Él nos confronta ofreciéndonos una transformación completa en nuestras vidas. Es nuestra decisión aceptarlo o no, sabiendo el sacrificio que eso conlleva.
Cuando Dios toca, lo hace de una manera poderosa, completa y eficaz, con poder para cambiar a cualquier persona. Solo Dios puede hacer que alguien sustituya un arma por una Biblia, esta es la historia de Deborah*.
Deborah, de 57 años, pertenece a una de las tribus más importantes y antiguas de Filipinas. Históricamente, este había sido el primer clan en convertirse al Islam, lo que a los ojos de los demás los convertían en realeza. Esto hace que los miembros de esta tribu tengan cierta impunidad y autoridad sobre las otras tribus de la zona.
Deborah había aprendido todo esto desde pequeña y su vida había estado marcada por la lucha y la violencia. Tal y como hacían los demás miembros de su tribu, Deborah tenía que hacerse respetar, ella no pertenecía a un clan cualquiera. Por lo tanto, peleaba con cualquiera que encontrara a su paso, era su forma de resolver las cosas. Ya fuera un problema serio o una discusión vecinal, Deborah no temía a nada ni nadie, jamás huyó, ni una sola vez.
La propia Deborah nos cuenta como era su vida:
“Era muy agresiva. Una vez en medio de una pelea con mi vecina cogí mi machete y estuve a punto de asesinarla ahí mismo. Lo recuerdo bien, era viernes y me dirigía a la mezquita para rezar”
Deborah siempre estaba peleándose, algo que su marido odiaba. Él le echaba en cara esta actitud, según este, ella siempre estaba envuelta en altercados con otras personas.
Sin embargo, Dios tenía otros planes, Él quería utilizar a Deborah para su obra.
Un día mientras andaba, se encontró a su nieto en la puerta de la iglesia local. Este asistía de forma regular a las reuniones para niños que los cristianos organizan en la aldea.
“¿Qué haces yendo ahí? Esa religión no es la nuestra” le dijo ella. Este pensamiento es bastante común en la zona sur de Filipinas, un territorio mayoritariamente musulmán.
Sin responderle, su nieto le enseñó una Biblia y le dijo que la leyera. Era una Biblia preciosa, escrita en su propio idioma. Lo poco que pudo leer le encantó, se enamoró de ella al instante y le pidió a su nieto una copia.
Una vez que obtuvo su propia Biblia estaba tan emocionada que no sabía por dónde empezar. Deborah comenzó a leerla a todas horas y empezó a asistir a los cursos de alfabetización que Puertas Abiertas tiene en el pueblo. Ella quería entender más y más sobre lo que estaba leyendo.
Ahora, además del curso atiende a la iglesia de forma regular y forma parte junto con otras mujeres en su misma situación de una comunidad cristiana de personas de origen musulmán. Su carácter ha cambiado por completo, la gente que antes la admiraba, ahora se burla de ella. “Dejadla pasar, ella se cree que es como Dios” le gritan en ocasiones al pasar por la calle. En otros tiempos, estas palabras habrían sido más que suficientes para iniciar un baño de sangre, pero Dios había reconducido su orgullo. Ahora era una seguidora de Jesús y no iba a avergonzarse por ello. Dios había transformado su vida, era una persona distinta y el amor que había recibido por la palabra de Dios nunca la abandonó. En una ocasión, durante un fuego que se propagó en su comunidad, lo único que pudo rescatar fue su Biblia. Agarrándola fuerte entre sus manos empezó a orar alzando su voz al cielo mientras su casa se quemaba. A su lado, vio a su nieto haciendo lo mismo mientras ambos hacían caso omiso a las miradas de sus vecinos.
Deborah nunca ha abandonado su fe y ha aprendido a entregar todo a Jesús, aún en medio de la persecución, los insultos e incluso la pobreza, circunstancias que como musulmán nunca había tenido que enfrentar.
A veces pensamos que por el hecho de ser cristianos nuestras vidas van a ser meros caminos de rosas, pero lo cierto es que probablemente terminen siendo más difíciles. Cuando de verdad nos sometemos a la voluntad de Cristo y comenzamos a actuar como Él, en vez de como nuestros instintos humanos nos dictan, las circunstancias comienzan a complicarse. Probablemente nunca nos enfrentemos a una persecución como la de Deborah, pero bien podemos entender a través de su testimonio el precio que la cruz se ha tomado en su vida. Como muchos otros antes, Deborah ha elegido el camino estrecho y para ello ha tenido que abandonar sus comodidades, su estatus social e incluso el respeto que otras personas le tenían. ¿Merece la pena? Viendo la vida de Deborah antes de tener un encuentro con Jesús, no nos es complicado ver que las cosas podrían haber acabado muy mal para ella y para la gente de su alrededor. Pero Dios no nos abandona, Él nos confronta ofreciéndonos una transformación completa en nuestras vidas. Es nuestra decisión aceptarlo o no, sabiendo el sacrificio que eso conlleva.
El poder de la palabra de Dios es evidente en la vida de Deborah, los cursos que Puertas Abiertas tiene en la zona la están ayudando a profundizar más y más en ella, conocimiento que luego comparte con aquel que quiera escucharla.
Aun sopesando todo lo que Deborah ha perdido a causa de su Fe, ella nos dice esto:
“Jesús me ha dado todo. Todo lo que necesito”
Y ciertamente Él lo ha hecho.
Una vez que nos rendimos a los planes de Dios, solo nos queda cumplir el mandato más importante que Él nos encomendó a través de su hijo, la “Gran Comisión”. En esta tarea todos nosotros tenemos nuestra parte que cumplir, pero no tenemos por qué hacerlo solos. Como iglesia universal tenemos la necesidad y la responsabilidad de estar apoyando mediante la oración y nuestros recursos a personas como Deborah que están haciendo su parte aún en medio de la dificultad.
“Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación” 2 Corintios 1:7
Hagamos pues nuestra parte y apoyemos a nuestros hermanos en todo el mundo a hacer la suya, con el fin de que entre todos podamos llegar hasta lo último de la tierra. Todo para la gloria de Cristo.
*Pseudónimo utilizado por motivos de seguridad
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