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Covid-19, ya estaba en la cruz

Él, nuestro Redentor, se encuentra con nosotros cada instante, y luego por toda la eternidad, que ya comienza aquí.

REFORMA2 AUTOR 7/Emilio_Monjo 11 DE ABRIL DE 2020 21:30 h
Imagen de [link]Patrick Hendry[/link] en Unsplash.

Cuatro semanas con ustedes, aquí me despido. Aunque si hay algún hueco, les pongo en la próxima otra cuestión, sin que ver con el covid. Se tratará de la idea de Estado, que cada vez es más evidente, como muestran aportaciones a este diario, que se está aceptando el modelo del papado. Quizás por eso en tantos lugares los evangélicos y los católicos apoyan a líderes de ese modelo.



Pero hoy, me encuentro con ustedes en el mejor lugar posible: la cruz del Cristo. No ocuparé espacio en colocar textos sobre ese momento; asumo que son conocidos. Uno, sin embargo, requiere su presencia, porque de él son todos los demás. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”.



Las dos cosas están unidas, inseparables. Hecho pecado; hechos justicia de Dios. Y todo ello manifestado en la cruz, y luego en la tumba, y luego en la tumba vacía. Enterrados juntamente con él se dice. Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado, se afirma.



Esta es la festiva buena noticia que nos trae el Evangelio. Lo que hizo Jesús, y lo que tenemos en él, todos los frutos de su obra. La asombrosa buena noticia de la resurrección tiene el previo de la noticia, asombrosa, de la muerte. Resulta que el Cristo ha sido hecho pecado. Eso no es una frasecita piadosa. Qué diremos, no hay palabras. Porque eso supone que el obediente hasta la muerte, el santo en quien tiene el Padre toda complacencia, ha sido hecho rebelión. El que está en el seno del Padre, se hace oposición a la santidad. El que es el camino nuevo al lugar santísimo en su carne, se ha hecho impiedad y desprecio a lo santo. ¿Por qué me has abandonado?



Porque como representante del Dios vivo, los vituperios contra ese Dios por los rebeldes recayeron sobre él, así está dicho; pero como representante de su pueblo, él mismo ha sido hecho esos vituperios. Palabras no hay; sólo fiesta y asombro. ¿Quién podrá gloriarse? Realmente de la maldad recibió azotes y escupitajos; pero hecho maldad ¿o es otra cosa ser hecho pecado?, él mismo es el que escupe a todo lo que represente al Dios vivo. Palabras no hay. Recibe azotes, pero él mismo azota. Es repudiado por el pueblo, que prefiere a Barrabás, pero él, hecho ese pueblo (su pueblo, sus elegidos) es quien elige a Barrabás. Es crucificado, pero como cuerpo de su pueblo, él dice con ellos: ¡crucifícale! Palabras no hay. Solo fiesta de redención, y asombro, y temor de Dios, y alabanza. Él, hecho pecado, somos nosotros, los redimidos; y en él vemos lo que somos: pecado.



Él en la cruz nos llevó a todos, y a toda nuestra existencia. De una sola vez. Toda la historia de su pueblo, pasada, presente, y futura, estaba en ese momento. Momento de condena, y separación. Donde la muerte es muerta, pero teniendo que poner la vida. Él sólo tiene poder para hacerlo, porque es Dios, hecho hombre. No hay palabras. Luego, en cada vida, en cada circunstancia de ella, se encuentra, vive, con los que ya llevó, con los que ya murió, con los que ya resucitó. Esa es festiva buena noticia. La oímos, por su poder, en un primer momento; la seguimos oyendo cada instante. Se encontró con nosotros, el que ya nos conocía ¡y tanto!, porque se hizo uno con cada uno (sí, también con los más pequeñitos, ¿quién los apartará del amor de Dios?). Él, nuestro Redentor, se encuentra con nosotros cada instante, y luego por toda la eternidad, que ya comienza aquí.



