Me gustaría ofrecer algunos pensamientos al respecto, con la esperanza de estimular más reflexión por parte de la Iglesia.
En siglos anteriores, cuando estallaron pandemias en muchos países o continentes, la reacción fue más o menos igual que la de hoy con el COVID-19: dejar de viajar, evitar lugares públicos, ser cauteloso con visitas extranjeras y quedarse en casa lo más posible. En generaciones previas, dichas pandemias habrían interrumpido los cultos (aunque no siempre era así; ver abajo), pero la tecnología ha abierto la posibilidad de “estar juntos” sin estar juntos de verdad.
Esta novedad ha obligado a la iglesia a plantearse varias preguntas fundamentales acerca de su carácter y prácticas, y muchas pueden ser resumidas en la siguiente: ¿Debemos celebrar cultos online? En este artículo, no intentaré dar una respuesta definitiva a esta pregunta, porque no creo que hayamos tenido suficiente tiempo para considerarla bien. Más bien, me gustaría ofrecer algunos pensamientos al respecto, con la esperanza de estimular más reflexión por parte de la Iglesia, y sobre todo en la rama evangélica.
Algo importante a considerar es que el cuerpo de Cristo es bastante grande, y distintas denominaciones tienen distintas maneras de responder a distintos temas. Por tanto, me limito a la tradición evangélica, a distinción de otras, como la corriente histórica protestante (“mainline Protestantism”), por ejemplo. En esta sección, me gustaría ofrecer algunos pensamientos sobre porqué tantos evangélicos han elegido ofrecer cultos online.
Lo espiritual sobre lo material. Debido a influencias (¿neoplatónicas?) como el zwinglianismo, el puritanismo y la Ilustración, muchos evangélicos dan prioridad a lo mental y lo espiritual sobre lo físico y lo material. Esto significa que nuestra percepción de la iglesia no está atada a cosas materiales, como el estar presente físicamente con los demás, el celebrar los sacramentos (u ordenanzas) y otros ministerios encarnados. Por tanto, para muchos de nosotros, aunque no estemos sentados al lado de nuestro mejor amigo o de una visita, nuestra experiencia de la iglesia no ha cambiado mucho. Lo que más valoramos es poder escuchar la Palabra de Dios, que es algo que podemos hacer igual desde un banquillo en un local que desde un sofá en casa.1
La prioridad de la predicación. Debido a las mismas influencias mencionadas arriba, y también otras, los evangélicos damos prioridad a la predicación de la Palabra de Dios. No estoy diciendo que sea malo (de hecho, ¡diría justo lo opuesto!), pero sí que digo que los cultos online guardan lo que más valoramos: la predicación. La mayoría pensamos: ¿por qué no tener cultos online si podemos escuchar la predicación?
La práctica sobre la reflexión. Los evangélicos somos un grupo de cristianos muy prácticos, y normalmente no somos conocidos por nuestra habilidad de plantearse preguntas profundas sobre temas importantes. Muchas veces saltamos antes de mirar, para lo bueno y para lo malo. De alguna manera, esa es una de nuestras mayores virtudes, pero también, una de nuestras mayores debilidades. Creo que muchos en el movimiento han pensado que hay poca o ninguna diferencia entre predicar a una cámara y predicar a una audiencia en directo, siempre que el pastor predique de la Biblia.
Antes de seguir, me gustaría llamar la atención sobre la segunda parte del título de este artículo, que escogí a propósito: «algunas consideraciones». No pretendo ofrecer ninguna enseñanza dogmática sobre el tema, sino algunas reflexiones que espero que los demás consideren.
No es la primera pandemia. Esta no es la primera pandemia que la Iglesia ha afrontado. Por ejemplo, la Iglesia ha vivido plagas en los siglos II, III, XIV y XVI, por nombrar solo algunos.2 La respuesta cristiana en todas era la misma: además de quedarse en las ciudades afectadas y ministrar a los enfermos, los cristianos seguían asistiendo a la iglesia los domingos. Se ha complicado el tema hoy en día gracias a nuestro entendimiento de los microbios y las cuarentenas obligatorias gubernamentales, introduciendo así el tema de la obediencia civil (algo que no estaba presente durante pandemias previas, según tengo entendido). Sin embargo, merece la pena considerar que los cristianos estaban muy entregados a ministrar a los enfermos y a asistir a la iglesia, incluso a riesgo de sus propias vidas. Dios usa la iglesia para renovar nuestra esperanza en su bondad y su victoria sobre el mal. Quizás ahora, más que nunca, es cuando más necesitamos este mensaje.
Antes de seguir, permítanme hacer una puntualización importante. Aunque es verdad que debemos preocuparnos mucho por cuidar a los enfermos y asistir a la iglesia, también debemos preocuparnos mucho de obedecer a las autoridades civiles y de protegernos y a nuestras familias. Dios no quiere que seamos irresponsables y luego “tengamos fe” en que nos guardará de todo mal. Soy consciente de la tensión que existe entre estos dos polos de prioridades, pero mi argumento principal es que creo que tenemos algo que aprender de nuestros antepasados en la fe, que daban prioridad a adorar a Dios sobre todo lo demás, incluso sobre su propio bienestar.
