Los medios de comunicación también son importantes para la misión.
En estos días estivales, mientras preparábamos materiales para el próximo curso y sus actividades, decidí por un momento releer algunos párrafos de la Guía de Estudio sobre el Compromiso de Ciudad del Cabo que tengo en pdf y en papel. Me encanta sobre todo en papel, para poder percibir que las palabras penetran a través del tacto y de los sentidos.
De pronto di con el apartado donde se encuentra el tema La Verdad y los Medios de Comunicación Globalizados, y con su enseñanza principal, que dice:
“Los cristianos debemos prestar atención a los medios de comunicación. Por una parte, debemos aprender a generar una conciencia crítica hacia lo que aparece en ellos, por otra parte, debemos animar y preparar a los cristianos para que estén presentes en ellos con una aportación constructiva para la sociedad”. Y, adentrándome más, nuevamente refresqué la memoria leyendo el texto: “Nos comprometemos a una crítica renovada y a una dedicación creativa con los medios de comunicación y la tecnología como parte de asumir el caso de la verdad de Cristo en nuestra cultura de los medios de comunicación. Debemos hacerlo así, como embajadores de Dios de la verdad, la gracia, el amor, la paz y la justicia. Relacionamos a continuación las principales necesidades (…).
Y una vez más me he preguntado si a los cristianos nos importa y valoramos y sabemos lo que son los medios de comunicación que forman parte de nuestro día a día.
Vivimos una época en la cual los medios de comunicación ya no están en manos de unos pocos privilegiados; las nuevas tecnologías evolucionan y son más asequibles, facilitando la difusión de la información y la comunicación entre las personas.
En esta ebullición de los medios, algunas veces se distorsionan los objetivos de su utilización tendiendo hacia fines exacerbados para la obtención de riqueza, poder, status, privilegios... Descorazonador es cuando la prensa se torna rosa o amarilla, y los temas abordados son tan banales que no aportan nada a la condición humana.
¿Qué diría Cristo ante este panorama? Sin dudarlo podemos repetir: ‘No ha de ser así entre vosotros’. Y en medio de esta vorágine de los medios, suponemos que los cristianos tenemos algo que decir y algo que hacer. El mismo Jesús nos dejó la Gran Comisión de extender el Reino por todas partes. ¿Cómo no hacer uso de toda esa gama de medios y tecnología que tenemos delante? ¿Cómo no arriesgarnos a ser portavoces de los que sufren pobreza, explotación sexual, de los niños que trabajan o son soldados precoces, por las mujeres víctimas de la violencia doméstica, etc… para que la sociedad haga una toma de conciencia al respecto? ¿Cómo no arriesgarnos a denunciar las injusticias, la corrupción, la falta de ética? Para ello hay que tener autoridad y el respaldo de una buena reputación, la garantía de que somos personas transformadas que han decidido seguir el estilo de vida del Maestro. Tener esa credibilidad que tuvo Él, nuestro gran comunicador por excelencia, que había sido enviado por el Padre y luego es el que envía. Credibilidad como la tuvieron los profetas comunicadores de los mensajes de Dios a su pueblo y a las naciones vecinas. Mensajes para bien y no para calamidad, porque los mensajes influyen en los oyentes, sean hablados o escritos, o en imagen.
Los medios de comunicación también son importantes para la misión.
Esta labor hay que desarrollarla con profesionalidad, libertad y motivaciones honestas para que el mensaje de verdad pueda transmitirse con excelencia, de modo que pueda trascender más allá de nuestras fronteras evangélicas, proyectándose a la sociedad. Y pueda estar en igualdad de condiciones respecto a otros medios seculares. ¿Nos hemos dado cuenta los evangélicos de la magnitud de este potencial en la propagación de las Buenas Noticias? ¿Somos conscientes de que este ministerio como tantos otros necesita de oraciones, recursos humanos y económicos? ¿Somos conscientes los evangélicos de la importancia de los medios de comunicación?
Actualmente somos testigos del surgimiento de programas de radio, televisión, revistas en papel y por Internet, etc., con la finalidad de darnos a conocer a una sociedad que muchas veces tiene imágenes distorsionadas del mundo evangélico. También vemos una actividad incesante de muchos que se comprometen y sacrifican días de descanso, comodidades y “reputación”, ¿por qué no decirlo?, por difundir las Buenas Noticias e informar sobre la labor que se está realizando hasta en lo más recóndito de la tierra en torno a este propósito. Que todavía falta mejorar, pues claro que sí. Después de años en la clandestinidad, cuesta.
