católica como en una zona donde los católicos son pocos, la presencia de la Iglesia Católica Romana es omnipresente. A menos que te agaches en tu pequeño rincón, sin querer comprometerte con el mundo que te rodea (dondequiera que estés), debes tratar con el catolicismo romano.
En el siglo XVI, la Reforma Protestante fue un movimiento de Dios que recuperó y reafirmó el evangelio bíblico centrado en la autoridad del Dios Trino en la revelación bíblica (Sólo la Escritura); la suficiencia de la obra de Jesucristo (Sólo Cristo); el don gratuito de la salvación para los que creen (Sólo la Fe); y el llamado a vivir para Dios y adorarlo en todo lo que hagamos (Sólo a Dios sea la Gloria). El catolicismo romano se opuso a estas verdades y condenó a los que las abrazaban. Después del Vaticano II, Roma ha cambiado algo su postura; los tonos son más amigables y las líneas son borrosas. Sin embargo, el Catolicismo Romano aún no está comprometido sólo con la Escritura, sólo con Cristo, o sólo con la Fe, y sus devociones no están dedicadas sólo a Dios. El evangelio católico romano es diferente del bíblico. Ninguno de los dogmas, prácticas y estructuras no bíblicas han sido eliminados, aunque pueden haber sido reformulados o desarrollados. La Reforma no ha terminado, el evangelio sigue en juego, y todos aquellos que quieran mantenerse firmes en la verdad deben entender al menos algo de lo que el Catolicismo Romano representa.
Debido al gran número de católicos romanos en todo el mundo, hay una alta probabilidad de que todos nosotros tengamos vecinos, amigos, familiares y colegas que lo sean. En la mayoría de los contextos católicos romanos, esto a menudo significa que la gente se identifica como católica porque nació en una familia religiosa o porque el medio cultural en el que viven fue moldeado por el catolicismo romano, pero no hay una conciencia básica del evangelio. Muchos católicos creen y se comportan como la mayoría de los laicos occidentales: sin ningún sentido de que Dios sea real y verdadero en sus vidas. En otras palabras, no son cristianos nacidos de nuevo y regenerados. Los católicos devotos pueden ser religiosos, pero enredados en tradiciones y prácticas que están lejos de la fe bíblica. Esto trae amplias oportunidades de evangelización. El evangelio puede y debe ser llevado a ellos también. Debemos tratar de entrar en la mentalidad católico romana y desafiarla suavemente con el evangelio. Para hacerlo de una manera espiritualmente inteligente, debemos aceptar lo que significa el Catolicismo Romano.
El Catolicismo Romano trae un desafío adicional a los evangélicos de hoy. En el pasado, Roma consideraba otras formas de cristianismo (por ejemplo, ortodoxo oriental y protestante) como heréticas o cismáticas; fue Roma la que distanció a los forasteros de sí misma. Después del Vaticano II (1962-1965) se piensa que todavía son defectuosos, pero “imperfectamente unidos” con Roma. Roma se ha vuelto muy ecuménica, queriendo unirse a otros cristianos para llevarlos cum Petro (“con Pedro”, es decir, en paz con la Iglesia Católica) y sub Petro (“bajo Pedro”, o sea, de alguna manera abrazados por sus estructuras). Lo mismo ocurre con otras religiones. Antes del Vaticano II eran condenadas como paganas e idólatras; ahora son vistas como caminos legítimos hacia Dios y sus seguidores son llamados “hermanos y hermanas”. Roma está trabajando duro para reunir a todas las religiones alrededor de su líder, el Papa. Esta no es una teoría conspirativa: es la agenda universalista del actual catolicismo romano que ha estado en funcionamiento desde el Vaticano II. Los evangélicos deben ser conscientes de hacia dónde se dirige Roma. No queremos formar parte de un proyecto ‘católico’ que restringe la misión evangélica dirigida a la conversión a Jesucristo de las personas que no creen en Él. La unidad a la que aspiramos es la unidad del pueblo de Dios bajo el Señor Jesús, no la unidad genérica de toda la humanidad bajo Roma.
Por razones misiológicas, teológicas, evangelísticas y estratégicas, los evangélicos deben contender con el catolicismo romano en el mundo de hoy.
Notas
N.d.E Por un error, el artículo se publicó con el titular incorrecto, el cual ya ha sido corregido.
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