El autor presenta una buena muestra de escritos que prueban que María Magdalena continúa estando vigente, pero también que su imagen ha sido desfigurada a lo largo de los siglos.
María Magdalena en la Literatura. Lo que se ha dicho y lo que sabemos (Teukhos, Terrassa, 2019, 222 páginas. Prólogo de Asunción Quintana). Así se titula uno de los últimos libros publicados por Juan Antonio Monroy, que, con sumo interés, he leído, pues la protagonista de esta obra siempre me ha parecido admirable por su fe, constancia, compromiso en seguir la Maestro, tanto es así que luego se torna en la primera en verlo después de su resurrección, y en ser la que tiene el cometido de contar a los demás este gran hecho. Como dice Asunción Quintana en el Prólogo: “en ella, Jesús deposita su confianza para darle la gran responsabilidad de ir a decir que Él no estaba muerto, que la tumba estaba vacía, porque ¡Él resucitó!”.
Estos hechos han servido para que María de Magdala sea objeto de admiración, pero también de grandes controversias. Podría haber quedado como tantos otros personajes de la Biblia sirviendo de ejemplo, pero no, muchos han querido quitarle ese lugar en el que la colocó el mismísimo Jesús, a quien muchos decimos seguir. Pues sobre ella se han escrito abundantes líneas con enfoques diversos; se han elaborado leyendas, fábulas, novelas, ensayos… algunos acertados, otros no tanto. Como señala Monroy en la Introducción del libro: “Después de los cuatro Evangelios la cristiandad primitiva tenía a María Magdalena como discípula de Jesús, con un protagonismo importante en la historia jamás contada”.
Y esta gran mujer continúa vigente en la literatura actual, y es lo que el autor de esta obra quiere dejar claro con su análisis de 36 libros que abordan al personaje de María Magdalena. “Obras escritas el día de ayer y otras que se remontan al siglo trece”, por autores como Maurice Maeterlinck, David Herbert Lawrence, Raymond Léopold Brukberger, Susan Haskins, Peter Berling, Margaret Starbird, Santiago de la Vorágine, José Luis Giménez, Kathleen McGowan, Dan Brown, Juan Arias, Laurence Gardner, Peter Ketter, Ki Longfellow, Juana Torres y Mar Marcos, Alicia Gallego Zarzosa, Lars Muhl, Lope de vega (1615), Fray Pedro Malón de Echaide (1588), Pedro Miguel Lamet, M. Sicard, entre otros.
Este trabajo de crítica literaria, que bien puede considerarse como una antología comentada, nos ofrece una panorámica sobre la visión que se tiene de María Magdalena y así poder sacar nuestras propias conclusiones. Pero ¡ojo!, hay que tener abierta la Biblia, como el mismo autor recomienda, ya que la información que podemos extraer de estos ensayos y novelas también puede ser inexacta y contradictoria, sin ningún valor histórico, que pueden llevarnos a conclusiones erróneas si no tenemos un conocimiento aceptable de las fuentes bíblicas.
Impresiona la dedicación de Monroy para adentrarse en esta amplia muestra de obras, algunas de las cuales él mismo ha traducido para poder leerlas. Algunas lo han defraudado, pero sabe que para llevar a cabo una crítica seria hay que leer, investigar, dedicar tiempo. Muchos desfiguran obras y personas desde la pereza, con total impunidad. Solo así, Monroy puede darnos pautas, con autoridad, para no caer en errores como una buena parte de los autores considerados en su libro. Por ejemplo, Henri Lacordaire (Francia 1802-1861), sacerdote, poeta, autor de varios libros, entre ellos un libro sobre María Magdalena. Dice Monroy que Lacordaire lo ha defraudado por desfigurar la historia con impunidad diciendo que Magdalena, María de Betania y la mujer de Lucas 7 son la misma persona. Error en el que coinciden muchos de los autores mencionados en el libro. Es decepcionante, pues a pesar de su talante intelectual no se ajusta a la verdad de los hechos, más bien los distorsiona… Al igual que otro autor de la muestra presentada por Monroy, Louis Duchesne (Francia 1842-Roma 1922), sacerdote y reputado teólogo, quien escribió entre otros el libro La leyenda de Santa María Magdalena, quien se centra en leyendas que hacen referencia a la muerte de Magdalena y los lugares que reclaman su cuerpo. Identifica a María de Betania con María de Magdala. He aquí un fragmento del libro citado por Monroy: “Magdalena, huyendo de la persecución de los judíos, se trasladó por mar a Marsella en compañía de su hermano Lázaro y de su hermana Marta”. Nada que ver con el relato contenido en los Evangelios ni en los anales de la Iglesia primitiva, tal como nos lo va detallando el autor a la luz de la Palabra.
