Durante los últimos 25 años, han proliferado las especulaciones cosmológicas y los modelos matemáticos acerca de cómo se podría haber producido la Gran Explosión a partir de una fluctuación de un vacío primordial.
La creación ex nihilo, o creación a partir de la nada, es una doctrina absolutamente única de la revelación bíblica. Frente a las diversas teorías e interpretaciones cosmológicas sobre el origen del mundo, la Biblia empieza con estas simples palabras: En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Tal como hemos visto, algunos pensaban que el cosmos era eterno, como ciertos filósofos griegos; otros creían que Dios lo hizo a partir de materia preexistente, como Platón; los gnósticos sirios estaban convencidos de que se produjo por emanación de la sustancia divina y, en fin, los panteístas creen hasta el día de hoy que la creación sería la apariencia que adopta Dios, porque creen que el mundo es Dios. Ante tanta especulación humana, la Escritura dice en el AT: Por la palabra de Dios (Jehová) fueron hechos los cielos, y todo el ejército de ellos por el aliento de su boca. (…) Porque él dijo, y fue hecho; El mandó, y existió (Sal. 33: 6, 9). Y en el NT: Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. (Heb. 11:3).
Aunque la frase: “crear de la nada” (creatio ex nihilo) no se encuentra en la Escritura, tanto el judaísmo como las iglesias cristianas enseñaron esta doctrina desde el principio, como un acto libre de Dios que debía asumirse por fe. La aceptaron unánimemente los padres de la Iglesia, como Justino Mártir, Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría, Orígenes y otros. Ellos creyeron que Dios hace surgir todas las cosas por la palabra, por medio de un sencillo y divino “fiat” (= hágase, sea): Sea la luz, y fue la luz (Gn 1:3). De manera que las cosas visibles de este mundo no fueron hechas a partir de otras cosas visibles o palpables por nuestros sentidos.
Otro pasaje significativo es Romanos 4:17: Dios,(…) el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. Dios da existencia a lo que no existe, llama a la existencia lo inexistente para darle el ser. Y esto viene corroborado, en el libro de Génesis, por el empleo del verbo hebreo “bara” (=crear) que se usa exclusivamente para las producciones divinas y nunca para las humanas.
¿Qué dice hoy la cosmología moderna sobre el origen del mundo? En la actualidad, hay pocas dudas, entre los investigadores, de que el universo se está expandiendo. Se considera que la llamada “radiación cósmica de fondo” es una especie de “luz fría” residual que evidencia que, en un remoto pasado, hubo una Gran Explosión y que actualmente el universo sigue expandiéndose, cada vez a mayor velocidad. Incluso, algunos científicos creen que la pregunta de cómo empezó el universo, o qué había antes, es ya una cuestión propiamente científica. Normalmente, la mayoría de los físicos se refieren a la Gran Explosión como una “singularidad”. Es decir, como una “frontera primordial”, un “estado de infinita densidad”, más allá del cual no podemos conocer nada desde las ciencias naturales.
Sin embargo, durante los últimos 25 años, han proliferado las especulaciones cosmológicas y los modelos matemáticos acerca de cómo se podría haber producido la Gran Explosión a partir de una fluctuación de un vacío primordial. Algunos creen que, de la misma manera que las partículas subatómicas emergen espontáneamente en los vacíos de laboratorio, también el universo podría haber surgido de la nada como resultado de un proceso parecido. Pero, si esto fuera así, ¿podrá la ciencia dar una explicación del origen del universo, sin necesidad de Dios? Muchos cosmólogos y pensadores creen hoy que las solas leyes de la física bastan para explicar el origen y la existencia del cosmos.
1. El universo empezó a existir sin causa
El físico ruso, Alexander Vilenkin, director del Instituto de Cosmología en la Universidad estadounidense de Tufts (Massachusetts), propuso un modelo muy especulativo que “explica” el nacimiento del universo por efecto túnel cuántico desde la nada. El efecto túnel es un fenómeno cuántico por el que una partícula subatómica (como un electrón) viola los principios de la mecánica clásica, penetrando o atravesando una barrera de potencial mayor que la energía cinética de la propia partícula. Algo parecido a lo que ocurre con las partículas subatómicas podría haber ocurrido con el universo al principio. Esta “nada”, a que se refiere Vilenkin, sería un estado sin espacio, ni tiempo, ni energía, ni entropía o desorden. Si esto fuera así, implicaría que el universo habría comenzado a existir sin causa, ni explicación, ni razón alguna. El mundo se habría creado a sí mismo sin un Creador.
