En ocasiones somos tan absolutamente cuadriculados, que lo único que queremos hacer, es a otros a nuestra imagen y semejanza.
Y bien, se me dirá, "¿Cuál es tu religión?" yo responderé: mi religión es buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad” Esos, los que me dirigen esa pregunta, quieren que les dé un dogma, una solución en que pueda descansar el espíritu en su pereza. Y ni esto quieren, sino que buscan poder encasillarme y meterme en uno de los cuadriculados en que colocan a los espíritus, diciendo de mi: es luterano, es calvinista, es católico, es ateo, es racionalista, es místico, o cualquier otro de estos motes, cuyo sentido claro desconocen, pero que les dispensa de pensar más. Y yo no quiero dejarme encasillar, porque yo, Miguel de Unamuno, como cualquier otro hombre que aspire a conciencia plena, soy una especie única. (Mi religión y otros ensayos, Miguel de Unamuno)
Hace algún tiempo, estaba hablando con una buena y querida amiga, una de esas personas de tu vida a las que quieres profundamente, pero que no puedes ver todos los días, ni puedes darte el lujo de tener una buen rato de charla profunda demasiado a menudo; y entre una cosa y otra me dijo… ¡Sí, sí… Cómo el verso suelto de Unamuno!
La verdad es que me quedé por mucho tiempo pensando en aquella conversación y en aquella preciosa frase, y a mi, que tengo alma de poeta, independientemente de otras muchas cosas; todo el tema del verso suelto, se me quedó prendido en el corazón profundamente durante muchísimos días…
Los versos pueden ser rimados, de arte mayor y menor, alejandrinos, dactílicos, coriámbricos, anapésticos. Pero también pueden ser blancos, libres o sueltos.
No sujetos a la dictadura de las rimas y a la servidumbre de las medidas. Os confieso que siempre me gustaron los versos sueltos, esos que no se someten a un camino predeterminado por otros y así por las buenas; esos que quieren descubrir nuevos senderos, esos que son capaces de aventurarse a dar pisadas y pasos que otros no dieron, que ni siquiera intentaron, o que ni tan solo fueron capaces de atreverse a soñar.
Hace algún tiempo, me encontré con las siete cosas que a Stefan Martiradoni, le parecen que son imprescindibles para ser una mujer especial:
1.- Tus imperfecciones
2.- Tu sonrisa
3.- La actitud que tienes en la vida
4.- Saber reconocer que te equivocaste
5.- Metas y futuro
6.- El amor que tienes dentro
7.- Eres especial por ser tú
Esta especie de lista, puede parecer una gran tontería para algunos; confieso que por unos momentos, tuve la tentación de expresar eso en alto. Pero cuando la leí varias veces, también confieso que cada vez me fue convenciendo más.
Realmente estoy un tanto cansada de interpretaciones bastante erróneas de la mujer de Proverbios 31, la mujer por excelencia según la Biblia.
Cuando vamos a la Escritura, nos encontramos con unas cuantas cosas preciosas que son elogiadas; pero que para muchos, tal vez suenen a sorpresa…
No sé si vosotros podéis encontrar unas cuantas similitudes entre la lista del principio, y la lista entresacada de la Palabra de Dios. Creo sinceramente que hay unas cuantas similitudes, para mi sorpresa y alegría profunda.
Sé perfectamente que no todo el mundo va a estar de acuerdo conmigo, pero os confieso que me encanta.
En ocasiones somos tan absolutamente cuadriculados, y casi me atrevería a decir que tan absolutamente legalistas, que lo único que queremos hacer, es a otros a nuestra imagen y semejanza, o a la idea de lo que nosotros creemos que tiene nuestro Dios de cada cosa; y hablo de una mujer, simple y llanamente porque soy mujer, y bien orgullosa, sanamente hablando, estoy de ello.. Y ¡por supuesto! Más que agradecida a mi Señor por haberme hecho mujer.
Soy hija de Dios, una mujer de Dios que lo ama por encima de todo, y que lo sigue y sirve con todo el fervor de la sangre de sus venas...
Conozco bien la Palabra de mi Dios, y la llevo grabada a fuego muy dentro de mi alma…
Y sé perfectamente que hay un solo Camino, una sola Verdad, y una sola Vida… Mi bendito Señor Jesús…
Pero ¡Por favor! Por enésima vez… ¡Dejadme ser yo misma… Dejadme ser un verso suelto!
VERSO SUELTO
¡Dejadme ser un verso suelto, blanco o libre!
De esos que no riman perfección de vez en cuando.
Que tanta rima consonante aburre,
aburre de perfecta en tono disonante.
Y dejadme que sueñe en la mañana,
y dejadme que sueñe por la tarde,
dejadme que sueñe por la noche;
¡dejadme soñar de vez en cuando!
Que conozco el Camino y su llegada,
que conozco a mi Dios y su llamada;
pero mi Dios no es Dios de mira estrecha,
es amplio su regazo, voz, y Gracia regalada.
Y hoy quiero vivir en libertad, que no libertinaje;
y hoy quiero vivir en plenitud, llena de vida;
esa vida que dio la Vida mía,
esa Vida que llena el alma mía.
¡Dejadme ser un verso suelto, blanco o libre!
¡Dejadme por favor, que soy llamada!
Y en ese santo amor que me hace enajenada,
quiero vivir en paz e ilusionada.
Beatriz Garrido
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