A medida que vamos recorriendo las páginas del libro con avidez y deseos de ampliar nuestro conocimiento sobre esta singular mujer, nos sentimos sorprendidos por la cantidad de invenciones y relatos fantasiosos. No podemos negar que una novela o una obra teatral pueden tener parte de la realidad y parte de fantasía, pero cuando te atreves a utilizar las narraciones contenidas en los Evangelios, para elaborar una obra literaria, debes tener por lo menos cierto respeto y un mínimo de acercamiento a los hechos reales. Nos encontramos con una cantidad de historias que van desde una relación sentimental de Jesús con María Magdalena, incluida una supuesta boda, así como la existencia de un hijo o una hija de ambos. Incluso otros señalan que Magdalena estuvo enamorada de Judas. Que fue prostituta. Que tuvo muchos amantes. Que murió en Éfeso…
El escritor colombiano José María Vargas Vila (Bogotá, Colombia, 1860-Barcelona, España 1933), autor con extensa producción literaria y también dedicado a la política, dentro y fuera de su país, con gran destreza y belleza escribe sobre María Magdalena (Editorial Román Sopena, 1917), según comenta Monroy, pero se aparta de toda la verdad al escribir, y, además, lo hace con un lenguaje obsceno. Nada dice del relato contenido en los evangelios.
Nos asombra que autores reputados, escritores y poetas destacados, teólogos, exsacerdotes, que supuestamente se han adentrado profundamente en las escrituras, carezcan de cierta sensibilidad a la hora de contar historias y elaborar obras que pueden influenciar en los lectores. No se pretende coartar las libertades por las que tanto luchamos, censurar ni elaborar un índice de libros prohibidos, más bien animar a contar, dar a conocer, pero con un mínimo de observancia a las reglas de convivencia. Se puede novelar, pero observando las formas, el lenguaje, dejando de centrarse solamente en la rentabilidad.
Algunos continúan identificando a Magdalena con la mujer llamada pecadora en el capítulo 7 de San Lucas, como María Luisa Luca de Tena (Madrid 1922-2010), quien escribió un largo artículo biográfico sobre la mujer de Magdala. Señala Monroy que un jesuita del siglo XVI, Juan Maldonado, autor de un comentario de los Evangelios en tres tomos, afirma que “la identificación de esta pecadora anónima ha sido siempre un arduo problema, tal vez insoluble, como lo demuestra la enorme biblioteca que podría citarse sin esfuerzo. Esto mismo indica que carecen de argumentos convincentes los patrones de las diversas hipótesis” (tomo II, página 497). Monroy nos va ofreciendo nombres de prestigiosos biblistas que aseguran que no hay base para esta identificación. Animo al lector a adentrarse en estos detalles.
Algo interesante es que Monroy nos retrotrae a la época medieval, en la que “cardenales, obispos, sacerdotes, intelectuales católicos de todos los géneros, escritores apegados a la mitra vaticana, juzgaban a María Magdalena por la definición que de ella hizo el papa Gregorio I, llamado el Magno”. “En el año 591 -dice- este papa publicó una homilía en la que dijo que la mujer supuestamente pecadora de la que escribe Lucas en el capítulo 7 de su Evangelio, María de Betania, hermana de Marta y de Lázaro, y María Magdalena eran una sola persona”. Esta afirmación también es refutada por uno de los ensayos citados por Monroy. Este ensayo del sacerdote Sicard es serio y bien documentado, comenta Monroy, y que afirma que los escritores griegos de los primeros siglos distinguieron sin ningún género de duda entre María de Betania y María Magdalena. Entre estos escritores destaca a Orígenes, teólogo nacido en el siglo II. Según Sicard, Orígenes admite que un gran número de padres de la iglesia y otros escritores, tiempo después siguieron profesando la misma creencia”. Hasta que, a principios del siglo VII, el citado Gregorio Magno emite una opinión contraria a ésta, promulgando además que Magdalena era prostituta y fornicaria.
Teniendo en cuenta que “el papado dominaba toda la Edad Media como poder espiritual”, y “los obispos se dicen sucesores de los apóstoles, ejerciendo el poder de atar y desatar”, y que “la Iglesia es la puerta por donde se entra al reino de los cielos, y el episcopado el que tiene las llaves”, como dice el historiador belga François Laurent en el segundo tomo de su “Historia de la humanidad”, no es de extrañar que en esta creencia viviera toda la Edad Media. Esta línea es la que siguió el reputado teólogo, historiador y arqueólogo Victor Saxer (Alsacia francesa 1918- 2004), citado también por Monroy. Opinión que ha sido refutada por importantes teólogos, biblistas, comentaristas… Estos hechos nos llevan a la toma de conciencia acerca de lo peligroso que puede ser escribir y afirmar sobre asuntos que no conocemos o no nos hemos molestado en investigar sobre ellos. Consternados nos deja descubrir que estas afirmaciones erróneas se gestaran en la propia Iglesia, donde se supone están los conocedores de la Verdad y son los encargados de guiar (bien) al pueblo de Dios, y a todos los que quieran acercarse.