Fue hecho pecado. Eso es: hombre, mujer, niño, esclavo, libre… ¿También mujer? Claro. Con toda su circunstancia. Se hizo uno con cada uno. Somos su cuerpo, y en ese cuerpo tenemos miembros de todo tiempo, lugar, condición… ¿Pero no es necesario que nosotros hagamos algo? ¿Cómo va a salvarnos sin nuestro consentimiento? Ahora vamos a esa mala noticia que algunos quieren convertir en evangelio. De momento, estemos juntos en la cruz, en la tumba y en la resurrección. ¿Puedes decirme si se pidió allí la decisión de alguien? Hecho pecado, hechos justicia de Dios. Dios es el que dispone. ¿Tienes algún problema con esto? Pues esto es el Evangelio, que él nos salvó, no por nuestras obras de justicia, sino por su voluntad. Y ya se ha señalado, que eso al precio de tomar nuestro lugar en la cruz. ¿También el de los niños (salvos)? Pues sí. Pero si no razonan, ¿cómo va a actuarse sobre ellos? (Que espere Dios a que tengan adecuado raciocinio, y entonces que decidan.) No. Eso que dices es evangelio de alegre noticia para la gloria humana, no para los que tenemos la justicia de Dios. Ante esa justicia, todo es trapo de inmundicia. El que llevó a todo su pueblo en la cruz, cuando llegó el tiempo; se encuentra con cada uno a su tiempo. Y nada lo impidió entonces, ahora tampoco. Ya se encarga su Espíritu de enlazarnos con su comunión; en cada corazón dice: Abba. Desde que se encuentra con nosotros, hasta que con él dejamos este mundo. Ese encuentro a veces es muy señalado, ejemplo de Pablo, otras más cotidiano, ejemplo de Timoteo. Siempre con nosotros, porque nos tiene en su cuerpo, con nuestras circunstancias. Ninguno de los suyos ha muerto solo. Las consecuencias del covid, de cualquier índole, ya las tuvo con nosotros en la cruz.



Este mensaje fue el inicial en el Nuevo Testamento, que ya se ve en sus páginas, algunos pervirtieron. En el primer momento de la Reforma también fue este el mensaje, que al momento algunos pervirtieron. Hasta hoy. Pero la cruz no se frena por los que la repudian.



Demos un paseo por Galacia. Mira las iglesias. Han recibido una carta urgente y con tono fortísimo de nuestro apóstol Pablo. Les dice que, si siguen un camino, de nada les aprovecha el Cristo, que han caído de la gracia, que hacen vana la cruz. De manera que aquello que pretendían algunos predicadores era algo que no tenía nada que ver con la gracia, ni con la cruz, ni con la obra del Cristo. ¿Pero no hablaban y presumían de las cinco solas, de la importancia que daban a una vida santa, y cómo defendían que la Biblia era palabra infalible, y cómo había que luchar contra el pecado, etc.? A fin de cuentas, lo que enfatizaban no era tan malo, incluso era algo de la Ley. Sí, con lo que se demuestra que todo lo que se ponga al lado de la cruz para darle validez, sin lo cual no tendría frutos, es algo que la repudia, sea lo que sea. La propia Ley o la ves en la cruz o te ciega como el Sinaí, con Agar, lo terreno, no con la promesa, ni la libertad. Se usaba la cruz para la gloria humana. En eso consiste su evangelio. Y siguió así, hasta hoy.



Que el anuncio de la obra de Cristo, con su festiva buena noticia, no sea buena noticia para los que no conciben la fe sino como acto de la naturaleza humana, es algo que se muestra en la Escritura, y que vemos, por mirar un espacio concreto, en el inicio de la Reforma Protestante.