Seguro que a todos nos encanta recibir noticias y estar al día con los sucesos que tienen que ver con el pueblo de Dios, e incluso nos atrevemos a participar y opinar en muchas iniciativas que nos ofrecen. Sin embargo, es posible afirmar que en raras ocasiones preguntamos cómo se materializa ese abanico de posibilidades que nos presentan. Si detrás de toda esa información hay gente que altruistamente dona su tiempo o que aportan recursos. Es obvio que todo lo debemos hacer para Su gloria, pero hay que decir que incluso la gracia tiene un precio. Alguien tuvo que dar a su Hijo para que obtengamos ese regalo.
Y conviene preguntarnos si cuando esos hermanos nuestros se embarcan en una iniciativa de estas, aparte de las críticas, merecidas muchas veces porque no hay nadie perfecto, más bien necesitan de un empujón o del hombro de otros dispuestos a trabajar codo a codo. Y ahí es donde se ven nuestras intenciones, porque el compromiso cuesta, aunque el yugo sea fácil de llevar. Y difundir la Verdad también exige dar algo para que se plasme esa difusión. Incluso se necesitan las críticas, pero constructivas, con visión de compromiso e implicación con el objeto sobre el cual opinamos. Y se necesitan recursos monetarios para que, a veces, algunos se dediquen a tiempo completo para alcanzar esa excelencia que demandamos.
Desde mi modestia, pensé en todos los instrumentos que Dios pone a nuestro alcance para que le demos a conocer, y me di cuenta de que los mismos parecieran gritar para que los utilicemos, con sabiduría y prudencia. Pensé en la importancia de que unos a otros nos enseñemos a apreciar con espíritu crítico lo que se nos presenta en los medios, pero también con rectitud, imparcialidad, intentando siempre ver la verdad, pero sin los prejuicios nuestros y de los otros. Y pensé en la importancia de los responsables de iglesias y organismos del ámbito cristiano en cuanto a incentivar a las personas a conocer y utilizar, desde la luz de la Palabra, los medios de comunicación, sin temor a que puedan desviarse. Enseñarles a leer con espíritu crítico, pero animarlos a que conozcan más allá de sus ámbitos fronterizos. Contarles que tienen hermanos que escriben y que podrían leerlos, reteniendo lo bueno y quitando lo que no les convenga. Y no digo esto pensando en mí, ya que apenas soy una aprendiz en todo, sino en ese contingente que tenemos ahí y que pueden ser muy valiosos para la causa de Cristo, lo cual nos lleva a velar por la causa de toda la humanidad, porque sabemos que ésta es importante para Dios.
Leer hace pensar, y si se está bien orientado será para bien. Por eso los medios cristianos y seculares deberían esmerarse y los que escribimos también en buscar la excelencia que sea posible, pues, como siempre digo: “somos humanos y estamos todavía por aquí en la tierra”. Incentivarnos, valorarnos, leernos, difundirnos, ser sinceros entre nosotros para mejorar el producto. Aconsejarnos con espíritu de mansedumbre, estimularnos a prepararnos más, a decir siempre lo correcto, a investigar y buscar buenas fuentes… a estar al pie del cañón, a sacrificarnos.
Pienso que no podemos estar al margen de lo que sucede a nuestro alrededor, porque nos afecta y dependemos de ello y, ello, de nosotros. Porque la Verdad quiere hacerse camino y vida abundante para todos si es posible. Por lo tanto, los medios de comunicación, los comunicadores, deben indagar acerca de lo que la sociedad les pide. Cómo atender cada una de las esferas que conforman esta sociedad, teniendo en cuenta que hay que informar de forma integral, y entender que no hay separación entre lo sagrado y lo secular.
En dos de los encuentros anuales organizados por el Movimiento Lausana en España, grupos de trabajo realizaron un diagnóstico acerca de cómo se aborda este tema tanto en la sociedad española como en la iglesia, resultando de ello unas oportunas conclusiones y propuestas de acción, las cuales han sido publicadas en el blog Lausana de Protestante Digital. Sería interesante que los que escribimos en distintos medios, los responsables de estos medios, así como los propios lectores, valoremos estas iniciativas como una muestra de apoyo e interés, teniendo en cuenta que algunos dedican tiempo y recursos para por lo menos intentar contribuir a mejorar lo ya existente. Es una opinión muy personal.
Es evidente que no podemos colaborar en todo, pero allí donde Dios quiere que pongamos nuestra mira, apoyemos. No todos vamos a escribir, pero podemos orar, aportar unos recursos, animar a los que escriben, aconsejarlos, orar por ellos. Animemos a usar las redes sociales, Internet, la radio, la televisión, boletines de iglesia, periódicos digitales cristianos y seculares, siempre con sabiduría. Que Dios nos ayude…
“Ninguna palabra torpe salga de vuestra boca, sino la que sea buena para edificación, para que dé gracia a los oyentes” (Efesios 4.29)
Estas son apenas unas inquietudes de parte de una eterna aprendiz, una mera aficionada en estas lides.
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