Teniendo en cuenta lo que se conoce sobre la increíble complejidad celular, no es sorprendente que las investigaciones acerca del supuesto origen químico de la vida estén en un callejón sin salida.
Darwin estaba convencido de que la vida podía haberse originado a partir de reacciones químicas ocurridas por casualidad en algún charco templado de la Tierra primitiva. Mediante los rudimentarios microscopios ópticos que existían en aquella época no era posible observar y comprender la complejidad existente en el interior de cualquier célula, por simple que ésta fuera. Los naturalistas decimonónicos creían que las células constituyentes de los seres vivos eran simplemente como minúsculas gotitas de gelatina que poseían sólo un oscuro núcleo en su interior. No fue hasta la década de 1930, gracias al invento del microscopio electrónico, que la citología empezó a descubrir las múltiples estructuras y complejas funciones que albergaba el interior celular.
Hoy se conocen la mayoría de los componentes celulares, aunque todavía se siguen descubriendo detalles que no dejan de sorprender a los investigadores.Muchos han comparado la célula con una ciudad automatizadaya que las posibles analogías entre los distintos orgánulos citoplasmáticos, o pertenecientes al núcleo, y los artefactos elaborados por la ingeniería moderna son numerosas. Teniendo en cuenta lo que se conoce sobre esta increíble complejidad celular, no es sorprendente que las investigaciones acerca del supuesto origen químico de la vida estén en un callejón sin salida.
John Maddox, el famoso físico evolucionista inglés que fue director durante más de veinte años de la revista científica Nature, escribió la siguiente declaración:
“Sabemos ya cuándo apareció la vida en la superficie de la Tierra, pero aún no sabemos cómo empezó a existir. Ya se están haciendo serios intentos de localizar planetas en órbita alrededor de otras estrellas, capaces de albergar seres vivos de alguna clase. Pero, ¿cómo vamos a saber que hemos encontrado un planeta capaz de sustentar vida, si en general ignoramos cómo surgió la vida espontáneamente en la superficie primitiva de nuestro propio planeta?”.[1]
El origen de la vida en la Tierra sigue siendo el gran misterio no resuelto de la ciencia contemporánea. Esta dificultad del darwinismo naturalista es precisamente lo que cabría esperar si realmente un Dios inteligente hubiera creado la vida de manera milagrosa. Es más, incluso aunque la ciencia lograra algún día crear vida en el laboratorio, a partir de materia inorgánica, esto demostraría que se requiere inteligencia para hacerlo y que, por tanto, también se debió necesitar al principio.
Nuestra experiencia humana nos sugiere que la creación de información está siempre relacionada con la actividad de la conciencia inteligente.Por ejemplo, la música que hace vibrar nuestros sentimientos nace de la sensibilidad consciente del músico. Todas las obras de arte de la literatura universal se gestaron en la mente de sus escritores. De la misma manera, las múltiples habilidades de las computadoras fueron previamente planificadas por los ingenieros informáticos que realizaron los diversos programas. La información, o complejidad específica, hunde habitualmente sus raíces en agentes inteligentes humanos. Al constatar el fracaso de las investigaciones científicas por explicar, desde las solas leyes naturales, el origen de la información que evidencia la vida, ¿por qué no contemplar la posibilidad de que ésta se originara a partir de una mente inteligente?
Esto es, precisamente, lo que proponen autores como William A. Dembski,[2] al afirmar que siempre que concurren propiedades como la complejidad y la especificidad en un determinado sistema, resulta posible deducir que su origen se debe a un diseño inteligente previo. Incluso aunque dicha actividad mental no pueda ser observada directamente. De la misma manera, la biología molecular indica hoy que la información contenida en el ADN y las demás moléculas de los seres vivos solamente puede proceder de una fuente inteligente. Decir que tal conclusión no es científica sino metafísica, porque no se puede demostrar la existencia de tal inteligencia original, no invalida ni refuta el hecho de que siga siendo la mejor explicación.
En efecto, frente al fracaso de todas las interpretaciones naturalistas, la hipótesis del diseño es la más adecuada para dar cuenta del origen de la información biológica. Cuando se ha intentado responder al enigma de la vida desde todas las vías materialistas y se ha comprobado que conducen a callejones sin salida, ¿por qué no admitir que el origen de la misma se debió a la planificación de un agente inteligente anterior al ser humano?Quizás el naturalismo metodológico no sea un buen método científico para encarar adecuadamente el problema de lo que verdaderamente ocurrió al principio.