El lector puede extraer sus propias conclusiones, pero como bien señala Monroy, estos argumentos no se sostienen con la Biblia abierta. Por lo tanto, debemos ir a la fuente fidedigna: la Palabra. Dice: “El apóstol San Juan era muy meticuloso en la designación de personas. Menciona a cuatro mujeres llamadas María. Pero en ningún lugar del Evangelio que escribió dice: ‘María, hermana de Marta y Lázaro, llamada Magdalena...’. O ‘María Magdalena, hermana de Marta”. Ni dice: ‘María, la pecadora hermana de Marta’. Juan habría inducido a error a sus lectores si hubiera escrito que María de Betania y María de Magdala eran la misma persona”. Como estas, el autor nos va ofreciendo valiosas aclaraciones.
Y cuando se refiere al libro María Magdalena y su tratamiento erótico, de Alicia Gallego Zarzosa, dice: “De una vez por todas: María, hermana de Marta y de Lázaro, no era María Magdalena: No, rotundamente no, eran dos mujeres distintas. San Juan distingue a las dos por sus nombres. Además, una era de Betania y la otra de Magdala, distantes unos ochenta kilómetros… Todo el morbo de la leyenda que ahora circula en torno a María Magdalena parte del desconocimiento de los Evangelios… Esta maraña de teorías y de fábulas en torno a la santa de Magdala, primera persona que vio a Jesús resucitado, tiene su origen en falsas interpretaciones de los libros sagrados y, lo más repugnante, en inventar historias para que escritores y editores engorden sus cuentas bancarias”. En este sentido, también señala que, en la novela El Código Da Vinci, de autoría de Dan Brown, éste plantea numerosos temas, algunos verdaderos, otros falsos, y otros que pueden ser sometidos a discusión. Dice, además, que cuando Brown escribe sobre la relación entre Jesús y María Magdalena, “manipula sus vidas a su antojo”. Y que esta insistencia en presentar a Jesús casado tiene como objetivo “despojarlo de su divinidad y reducirlo a la condición de simple humano mortal”. “Miles de lectores tienen como artículo de fe las mentiras de la novela”, comenta.
No obstante, también nos encontramos con autores que se han animado a realizar estudios serios para dar una visión de Magdalena lo más certera posible. Como es el caso de Luz María del Amo, doctora en Historia del Arte por la Universidad Complutense, quien escribió un texto titulado María Magdalena, la apóstola apostolorum (forma parte de un trabajo escrito para el Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas de El Escorial). Otro de los trabajos escritos con objetividad, señala Monroy, es la obra en la que Isabel Gómez-Acebo recopila los escritos de varias mujeres que, según el autor “dicen cosas importantes sobre la santa mujer de Magdala...”. Y termina este apartado diciendo que este es uno de los libros hasta ahora comentados que con más convicción recomienda a los interesados en María Magdalena. Similar apreciación realiza del libro María de Magdala, de Karen King, catedrática de Estudios del Nuevo Testamento y de Historia del Cristianismo primitivo en la Escuela de teología de la Universidad de Harvard. Dice que “no es una novela al uso, se trata de un ensayo profundo, bien documentado, bien expuesto sobre el cristianismo primitivo y la figura de María Magdalena. No se ocupa de cuestiones banales sobre donde quedó Magdalena después de la resurrección de Cristo o si viajó, como escriben otros autores mediocres… a Egipto, a París o a Marsella. La de Karen King es una obra seria que tiene como objetivo dar a conocer la importancia y significado de la mujer en la Iglesia primitiva y el extraordinario papel representado por María Magdalena”.
Como el lector podrá observar, el autor presenta una buena muestra de escritos que prueban que María Magdalena continúa estando vigente, pero también que su imagen ha sido desfigurada a lo largo de los siglos. Termina señalando “que la María Magdalena que presentan los libros aquí tratados no existió”, pero al mismo tiempo, ofrece un resumen acerca de lo que dice y lo que no dice la Biblia respecto a ella; animando al lector a adentrarse en estos escritos, pero sin olvidar esa gran verdad: que Magdalena fue la primera enviada por Jesús para dar las nuevas de su resurrección. Como agente muy especial en su Misión, trastocando los criterios humanos de su época y de la nuestra. Así, tuvo lugar el inicio de una nueva era.
Gracias a Juan A. Monroy por su incansable labor como escritor y divulgador de la literatura tanto cristiana como secular, estimulándonos a leer y a reflexionar sobre todo aquello que tiene base en el gran Libro.
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