La libertad de pensamiento y creencia es la base de prácticamente todos los derechos humanos.
Me llamó mucho la atención una estadística que vi el otro día, que, en España, solo el 54% de la población ve la libertad religiosa como algo relevante para sus vidas.1
Resulta que para las sociedades en las que el ejercicio de la libertad de religión es algo reconocido, los ciudadanos no ven esta libertad como algo importante ni como algo que se merezca prestarle mucha atención.
Sin embargo, en las sociedades donde esta libertad no existe o es muy limitada, los ciudadanos valoran mucho el concepto de libertad de religión.
¿En qué consiste la libertad de religión o de creencia?
La declaración de los derechos humanos lo dice así:
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.2
Esta declaración nos dice que dos personas que creen cosas diametralmente opuestas entre sí deben poder convivir en el mismo espacio, reconocerse como personas dignas de ejercer su libertad y dejarles vivir conforme a sus creencias.
Hay creencias que a los cristianos nos resultan repulsivas y que merecen ser frenadas y prohibidas. Sin embargo, si esas creencias pueden ser limitadas, ¿qué impide que las nuestras sean limitadas, frenadas y prohibidas?
De hecho, hoy en día, el 70% de la población mundial3 vive en lugares donde no se reconoce su derecho a la libertad de religión. Lugares donde hay personas que han cambiado de religión y son castigados por ello. Ese castigo lo puede ejercer tanto la familia, como la sociedad o hasta el mismo gobierno.
En otros lugares, las personas que no siguen la religión mayoritaria de su región sufren discriminación a pesar de haber sido de esa minoría toda su vida. Esta discriminación incluye la falta de acceso a formación escolar, la falta de acceso a la atención sanitaria y la falta de acceso a puestos dignos de trabajo.
Así que, vemos que, aunque existe una declaración universal de derechos humanos, no se aplica en todos los lugares de igual manera.
Lo cual significa que para que haya libertad religiosa, todos tenemos que respetar la creencia de los demás. Pero esto nos lleva a otra pregunta, ¿se puede poner un límite sobre la libertad de pensamiento y de creencia?
En principio no hay límite para el ejercicio del pensamiento. Sin embargo, si quieres saber lo que realmente piensa alguien, debes observar su forma de actuar.
Si yo grito en una reunión, “¡fuego!” y todos salieran de la sala despavoridos, han entendido el mensaje y lo han creído. De lo contrario, se habrían quedado sentados como si no hubiera dicho nada. El pensamiento lleva a la acción. Pero la acción debe tener sus límites.
Toda libertad de pensamiento y de creencia tiene su límite en el momento en que la ejecución de ese pensamiento amenaza la seguridad y el orden público, la salud, la moralidad o los derechos y libertades de otros.
La libertad de pensamiento y creencia es la base de prácticamente todos los derechos humanos. De hecho, cuando se detecta la falta de libertad religiosa en una sociedad, no se tarda mucho en descubrir que otros derechos humanos como la libertad de reunión, la libertad de expresión y otras libertades se empiezan a perder también.
Por lo tanto, la libertad de religión es la prueba de fuego para el reconocimiento de los derechos humanos en una sociedad.
Y esto nos lleva de vuelta a la situación del 70% de la población que vive en lugares donde no disfrutan de libertad religiosa. En estos lugares viven 260 millones de cristianos cuya libertad religiosa queda mermada.
En algunos casos, el mero descubrimiento de su fe cristiana es causa suficiente de muerte. En otros casos, las consecuencias de su creencia no son tan drásticas, pero son igualmente importantes al dejar a los cristianos en una situación de exclusión social.
Muchos cristianos viven en condición de ciudadanos de segunda categoría por el simple hecho de creer en Cristo. No tienen acceso a los colegios, a servicios médicos, a buenos puestos de trabajo porque en su DNI, se encuentra que su creencia es cristiana y no la creencia mayoritaria de su país.
Y en estos tiempos del Covid-19, el reparto de ayuda humanitaria, en el mejor de los casos, se limita a ser seis veces menor que el de los creyentes de la religión mayoritaria y en el peor de los casos, no les llega ninguna ayuda.
Es por esta razón que, como Alianza Evangélica, creemos que el apoyo a los cristianos en la defensa de su derecho a la libertad religiosa es fundamental. En primer lugar, por el respeto a nuestros hermanos en la fe.
En segundo lugar, porque el respeto al derecho a la libertad de religión abre la puerta a muchas otras libertades que producen una sociedad más libre y más justa para todos.
Sin embargo, la realidad de nuestros hermanos en la fe les hace sufrir oposición en gran manera todos los días de su vida. Como cristianos y miembros del mismo cuerpo espiritual, tenemos una responsabilidad con ellos. La de apoyarlos en oración.
Cuando se le pregunta a un cristiano que sufre persecución, cuál es su mayor necesidad, la primera respuesta en casi todas las ocasiones es la de la oración. Su petición es “ora por mí”. Entienden que Dios obra en respuesta a la oración de los unos por los otros.
Es por esto por lo que Puertas Abiertas, en todas sus publicaciones regulares, imprime un calendario de oración con un tema específico por día. De esta manera se ora por cristianos por nombre (aunque en muchos casos sea un pseudónimo para proteger la identidad de la persona) y por situaciones reales y concretas.
Esta oración suele hacerse individualmente en un tiempo de oración privada o en grupos de oración pequeños. No cabe duda de que Dios oye esta oración y actúa a favor de los cristianos en respuesta a estas peticiones.
Sin embargo, entiendo que a Dios le produce una satisfacción especial cuando los cristianos toman conciencia de su responsabilidad ante la necesidad de otros cristianos y deciden hacer un acto multitudinario.
El hecho de que se nombre un día para orar de forma específica a favor de los cristianos y que todos tomemos conciencia de la necesidad para dejar de hacer nuestras actividades cotidianas para orar por ellos, le muestra a Dios la importancia que le damos a su situación. Él es honrado por esta actitud y responde favorablemente.
Esta es la motivación detrás del Día Internacional de Oración por la Iglesia Perseguida que se celebra el segundo y tercer domingo de noviembre cada año.
Es una convocatoria de oración por la Alianza Evangélica Mundial para que todas las iglesias evangélicas del mundo dediquen un tiempo de su culto dominical a orar por los cristianos perseguidos para que Dios les fortaleza y para que reflejen la luz de Cristo en estos lugares tan oscuros del mundo.
Este año, 2020, la convocatoria de oración es para los domingos 8 y 15 de noviembre.
1Protestante Digital: https://www.protestantedigital.com/internacional/50921/el-derecho-a-la-libertad-religiosa-pierde-importancia-en-la-sociedad-europea
2 Declaración Universal de los Derechos Humanos, Artículo 18: https://www.un.org/es/documents/udhr/UDHR_booklet_SP_web.pdf
3Pew Research Center, “Global Restrictions on Religion”: https://www.pewforum.org/2009/12/17/global-restrictions-on-religion/
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