Si tuviéramos que definir la esencia de los grupos de hogar, en nuestra opinión, serían una extensión de la iglesia llevada a los hogares, de forma más compacta y directa.
Llegamos al final de esta serie. A modo de cierre, vamos a hacer un resumen y a intentar dejar unas conclusiones que esperamos puedan servir para condensar todo lo expuesto hasta aquí.
Si tuviéramos que definir la esencia de los grupos de hogar, en nuestra opinión, serían una extensión de la iglesia llevada a los hogares, de forma más compacta y directa.
Eso, en realidad, es la esencia misma de la Iglesia primitiva. Recordemos que los primeros cristianos se reunían en las casas. Cuando Pablo escribe su Epístola a los Romanos, quizá nuestra mente imagine una congregación en un local, una iglesia tal y como la conocemos hoy en día. No era así. En Roma los creyentes se reunían en diferentes casas, como la de Aquila y Priscila (Romanos 16:5). Otro grupo se reunía en casa de Aristóbulo (Romanos 16:10). Otro más, en casa de Narciso (Romanos 16:11). Se describe un grupo más en Romanos 16:14, y otro en Romanos 16:15. Vemos, como mínimo, cinco grupos de creyentes que se reúnen por separado, en casas. A fin de cuentas, no es distinto de lo que vemos en Hechos 2:46-47, donde se nos dice que «…perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos».
Los primeros cristianos entendían los grupos de hogar como una forma de mantener la vida de iglesia activa en el día a día, de forma más sencilla y personal. Y la Biblia denomina a esos grupos «la iglesia en las casas».
Porque es de eso de lo que se trata. Los grupos de hogar no deben sustituir la vida congregacional, sino enriquecerla, manteniendo vivos los valores de la iglesia durante toda la semana y no solo en las reuniones conjuntas (que para muchas personas se reducen al domingo por la mañana).
Pero, si hablamos de los valores de la iglesia siendo transmitidos a través de los grupos de hogar, tenemos que hacer hincapié en la esencia del modelo que hemos presentado durante todos estos artículos.
Una buena parte de mi vida profesional está vinculada al marketing. Muchas veces, en consultorías a pequeñas y medianas empresas, nos encontramos con que uno de los principales problemas que tienen para continuar creciendo es que han perdido el rumbo. Es decir, no tienen un objetivo claramente definido. Por eso es tan importante que las empresas definan su misión y visión.
En mi opinión, la misión fundamental de la Iglesia y de las iglesias es y debe ser el evangelismo. La esencia del propósito de cada congregación cristiana debería ser siempre llevar el mensaje del evangelio a las personas que aún no lo han aceptado. La comunión, la alabanza, la enseñanza y muchos otros ministerios «internos» son fundamentales para mantener a la congregación en un buen estado de salud espiritual, pero no son un fin en sí mismos, o no deberían serlo.
Cuando una iglesia olvida que su propósito tendría que ser el evangelismo y empieza a centrarse en los ministerios internos como si fueran un fin en sí mismos, las cosas empiezan a dejar de funcionar como deberían. La iglesia empieza a mirarse el propio ombligo y pierde su razón de ser. La iglesia debería ser un hospital para que los pecadores sean sanados. Pero, muchas veces, las convertimos en clubes sociales para creyentes en los que solo falta un cartel que diga «Reservado el derecho de admisión». Si un hospital se dedica a generar bienestar para aquellos que ya han sido sanados y deja de preocuparse por la cura de los enfermos, ¿no ha perdido su razón de ser? Podrá llamarse de otra manera, pero, desde luego, ha dejado de ser un hospital.
Si trasladamos eso mismo a los grupos de hogar como extensión de la iglesia, debemos entender que la principal misión de cualquier cristiano y, como consecuencia, de cualquier grupo de creyentes, debería procurar siempre ser un hospital para las almas.
Cuando los grupos de hogar buscan la comunión, la oración y/o la enseñanza como fines principales, aunque sean motivos lícitos y altamente positivos, pierden la esencia de la misión. Por eso, tantos ministerios de grupos de hogar (muchas veces conocidos como células) comienzan con mucha fuerza pero, pasados un par de años, terminan diluyéndose.
En nuestro ministerio asesorando a iglesias que desean trabajar con grupos de hogar, es muy frecuente escuchar frases como: «Ya intentamos varias veces poner grupos en marcha, y funcionaron durante un tiempo, pero luego la gente dejó de asistir y terminaron cerrándose».