Los seres vivos están organizados de manera inteligente y guiados por propósitos. La materia viva posee una organización teleológica. Es decir, una tendencia a la finalidad, que no existe en la materia muerta. Cualquier ser vivo posee fines, metas o propósitos. Por ejemplo, los peces poseen branquias con el fin de poder respirar dentro del agua. Las aves tienen alas para volar. Cada parte de un ser vivo sirve para algo, realiza alguna función necesaria, posee una finalidad concreta.
Los biólogos y filósofos de la ciencia no han producido aún una teoría satisfactoria sobre lo que significa estar vivo. Pero esta “tendencia a la finalidad” es un elemento esencial de todos los seres vivos. Los animales y las plantas son irreductiblemente complejos, es decir, están formados por estructuras cuyas partes se necesitan mutuamente para funcionar bien. Esto significa que no pueden haber evolucionado de forma gradual, como propone el darwinismo, porque cualquier estado anterior que careciera de alguna parte sería ineficaz y eliminado.
La materia viva es capaz de reproducirse. Pues bien, el origen de la auto-reproducción es un segundo problema central para el naturalismo. La sexualidad multiplica por dos los problemas para el darwinismo porque si ya es difícil explicar cómo pudo aparecer por evolución aleatoria un ser con capacidad para transmitir copias (gametos con toda la información biológica) de sí mismo, ¿cómo pudo surgir el sexo opuesto por azar, con gametos diferentes pero complementarios, para acoplarse perfectamente y tener descendientes? No se ha podido demostrar el origen de la reproducción por medios puramente naturales. Esto apunta también a la idea de diseño inteligente.
Tal como se ha señalado, la materia viva posee una información muy sofisticada. La existencia del código genético es un misterio.¿Cómo pudo la información inteligente (como la del ADN o ARNt) que hay en las células de los seres vivos, surgir de moléculas no inteligentes, sometidas a fuerzas ciegas y carentes de propósito? El escritor indio, Roy Abraham Varghese, escribe:
Pensemos por un momento en una mesa de mármol delante de nosotros. ¿Creemos realmente que, si se le dan un billón de años o un tiempo infinito, esa mesa podría adquirir conciencia repentina o gradualmente, hacerse consciente de su entorno, de su identidad, en la forma en que lo somos nosotros? Es simplemente inconcebible que algo así pueda suceder. Y lo mismo vale para cualquier tipo de materia (…) Pero la posición atea es que, en algún punto de la historia del universo, lo imposible e inconcebible ocurrió. La materia inerte en algún momento se volvió “viva”, y después consciente, y después capaz de pensamiento conceptual, y después un “yo” (…) esta hipótesis es, sencillamente, ridícula.[3]
Realmente es inconcebible que la materia, por sí sola, pueda generar personas que piensan y actúan. La declaración del darwinismo naturalista, que aceptan muchos científicos hoy, de que el origen de la vida y su progresión, desde formas simples a otras complejas, se logró gracias a la selección molecular y a las mutaciones al azar filtradas por la selección natural, se enfrenta actualmente a varios inconvenientes.La selección natural mantiene estables a las poblaciones animales pero no genera información nueva. Las lagunas del registro fósil contradicen también el evolucionismo gradualista. Se ha indicado ya que el darwinismo es incapaz de explicar el origen de la información biológica y de la información epigenética.
La impresión general de diseño inteligente que refleja la naturaleza es abrumadora y no puede explicarse mediante la selección azarosa de mutaciones fortuitas. La materia es incapaz de producir pensamientos, símbolos, conceptos o percepciones. En mi opinión, el mundo de los seres vivos, conscientes y pensantes, debe tener su origen en una Mente divina. La ciencia actual no impide albergar esta idea: la necesidad de la existencia de un Creador que se parece sospechosamente al Dios de la Biblia.
Notas
[1] Maddox, J. 1999, Lo que queda por descubrir, Debate, Madrid, p. 127.
[2] Dembski, W. A., 2005, Diseño inteligente, Vida, Miami, Florida.
[3] Flew, A. 2013, Dios existe, Trotta, Madrid, p. 138.
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