Una lección gitana

Querido Lorca, estoy feliz porque el silencio de la historia gitana ha llegado a su fin. El gobierno ha establecido un protocolo para incorporarla al currículo educativo de primaria y secundaria.

¿No oyes la guitarra? Tirititrán. Ya suenan las palmas, tinti, tirititrán. Nuestros amigos, de sombra y sueño, los gitanos, vuelven a cantar, tantrán. No me aguanto, que no, que no puedo esperar al 8 de abril, al Día del Pueblo Gitano. Te lo cuento ya, porque la rueda roja, la de su bandera, por campo y cielo, gira en libertad. 

Por fin, la lección gitana zapatea nuestro tablao en primaria y secundaria. Olé y olé. Azul y verde. Cielo y campo. ¡Qué alegría! 750.000 morenos de verde luna, aceituna y jazmín con un trato más justo por su historia y su esencia, la herencia de nuestra cultura. 

Por fin, se arranca (a bailar) la etnia gitana aflamencando el aula, llenándola de lunares con la ciencia de la profesora Sofía Kovalésvskaya; con la valentía de Antón, Catalina, Macías y María de Egipto, compañeros de Colón en su tercer viaje; y con los 2897 de Auschwitz en “La noche de los gitanos”.

No llores más, Federico, que en España, hoy, por el artículo 14, somos iguales ante la ley. Juan de Dios Ramírez-Heredia estuvo allí; y lo mejor, Sara Giménez, Lívia Járóka, Soraya Post, todos gitanos, continúan el legado.

Por fin, un nuevo compás. Vámonos. Venga ese quejío con gracia a favor de la inclusión. ¡Olé por los que educan desde el alma! ¡Olé por los cantaores contra la discriminación! ¡Olé por las bailaoras que taconean contra el prejuicio y golpean la desigualdad racial! ¡Olé por la gente que más sufre soñando caminos! ¡Olé por la historia que abandona el silencio romaní para tronar en el aula! ¡Viva la etnia gitana! ¡Viva!

“El sueño va sobre el tiempo

flotando como un velero…”