Si alguien se pregunta el motivo… es sencillo. Cuando un creyente no entiende que su misión en este mundo es cumplir la gran comisión de Mateo 28:19-20, ha perdido el propósito de su vida.
La iglesia no es otra cosa que la congregación de los creyentes. Como tal, la gran comisión debe ser siempre la esencia del propósito de todo lo que se haga en ella. La misión y la visión de la iglesia siempre deben ser llevar a las personas a una relación con Dios. Además del citado pasaje de Mateo, si tuviera que elegir otro que define claramente la misión de cada iglesia (y de cada creyente) sería 2 Corintios 5:18-20: «Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios».
Somos hijos de Dios. Somos embajadores del reino de los cielos en este mundo. Y tenemos que llevar el mensaje de la reconciliación con Dios. Esa es nuestra esencia, nuestra razón de ser mientras vivamos aquí.
Por ello, es fundamental que la iglesia entienda los grupos de hogar como una extensión de sí misma y no como un ministerio más. Para muchas iglesias, existe el culto dominical y luego una especie de menú ministerial. Cada creyente debe asistir al culto dominical y, después, puede escoger en qué ministerios participar. Cuando eso sucede, la iglesia ha perdido su visión y se ha convertido en un centro de actividades. Los creyentes lo somos todo el tiempo, y la iglesia lo es todo el tiempo. Los grupos de hogar son una forma de que los creyentes convivan como iglesia más allá de los cultos dominicales. Y, en los grupos de hogar, deben reproducirse también los ministerios como la alabanza, la enseñanza, el discipulado, la hospitalidad y comunión, etcétera.
La función del líder es, por tanto, fundamental, porque se transforma en el pastor de esa pequeña congregación. Es un delegado del liderazgo de la iglesia encargado de cuidar de un pequeño rebaño y hacer que crezca. El grupo no es independiente del resto de la iglesia, y el líder no debe perder nunca de vista su función de «responsabilidad delegada». Además, los grupos de hogar fomentarán que las personas pongan sus dones al servicio de los demás. En una iglesia, quizá no hay «espacio» para que prediquen todos aquellos que tienen el don. También puede suceder que no todos los que tienen dones en la alabanza u otras áreas puedan (o piensen en) ejercerlos en la iglesia, donde muchos de esos ministerios ya están atendidos por otras personas. Pero en el grupo de hogar se hará de forma natural. Y eso permitirá que la iglesia tenga muchos más miembros ministrándose (sirviéndose) unos a otros a través de sus dones.
Por otro lado, los líderes de la congregación deben entender esos principios y cuidar que los grupos de hogar tengan un liderazgo sano y alineado con el de la iglesia.
En ese sentido, nosotros proponemos un modelo de grupos de hogar en los que, dado que lo que se busca es un evangelismo natural, relacional y basado en la integración de los no creyentes en las vidas de los creyentes, sean homogéneos (en la medida de lo posible), tengan encuentros semanales como mínimo, con encuentros lúdicos frecuentes y con una activa vida social entre las personas participantes. También proponemos que se sigan devocionales comunes que puedan servir como base para compartir en el momento de edificación de los encuentros. Y, en nuestra experiencia, es excelente cuando dichos devocionales van coordinados también con la enseñanza dominical desde el púlpito. Es decir, el domingo se predica en un pasaje que, después, es meditado durante la semana por los creyentes en su vida devocional personal. Y, de esa forma, la Palabra del Señor penetra en los corazones no solo a través del mensaje dominical, sino también de la propia vida devocional de cada creyente.
Para ayudar a las iglesias que quieren intentar aplicar este modelo de grupos, disponemos de materiales formativos, guías devocionales y guías para líderes, así como de la disposición a dar la asistencia necesaria, resolver dudas, etcétera. En realidad, para nosotros lo importante no es el modelo de grupos de hogar que se siga, sino que la iglesia mantenga una vida evangelística activa y «esencial».
Esperamos que toda esta información pueda ser de utilidad y, sobre todo, que sirva para que el reino de Dios crezca y se extienda a través del ministerio de la reconciliación que todo creyente debe vivir como su propósito vital.
Como siempre, queremos recordar que lo que presentamos es un modelo de grupos de hogar. No es el único, y quizá tampoco sea el idóneo para todas las iglesias en cualquier situación. Sin embargo, es un modelo aplicado por muchas comunidades en todo el mundo con unos resultados excelentes.
Estas informaciones así como materiales de apoyo y otras herramientas, están disponibles en www.diakonos.es. Para más información, pueden entrar en contacto con [email protected].)
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