Las epidemias son oportunidades clave para que la iglesia crezca.
En el año 165, durante el reino de Marco Aurelio, el Imperio Romano sufrió el azote de una gran epidemia. Algunos historiadores identifican esta epidemia con la aparición de la viruela en occidente. ¡Aniquiló entre un cuarto y un tercio de la población del imperio Romano en 15 años! Más tarde, En el 251 d.C. una nueva epidemia causó otra gran devastación. ¿Qué ocurrió con la iglesia durante ese período? Que la iglesia duplicó sus números. Tal vez os preguntéis ¿cómo pudo ser esto? Leamos lo que compartió Dionisio de Alejandría quien escribió durante la segunda epidemia:
“En todo caso, los mejores de nuestros hermanos partieron de este mundo (debido a su ayuda a los afectados por la pandemia): presbíteros— algunos—, diáconos y laicos, todos muy apreciados. (Y pienso) que este género de muerte, por la mucha piedad y robusta fe que entraña, en nada debe considerarse inferior incluso al martirio. Y así tomaban en sus manos y en sus regazos los cuerpos de los santos, les limpiaban los ojos, cerraban sus bocas y, aferrándose a ellos y abrazándolos, después de lavarlos y envolverlos en sudarios, se los llevaban a hombros y los enterraban. Poco después recibían ellos estos mismos cuidados, pues los que quedaban seguían los pasos de quienes les precedieron. (…) En cambio, entre los paganos era al contrario: se apartaban de los que empezaban a enfermar, rehuyendo incluso a los seres queridos, y arrojaban a los moribundos a la calle, y sus cadáveres a la basura sin darles sepultura, intentando evitar el contagio y el contacto con la muerte, empeño nada fácil hasta para los que ponían más ingenio en esquivarla”. (Eusebio, Historia Eclesiástica, 7.22:7-10)
Padres como Cipriano, Dionisio y Eusebio nos dicen que las epidemias contribuyeron en gran medida al crecimiento del cristianismo. Los cristianos encaraban estas situaciones con esperanza, amor al prójimo y firmeza.
Las filosofías paganas y helenísticas de la época no podían dar sentido y consuelo a las personas frente a estas desgracias. Los profetas paganos adoptaron un enfoque fatalista. Todo era interpretado como castigo de los dioses, o simplemente no tenían respuesta, haciendo patente su ignorancia ante los hechos. Además, muchos profetas paganos intentaban escapar de la ciudad. La situación no era muy diferente entre los filósofos. Su comprensión de las leyes de la naturaleza no daba respuesta a la cuestión del “¿por qué?” Incluso filósofos como Cicerón enfatizaban que sobrevivir o no, era una cuestión de mera suerte.
En contraste “El cristianismo ofrecía una repuesta satisfactoria, al poder dar razones para los tiempos difíciles, y al mirar al futuro con esperanza, incluso con entusiasmo” (Stark, 84). Y esto lo demostraban con sus prácticas.
La ventaja de los cristianos en este caso residía en sus creencias. “Porque sus creencias daban sentido incluso a la muerte. En cualquier caso, existía la posibilidad de consuelo y de curación, y ofrecía la oportunidad de reencontrarse con sus seres queridos en el más allá. Por lo tanto, el cristianismo tenía respuestas para estos tiempos terribles” (McNeill, 108).
Primero: Tenemos que ser ejemplos de esperanza. Los primeros cristianos compartían su amor, su alegría y su esperanza ante la posibilidad de la enfermedad y la muerte porque sus vidas y creencias no dependían de las condiciones cambiantes del mundo. Como Pablo le dice a Timoteo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2ª de Timoteo 1: 7). Como cristianos, reaccionar a las crisis con pánico y miedo significa reaccionar como el mundo pagano. ¿Cómo va el mundo a preguntarnos por “la razón de la esperanza que hay en nosotros” si actuamos de tal manera? (1ª de Pedro 3:15)
Segundo: Tenemos que mostrar amor al prójimo. Aparte de adoptar las medidas sanitarias recomendadas por las autoridades o de contribuir con nuestra profesión médica, o de diferentes servicios si es el caso… Por ejemplo, una llamada telefónica a personas que están solas en esta cuarentena puede ser de gran ánimo. Los creyentes podemos ayudar a aquellas personas que no tienen medios para ir de compras o para ir a la farmacia. Una de las primeras cosas que hicimos con mi mujer era llama a nuestros vecinos mayores por si necesitaban algo del supermercado. Otra forma de mostrar amor puede ser compartiendo nuestra comida con los vecinos. En todo caso, nuestra motivación no debe ser “¿Cómo puedo protegerme?” o “¿Cómo escapo de esta situación?” sino “¿Qué puedo hacer para ejercer mi amor al prójimo?” o “¿Qué puedo o debo hacer para honrar al Señor en esta situación?” Si no sabemos cómo, orando el Señor, Él puede mostrarnos otras formas de reaccionar acordes a Su voluntad.
Tercero: Tenemos que pensar con la mentalidad del Reino de los Cielos. En vez de quejarnos hay que dar gracias por las oportunidades. Quedar confinados en casa durante mucho tiempo puede ser una oportunidad para reestructurar nuestra vida familiar y nuestros vínculos, y así estrechar los lazos de nuestro amor familiar. Durante la crisis del coronavirus, con mi mujer hemos aprovechado la oportunidad para reestructurar nuestras costumbres familiares. Cada mañana empezamos el día escuchando dos himnos de alabanza y orando en familia con los niños también ¡Y damos gracias al Señor por habernos dado la ocasión!
También hay que tener en cuenta que el Señor nos ha dado dones con los que aprovechar mejor estas situaciones. Por ejemplo, si no fuera por este virus ¡no habría escrito este artículo! El rey David probablemente escribió el Salmo 91 durante una epidemia. Así que David no perdió el tiempo. Lo uso de forma sabia. Se dedicó a escribir y componer salmos usando sus dones. De esta manera, podemos usar nuestros dones naturales y aquellos otorgados por el Espíritu Santo. Dones de evangelismo, de enseñanza, de servicio, de oración intercesora, de literatura, de música, de gestión, etc. para llegar a las multitudes, incluso si es por el ciberespacio. Si tenemos un don, hay que llevárselo al Señor, y preguntarle: "¿Cómo puedo usar mi don para tu gloria en esta situación?"
En tiempos de crisis, la gente necesita esperanza. ¡Y la mayor fuente de esperanza debe provenir de los creyentes y de una iglesia valiente, decidida, sabia y firme! Las epidemias son oportunidades clave para que la iglesia crezca. ¡El mayor testimonio es seguir el ejemplo de Cristo como hizo con los leprosos! Es hora de difundir amor, generosidad, esperanza y paz sin tenerle miedo a la “lepra”. La iglesia primitiva duplicó sus números ante este tipo de epidemias, incluso peores y ¿porque nosotros no?
Bibliografia
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