2. El universo no tuvo comienzo
Stephen Hawking presenta en su libro Historia del Tiempo (1988) otra especulación diferente. Niega que exista la singularidad inicial, (el momento de la creación) o cualquier otra frontera para la ciencia, simplemente porque, según su opinión, nada puede caer fuera del dominio de la investigación científica. Apelar a una singularidad inicial (a un momento de creación) sería para Hawking como reconocer una derrota y escribe: Si las leyes de la física pudieran fracasar en el comienzo del universo, ¿por qué no podrían fracasar por doquier?[1] Hawking no se resigna a aceptar un comienzo del mundo y propone una conclusión, que es más teológica o metafísica que científica: ¡El universo no tiene comienzo!
El capítulo octavo de su libro Historia del tiempo, termina con estas palabras: En tanto en cuanto el universo tuviera principio, podríamos suponer que tuvo un creador. Pero si el universo es realmente autocontenido, si no tiene ninguna frontera o borde, no tendría ni principio ni final: simplemente sería. ¿Qué lugar queda, entonces, para un creador?[2]
3. El universo es eterno
Andrei Linde, un cosmólogo de la Universidad de Stanford (California), especulando acerca de lo que pudo haber antes de la Gran Explosión (Big Bang), ha desarrollado una teoría, según la cual la Gran Explosión no sería más que una de tantas en una cadena de grandes explosiones mediante las cuales “el universo eternamente se reproduce y se reinventa a sí mismo”. El actual universo no sería más que una especie de burbuja que se hinchó separándose de otro universo preexistente. Y así sucesivamente. Según Linde, un universo eterno no necesitaría a Dios.
4. Teoría de la selección natural de universos
Otro físico teórico, Lee Smolin, se imagina también una cadena completa de universos que evoluciona conforme a la teoría de la selección natural cosmológica. Nuestro universo actual formaría parte de una serie infinita de universos autorreproductores, cuyas leyes físicas evolucionarían al ser transferidas. Los universos que no generaran agujeros negros serían eliminados por esta especie de evolución darwiniana, ya que no tendrían descendencia. Los agujeros negros serían como los hijos de estos hipotéticos universos. Los agujeros negros son esas regiones del espacio en cuyo interior existe una concentración de masa muy elevada, que genera un campo gravitatorio tan potente que ninguna partícula material, ni siquiera la luz, puede escapar de ellos. En definitiva, lo que dice Smolin, es que no existe ningún Dios creador sino que los universos se construyen a sí mismos mediante evolución.
5. Teoría de supercuerdas o de los universos en colisión
Neil Turok, de la Universidad de Cambridge (Inglaterra), dice que el nacimiento del universo presente es el resultado de una colisión entre enormes membranas de cuatro dimensiones. Turok afirma que el tiempo es infinito, el espacio es infinito y siempre ha estado ahí. El mundo sería eterno tal como proponía la antigua teoría del estado estacionario, por lo que un Creador resultaría superfluo.
6. Teoría del multiverso
Sir Martin Rees señala que la solución para el llamado “ajuste fino” del universo (la existencia de esos parámetros iniciales tan precisos que se requieren para que se dé la vida) es precisamente la teoría de los múltiples universos o del multiverso. Si existieran infinitos mundos, sería lógico pensar que en alguno de ellos se dieran las leyes necesarias para la vida y el desarrollo de la conciencia humana. Y este sería precisamente el caso del nuestro. ¡Misterio resuelto! ¡Ya no habría necesidad de Dios porque los universos se crean a sí mismos!
Todos estos seis planteamientos cosmológicos intentan explicar cómo se pudo haber generado el mundo sin la intervención de un Dios creador. Pero, ¿lo consiguen? Por supuesto, para algunos pensadores y cosmólogos actuales, no obstante, la respuesta al problema del “ajuste fino” es claramente la providencia y no la coincidencia o el multiverso. De hecho, la mayoría de los teístas (judíos, cristianos y musulmanes) estamos inclinados a pensar así. Por ejemplo, el filósofo y teólogo cristiano estadounidense, William Lane Craig, se adhiere a la cosmología de la Gran Explosión porque la ve como una confirmación científica de la historia de la creación del Génesis.
Si el universo comenzó a existir, entonces tiene que tener una causa exterior al universo, que debe ser el Creador. Y, desde luego, hasta ahora, los datos de la teoría de la Gran Explosión le dan la razón.
No obstante, al analizar las diversas posturas cosmológicas de hoy, uno descubre que existe detrás de ellas tanto una “teofilia” como una “teofobia”. Quienes creemos en Dios nos sentimos más cómodos con la Gran Explosión porque parece implicar un principio, una creación; mientras que los escépticos prefieren un universo eterno, sin singularidades, y buscan modelos que así lo confirmen. Hay toda una carga ideológica detrás de cada modelo cosmológico. Sin embargo, emplear las teorías cosmológicas tanto para afirmar como para negar la creación, ¿no será quizás un camino equivocado y peligroso? ¿No estaremos malinterpretando tanto la cosmología como la doctrina bíblica de la creación?
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