El culto neotestamentario. Muchos evangélicos están ofreciendo cultos online sin la Santa cena, como si el uno pudiera separarse del otro. Curiosamente, esta ya es la práctica de muchas iglesias: una predicación cada domingo, con la Santa cena celebrada mensual o trimestralmente. Sin embrago, así no era cómo se celebraba el culto en el primer siglo (y más allá). Siendo que el contexto del culto neotestamentario era el banquete grecorromano, el culto tenía dos partes: una cena seguida por un tiempo para hablar (la “sobremesa”), cuyo eje central era las Escrituras (para un vídeo corto que describe el culto neotestamentario, pinche aquí). Habría sido totalmente incoherente sugerir a un cristiano del primer siglo que el culto podría incluir la predicación sin celebrar la Santa cena. De hecho, por lo menos un texto del Nuevo Testamento sugiere fuertemente que el propósito por el que se reunían los cristianos era el de compartir juntos una cena (Hch 20:7). Simplemente los dos componentes iban juntos. Por tanto, creo que merece la pena plantearnos la pregunta: ¿Por qué hacemos streaming de la predicación si no lo hacemos de la Santa cena?
Reunirse. El Nuevo Testamento emplea una palabra interesante para referirse al culto: “reunirse” (cf. Mt 18:20; Hch 20:7; 1 Cor 5:4; 11:17, 18, 20, 33, 34). Aparentemente, era esencial que los cristianos estuvieran juntos físicamente para ser la Iglesia. Después de todo, ¿cómo podemos amarnos unos a otros, consolarnos unos a otros, orar unos por otros, etc., si no estamos juntos? Si la tecnología hace posible que podamos hacer algunas de estas cosas, genial; ¿pero es un sustituto suficiente? Soy consciente de que tiempos excepcionales requieren medidas excepcionales, y que Pablo dijo una vez que estaba presente con la iglesia de Corinto en «espíritu» (1 Cor 5:4), pero creo que tenemos que tomarnos en serio el tema de reunirse. Quizá una pregunta sería apropiada: ¿Son nuestros cultos online una “reunión” de cristianos de verdad?
La encarnación. Como Hebreos 1:1-2 nos dice, Dios se ha revelado en muchas maneras, pero la forma más alta de su revelación vino en la encarnación del Hijo. En lugar de hablarnos desde lejos, Dios eligió hablarnos con carne y sangre. Aunque no quiero forzar los paralelismos, sí que creo que merece la pena considerar qué nos puede enseñar la encarnación con respecto a los cultos online.
¿Qué es la “iglesia”? Históricamente hablando, los protestantes han contestado a esta pregunta desde dos perspectivas distintas. Los que ven a la iglesia “desde arriba” (es decir, los luteranos, anglicanos, reformados, etc.) dicen que la iglesia hace tres cosas: predicar la Palabra, administrar los sacramentos y ejercer la disciplina eclesiástica. Los que ven a la iglesia “desde abajo” (es decir, los anabaptistas, etc.) dicen que la iglesia es una comunidad, y por tanto ha de cumplir los mandamientos “unos a otros” en la Escritura: amarnos unos a otros, exhortarnos unos a otros, etc. (Para una explicación de esta perspectiva de la iglesia, pinche aquí.) Surge la pregunta: ¿es el culto online la “iglesia” según alguna de estas definiciones? Según la primera, mientras que podemos predicar la Palabra, no podemos administrar los sacramentos (¿o sí que podemos? ver abajo) ni ejercer la disciplina eclesiástica. Según la segunda definición, es difícil, aunque no imposible, cumplir muchos de los mandamientos “unos a otros”. El caso es que, mientras que hay algunas cosas que podemos hacer con el culto online, hay otras cosas que no, o por lo menos no las podemos hacer de la misma manera que cuando estemos juntos físicamente.
Como dije al principio, no estoy argumentando que los evangélicos deban o no deban celebrar cultos online, aunque creo que está claro que soy cauteloso en afirmar que los cultos online son igual de buenos que los “normales”. Por tanto, me gustaría ofrecer algunas preguntas a considerar por ambos bandos.
Primero, algunas preguntas para los que sí celebran cultos online:
1. ¿Qué estás haciendo para replicar lo más posible el “reunirse” juntos?
2. ¿Tienes alguna forma de celebrar juntos la Santa cena? En el caso negativo, ¿por qué? En la Iglesia primitiva, los diáconos llevaban el pan y el vino a los enfermos de la iglesia que no podrían asistir el culto. ¿Hay paralelismos para nuestra situación actual?
3. ¿Está claro para todos que los cultos online son irregulares y limitados, y que hay muchas cosas que la iglesia debería estar haciendo, pero que no las puede hacer por ahora?
Segundo, algunas preguntas para los que no celebran cultos online:
1. Si eres pastor, ¿cómo puedes usar la tecnología para seguir pastoreando a tu iglesia durante las semanas y los meses venideros?
2. ¿Hay alguna manera de crear una atmósfera de “reunirse”, incluso si es imposible hacerlo físicamente?
Que el Señor nos dé sabiduría a todos.3
1 Este no es el sitio más adecuado para desarrollar el siguiente pensamiento, pero la Iglesia tiene que ser consciente de que nuestra cultura está experimentando un rechazo total a la visión de la Ilustración. Si la Ilustración dio prioridad a la mente sobre lo material, nuestro mundo posmoderno actual da prioridad a lo material sobre la mente.
2 Cf. https://foreignpolicy.com/2020/03/13/christianity-epidemics-2000-years-should-i-still-go-to-church-coronavirus/
3 Me gustaría agradecer a Ed Gudeman y Rubén Videira por leer un borrador previo de este artículo y ofrecer comentarios muy valiosos.
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