¿Dónde está ese modelo que anula la cruz al pretender sostenerla? Unas veces en su modo de llegar a ella. Un montón de intermediaciones, sacramentos, actos, penitencias, etc., para llegar al crucificado. Incluso algunos proponen que ellos pueden “administrarlo” y darlo según sus criterios (normalmente para llenar el buche o el arca). Incluso dispusieron de su imaginación un lugar preparatorio, el purgatorio. ¿A cuántos persiguió la Inquisición por negarlo? Pero esto sería un modelo circunscrito al papado; así lo pensará alguien. Vale. Y luego nos llegan las cinco solas, el modelo evangélico, Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres. Vale. ¿Y cómo se llega al Cristo? Pues ya te ponen mediaciones variadas, seguramente no tantas como el papado, pero algunas sí, sobre todo la voluntad humana. Y después suma y sigue. Lo normal es declarar que se llega al Cristo por la fe (que yo no sé eso qué quiere decir, pues lo mismo lo conozco de la teología papal). Si preguntas qué sea esa fe, pues ya estamos perdidos en Galacia: una facultad humana, por supuesto que usa cosas santas. Y a partir de ahí, la ruina. No se trata de que la cruz esté ahí, sino de lo que tú, dicen, tienes que aportar para estar ahí en la cruz. Parece que al principio sólo tienes que aceptar al Señor, vaya. ¿Ves qué fácil? Tú, de tu voluntad te has hecho renacer, para una esperanza que depende de tu fe natural. Por supuesto, nada que ver con lo que nos dice el bueno de Pedro. ¿Se imaginan que tengamos una herencia incorruptible, asegurada en los cielos, y que eso se haga depender de una fe que es humana, nuestra según nuestro natural? Cuando se dice que somos guardados por el poder de Dios mediante la fe, seguro que se refiere a una fe tan apropiada como la misma herencia. No; no depende de sangre ni carne, ni de voluntad humana.



En el Nuevo Testamento ya se avisa, y en manera como se ve el proceder desde el mismo inicio de la Reforma, ya se confirma. Te dicen que, vale, puedes llegar al Cristo por la fe (una de las solas), pero (ay, esos “peros”) a ver cómo continúas en él. Y entonces aparecen la multitud de obras necesarias para estar en Cristo. El papado llenó el camino para llegar (por supuesto con otros añadidos para el futuro), el mundo protestante, o evangélico, llenó el camino para el luego de estar en la cruz. Recibes a Cristo, qué bien, pero ahora éste es el modo como eso se sustenta y acredita, y te dan su teología, sus medios de santidad. Al final, esos caminos son iguales: ambos son nuestros, de ellos ya nos libró el Señor, la cruz los ha matado, o anulado. Y si predicamos al resucitado, tenemos que declarar nulos los caminos humanos, sean del colorido que sean.



No termines sin que antes de diga, me dirá alguno, que yo conozco a gente que enfatiza precisamente que por la fe tenemos la justificación, la justicia, vaya. Sí, y oye bien luego qué te dicen. Porque para ellos no te pensarás que también vas a tener la santidad. Que ya lo han preparado en sus cocinas teológicas: la santidad es progresiva, la justificación, no. (Por supuesto que existe crecimiento y madurez, pero precisamente esa madurez no te “acerca” más a Dios, sino que te ves más alejado; cada tiempo que pasa vemos más imposible nuestra santidad, y nos acogemos más a la misericordia, así en el momento del abandono de este cuerpo.) Mejor que pensaran un poco antes de hacer a nuestro Dios un Dios que admite como justo y lleva consigo, a alguien que está ¡progresando! en santidad. Que se tenga justicia y no santidad es algo muy asombroso. No. El Cristo nos llevó con él, y en él tenemos justicia, santidad y verdad perfectas. Sin mancha, ni arruga, ni cosa semejante, una iglesia santa y sin mancha.



Quizás nos viene el tiempo de seguir donde el mensaje del Nuevo Testamento, sin sus torcedores, se plantó; y donde ese mensaje en el inicio de la Reforma se retomó; quizás es el tiempo de los “recomienzos”.


 

 


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