¿Qué es realmente lo que nuestra vida cristiana, ante la iglesia y ante la sociedad está mostrando?
Una mañana en el barrio de Los Bermejales, Sevilla, mientras esperaba a un buen amigo, mis ojos contemplaron una imagen y esa imagen me empezó a hablar de realidades espirituales que yo debía considerar. Era una metáfora de algo que tenía que ver con el posible estado espiritual que, se puede estar dando en mí y talvez en otros, creyentes que estamos en la iglesia y en el ministerio.
En la puerta de la cafetería donde pensábamos desayunar mi amigo (Manuel Silva) y yo, mi vista se posó en un pequeño y flaco árbol de naranjas (de las amargas, muy típicas de Sevilla). Me llamó mucho la atención el estado de ese árbol. Sí, estaba la mitad verde y la otra mitad seca; completamente seca. Entonces saqué de mi bolsillo el teléfono móvil y ¡¡Zas!! Lo fotografié.
El estado de este árbol me evocó pensamientos y evaluaciones de los posibles estados espirituales que pueden darse en la vida de las personas que pueden llegar a experimentar.
Aunque parezca increíble, viendo el estado de este árbol ahora, lo cierto es que desde que nació no siempre ha estado como ahora. Tuvo sus tiempos en los que todo él era verde, vistoso y daba sombra (se puede ver la diferencia de sombra en el suelo) y frutos (conforme a su volumen, claro). Pero en el estado actual, cada una de esas facetas solo son realidad a medias. Por ejemplo, no todo está verde, y no todo da sombra, porque la mitad está sin hojas, seco completamente.
Me puse a pensar en un ejemplo aplicado a nuestra vida con Cristo (la mía en primer lugar, por supuesto). Y en todos nosotros, cuando nos convertimos a Cristo, esa vida comenzó “verde” (éramos un árbol joven), vistosa, producía buena sombra, daba frutos a su tiempo y la hoja no se le caía; antes, al contrario, se renovaban y aumentaban cada año; los frutos también.
Resulta que el naranjo no puede esconder, ocultar su estado real, el de no estar completamente sano; una metáfora de lo que, en ocasiones, todos nosotros hemos, o habremos, de experimentar, lamentablemente.
Si el árbol está de la manera que está, es por causa de las enfermedades derivadas de virus, bacterias, hongos y (según Génesis) por causa del pecado, la caída de Adán y Eva. El Apóstol Pablo, en Romanos 8:21, nos dice que esta creación gime con dolores de parto: “la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción”. Ese no es el caso de los creyentes en Cristo, porque nosotros, una vez que hemos sido salvados por la sangre de Cristo y su resurrección, tenemos la posibilidad de vivir sanos espiritualmente, si acudimos a él cada día y cada vez que descubrimos que algo no anda bien en nosotros; lo cual requiere diligencia y humildad y no estar dormidos espiritualmente.
Las “enfermedades” espirituales se contraen no a causa del pecado original, puesto que de eso ya hemos sido librados y ahora tenemos vida eterna; sino que estas son el resultado de una serie contagios, negligencias y de parálisis múltiples en el cuidado de nuestro estado espiritual, como personas salvadas.
Pero a diferencia del árbol, nosotros si podemos, de muchas maneras, ocultar que tal vez estamos medio verdes y medio secos (seguir dentro de la iglesia no significa que estemos verdes y con flores y frutos). El árbol no podrá ocultar que la mitad de él dará flores (cada primavera) y luego naranjas y la otra mitad será completamente estéril ¿Qué es realmente lo que nuestra vida cristiana, ante la iglesia y ante la sociedad está mostrando? En esto debemos pensar seriamente. El árbol está ante la sociedad, en la calle, día y noche su situación es visible. Nosotros estamos ante Dios, ante la iglesia y ante la sociedad (también ante nuestra familia carnal y ante nuestros compañeros de ministerio, de trabajo o estudios, o como jubilados). Hay alguien que si ve como estamos realmente; todo verde, medio verde y medio seco. Dios no puede ser burlado, aunque incluso a él se nos pueda ocurrir hacerlo.
En ocasiones, observando a la naturaleza (la de los cielos, la tierra, los ríos, los árboles, los animales y el mar), es posible que seamos transportados a pensamientos, reflexiones y análisis que pueden sernos de ayuda, para adentrarnos en algunas llamadas de atención, o enseñanzas de la Palabra de Dios. O tal vez con esa imagen nos demos cuenta de cómo estamos viviendo, cómo somos realmente; las imágenes pueden ser para nosotros, una especie de “mensajeros” de parte de Dios. El salmista dijo “los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmo. 19:1). No es un mensaje con palabras, pero lo podemos entender casi tanto como si fuera con palabras. El Señor, en su Palabra, hace mención de que las piedras pueden hablar, si nosotros callamos (Lucas. 19:40).
Haremos bien de estar muy atentos a la Palabra de Dios que, nos ha sido dada para nuestra edificación, corrección, enseñanza, perfeccionarnos (2ª Timoteo 3:14-17). Y por medio de las cosas creadas, también el Señor puede inducirnos para que pensemos y apliquemos lecciones que nos sean útiles en el camino de la vida. En mi caso, ese naranjo medio seco y medio verde, me hizo prestarle mayor atención a cómo estoy y como debo estar para Dios y para mi esposa, mis hijos, mis nietos, mis compañeros de ministerio, para los creyentes de la iglesia y hasta para con los inconversos. Quiera Dios que vosotros también seáis llevados a deteneros ante aquello que está ante vuestros ojos; primeramente, ante la Palabra de Dios y luego, posiblemente, ante lo que ven vuestros ojos físicos y espirituales.
¿Has visto algún árbol así, tal cual está el de la foto? ¿Te has visto, espiritualmente alguna vez, tal cual este árbol? Yo sí.
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