Cometemos un craso error cuando en nuestro deseo de combatir la falta de conocimiento bíblico, convertimos el conocimiento en un fin y no en un medio.
El título de este artículo, a priori, puede ser confuso. ¿Cómo el conocimiento teológico podría ser peligroso? ¿No sé supone más bien que este conocimiento es beneficioso e imprescindible? ¿No reside el verdadero peligro en la falta de este conocimiento teológico en las iglesias? Ciertamente, la falta de conocimiento bíblico y teológico es uno de los grandes males que afecta a muchas iglesias cristianas, dando lugar a toda clase de herejías, sectas y prácticas vergonzosas. En otro contexto, el profeta Oseas escribió: «Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento» (Oseas 4,6). El conocimiento es indispensable. El apóstol Pablo oraba por sus hermanos en Colosas para que fuesen: «Llenos del conocimiento de su voluntad» (Colosenses 1,9). Pero tal conocimiento no es un fin en sí mismo, sino que es un medio que persigue un fin mayor: la transformación integral de nuestras vidas a la imagen de Jesucristo, de modo que nos convirtamos en verdaderos adoradores del Dios verdadero. De modo que cometemos un craso error cuando en nuestro deseo de combatir la falta de conocimiento bíblico, convertimos el conocimiento en un fin y no en un medio. Y sí, este es un peligro real que amenaza a la Iglesia en Occidente.
Sabemos que el conocimiento teológico se ha convertido en un fin cuando los Seminarios Bíblicos y Facultades Teológicas pierden su dimensión práctica y se enfocan únicamente en el conocimiento; cuando se evalúa el conocimiento del estudiante, pero no su carácter o vida devocional; cuando el estudio de la Palabra de Dios te lleva a hincar los codos, pero no a hincar las rodillas en actitud de adoración; cuando las iglesias miden el grado de madurez de sus miembros por su conocimiento de los conceptos teológicos de la Sagrada Escritura y no tanto por su piedad o poder espiritual, cuando nos es fácil aprender teología, pero nos resulta complicado vivirla.
Debería resultarnos aleccionador el hecho de que los mayores conocedores del Texto Sagrado en tiempos de Jesucristo –fariseos, escribas y doctores de la Ley–, fuesen los que recibiesen las críticas más duras por parte de Jesús (Mateo 23,13-33). ¿De qué les sirvió su conocimiento? Sus vidas giraban en torno al estudio e interpretación de la Ley, pero sus vidas no habían sido afectadas por la misma. Y algo anda mal, muy mal, cuando puedes pasar horas de estudio alrededor del texto bíblico, pero su mensaje no te conmueve de manera personal y auténtica a cada momento.
En resumen, es imposible crecer en la vida cristiana sin conocimiento. De hecho, el nuevo hombre creado en Cristo Jesús es aquel que: «Se va renovando hasta el conocimiento pleno» (Colosenses 3,10). Aquellos cristianos que minusvaloran la importancia del estudio bíblico, ya sea de manera autodidacta o por medio de Institutos Bíblicos y Facultades Teológicas, en aras de una falsa espiritualidad anti-intelectual, viven un pseudo-cristianismo. Como bien dijo el teólogo y reformador francés, Juan Calvino: «Es un pecado contra la Gloria de Dios la mediocridad intelectual, porque a la Gloria de Dios debe consagrarse lo mejor que un hombre pueda alcanzar ser». No obstante, este conocimiento no debe reducirse a lo meramente teórico o académico –lo cual es otro peligro real–. El conocimiento teológico, cuando no transforma el carácter de la persona que lo posee, no sirve en absoluto sino para endurecer el corazón del individuo.
El apóstol Pablo, en su carta a los Colosenses, subraya tanto la importancia del conocimiento como el propósito de este, cuando escribe: «…que seáis llenos del pleno conocimiento de su voluntad…para que andéis como es digno del Señor, con el fin de agradarle en todo» (Colosenses 1,9-10).
El verdadero conocimiento no es cuestión, al menos únicamente, de acumular información bíblico-teológica en la cabeza, sino de transformar todo nuestro ser a la Imago Dei (imagen de Dios), para vivir de una manera coherente y agradable a Dios en todas las áreas de nuestra vida.
Te dejo con algunas preguntas de reflexión personal:
No permitas que el conocimiento bíblico y teológico se conviertan en un fin en sí mismo para tu vida. No permitas que tu cabeza engorde mientras tu corazón se seca. No permitas que tu vida devocional mengüe. No permitas ser engañado creyendo que tu madurez depende más de tu conocimiento de la Biblia, que de tu carácter y piedad. No lo permitas.
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