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Una tormenta que sirva

Al valorar el aporte que aquel sufrimiento trajo, lo hacemos “a toro pasado”, una vez transitado el camino porque, mientras estábamos en él, todo parecía un absoluto sinsentido.

EL ESPEJO AUTOR Lidia Martín 08 DE DICIEMBRE DE 2019 09:00 h

Pocas cosas hay que sean tan frustrantes como sufrir para nada. Si algo descompone al ser humano es esa convicción que a menudo nos acompaña de que el dolor es algo absolutamente carente de propósito. Y la verdad es que, sin duda, puede serlo, además de que lo parece casi siempre. 



Las veces en que sirve, cuando plegados a la realidad que tenemos delante conseguimos reconocernos que, efectivamente, algo bueno sacamos de ello, lo hacemos con la “boca chica”, por una parte, no sea que atraigamos malos vientos de nuevo o parezcamos masoquistas. Y por otra, al valorar el aporte que aquel sufrimiento trajo, lo hacemos “a toro pasado”, una vez transitado el camino porque, mientras estábamos en él, todo parecía un absoluto sinsentido. En el mejor de los casos, pues, llegamos a estas conclusiones más tarde que pronto, porque duele, y duele mucho.



Hoy, sin embargo, quiero detenerme y considerar cómo muchas veces las tormentas no están ahí solamente para complicarnos la vida, que lo hacen siempre y por definición. También en ocasiones tienen la utilidad de hacer una limpieza de fondo, de esas que solamente se hacen cuando se vienen abajo estructuras completas y hay que construir casi desde los cimientos. 



Cuando una tormenta llega, no suele desmantelarlo todo. Sí lo hace con una parte más o menos grande. Entendemos que, cuantos más aspectos de una estructura quedan tocados por el choque, más difícil es la recomposición del edificio, claro. Pero no hay destrucción total, ni tiene por qué implicarla. Se procura resistir e, incluso, si es posible, crecer en medio de ello, fortaleciendo el edificio a la postre, aunque el precio sea muy alto y el sufrimiento también. Y luego toca reconstruir.



La cuestión es que en nuestra valoración de daños solemos generalizar el impacto a algo más grande de lo que suele producirse en realidad. Y creemos estar viviendo una tormenta perfecta, cuando este tipo de fenómeno híper-destructivo en su máxima expresión no es lo habitual, ni mucho menos. Nuestras vidas no quedan destruidas del todo, ni mucho menos, aunque nunca llegan a ser las mismas que eran, eso sí. Y cuando nos ponemos manos a la obra para poder remontar como el Ave Fénix, entonces es cuando llega el “momento limpieza” de verdad, porque hay que separar lo útil de lo inservible.



A lo largo de la vida vamos acumulando todo tipo de elementos. Algunos son materiales; otros tienen que ver, no tanto con cosas como con aspectos de otro tipo, como son las relaciones. Y sobre todo esto también colocamos expectativas, ideas y planes, un edificio de prioridades y otras tantas cosas parecidas. Llegada la tormenta, todo lo que compone nuestra vida empieza a removerse, algunas cosas se caen o incluso desaparecen. Y descubrimos con sorpresa, con desconcierto, e incluso con horror, que mucho de lo que atesorábamos no tiene el peso específico que pensábamos:




  • Algunas de las personas que considerábamos amigos resultan no serlo. 

  • El “imperio” que hemos podido construir empieza a tener goteras si no ha saltado por los aires, y nos toca reinventarnos, separar lo imprescindible que queremos salvar y seguir con lo poco que rescatamos. 

  • Comenzamos a reorientar nuestras prioridades porque el sufrimiento saca a la luz lo verdaderamente importante y deja en segundo, tercero o inexistente lugar lo que no lo era tanto. 

  • Si, a punto de ahogarnos, avistamos nuevos puertos, haremos bien en ampliar la perspectiva de nuestra vista y agarrarnos a ello para salir adelante. 

  • Y todo aquello que nos puede suponer un lastre queda colocado a un lado. 

  • Cuando la salud flojea, lo material se recoloca. 

  • Cuando un familiar sufre, nuestros ideales quedan quizá sacrificados. 

  • Cuando un proyecto se trunca, ampliamos nuestras tiendas y nos movemos en una dirección que sea sostenible... 



...y así en una infinidad de planos, de los cuales solo hemos mencionado algunos.



De forma que, cuando la tormenta pasa es cuando podemos realmente hacer el inventario y concretar lo que ya pareció empezar a visualizarse a lo largo de ella. Los que empezaron a retirarse cuando la cosa se complicaba ya seguramente no formarán parte de nuestro elenco de amigos. Seguramente aspectos como la salud, el dinero o la diversión habrán movido su posición de unos puestos de nuestro ranking a otros diferentes. Muy probablemente el uso del tiempo que hagamos de entonces en adelante también será diferente. Y sin querer, pero queriendo, habremos hecho limpieza. Tendremos una normalidad diferente, casi desconocida, no siempre peor que la anterior, pero sí muy desconcertante y habrá pérdidas, sin duda.



No nos agrada el método, y no lo promuevo como forma de ordenar, sin duda. Pero quiero ver la bendición de Dios en medio de las tormentas que permite, porque muchas veces, si no todas, sirven para tomarle el verdadero pulso a la vida, saber lo frágiles que somos, cuidarnos más y a los que queremos también, recolocar las prioridades de una forma que ayude a crecer y no a engordar, y mirar hacia el cielo de esa forma que solo tenemos cuando estamos a punto de ahogarnos.


 

 


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COMENTARIOS

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Earendil
10/12/2019
21:54 h
3
 
Amigo Marc. Simpatizo con su frustración por no entender lo inexplicable, pero no debe negar que su razonamiento tiene errores. Porque si usted cree en un Dios que nos usa de cobayas...¿que sentido tiene que ese Dios haya sacrificado por esas "cobayas" lo que amaba como Hijo (o a si mismo si lo prefiere) antes de la creación de éstas? Cree usted en un dios bastante limitado al pensar que no sopesó el glorioso resultado final de su Salvación frente al mal en el mundo o el infierno en la eternidad
 
Respondiendo a Earendil

Earendil
08/12/2019
22:08 h
2
 
Muy bueno Lidia. Desde luego Jesús no era masoca... pero dejó claro el dolor y persecución que deberíamos aceptar si le seguíamos. "Toma tu cruz CADA DIA..."asique deberíamos predicar un poquito más este camino de la Cruz...a los que hemos hablado de ella un poco a otros hermanos, fácil y rápidamente hemos sido juzgados como "masocas espirituales" o "cristianos pesimistas ". Cuando en verdad pretendemos acercarnos lo más posible a nuestro Señor y aprender su Camino de amor y verdad.
 
Respondiendo a Earendil

Marc
08/12/2019
02:36 h
1
 
Sufrimos porque no somos más que un experimento de Dios. En su eternidad, el no conocía el mal en progreso porque él vivía tranquilo, lleno de todo lo que requería, satisfecho a plenitud. Conocía el mal tal vez, en sentido teórico pero con nosotros, el observó lo que significa esto. Ahí está el infierno. Vivimos sufriendo siempre y si por esas casualidades no conocemos al señor, seguimos en la eternidad sufriendo, en fin, somos cobayos nomás.
 



 
 
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