Dios sigue obrando en nosotros, incluso cuando sufrimos.
¿Por qué un Dios todopoderoso y bueno permite que suframos en este mundo?
1.- El sufrimiento revela nuestra pequeñez
Las Escrituras revelan que por naturaleza somos muy altivos, creídos y prepotentes. Nos creemos algo que no somos. Y el sufrimiento es bueno porque nos humilla y nos recuerda que no somos tan grandes como pensamos. “Bueno me es haber sido humillado para que aprenda tus estatutos” (Salmo 119:71).
Si no fuera por el dolor y el sufrimiento, seguramente estaríamos aun más endurecidos en nuestro orgullo de lo que actualmente estamos. El sufrimiento nos hace recordar que somos seres finitos y mortales con una fecha de caducidad.
No vamos a vivir para siempre. Y muchas veces, Dios emplea la adversidad para humillar a sus enemigos y para llevarlos hacia Él.
2.- El sufrimiento nos ayuda en el proceso de santificación
Cuando pertenecemos a Jesucristo, la tribulación nos va puliendo para que seamos hechos conformes a la imagen de Jesucristo. El sufrimiento nos ayuda a desarrollar las virtudes que han de caracterizar a los hijos de Dios.
La Biblia demuestra cómo Dios usa la adversidad para que estemos en forma espiritualmente para luego crecer en Él. En el libro de Génesis, por ejemplo, José lo pasó muy mal antes de ocupar el trono en Egipto.
Dios iba trabajando en su siervo antes de concederle un puesto público clave. Dios santificó a José, preparándole para llevar a cabo su llamamiento.
El Señor hace exactamente lo mismo en todas nuestras vidas. ¿Cómo podríamos crecer sanamente si solamente nos alimentáramos de miel?
3.- El sufrimiento será grandemente recompensado
La buena noticia de la Escritura es que todo lo que sufrimos por causa del Señor aquí en esta tierra será generosamente recompensado cuando vuelva Cristo.
Es por esta razón que textos como Romanos 8:28 y 2 Corintios 4:17 nos animan tanto. Nos recuerdan que Dios se fija en lo que estamos soportando por amor a su nombre; y Él nos va a recompensar grandemente.
Es cierto que sufrir no es una experiencia bonita; pero si sabemos que después de la prueba viene la recompensa, podemos estar alegres, confiados y tranquilos en cada momento de adversidad. Dios es fiel. Él honrará a los que le honran (1 Samuel 2:30).
4.- El sufrimiento nos ayuda a ser más compasivos
Cuando Dios nos consuela en nuestras luchas, esta ayuda nos permite ir a ayudar a otros cuando ellos están pasándolo mal.
Escribió Pablo en 2 Corintios 1:4, Dios “nos consuela en todas nuestras tribulaciones para que podamos también consolar a los que están en cualquier tribulación por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.
La lógica de Pablo es que Dios nos consuela con el fin de que consolemos nosotros a los demás. ¿Acaso no es así? El sufrimiento y el dolor producen más compasión y ternura en nosotros.
5- El sufrimiento nos da una mentalidad cristológica
Finalmente y tal vez la observación más importante: el dolor nos da una mentalidad cristológica. Cuando sufrimos por el nombre del Señor, empezamos a apreciar algo de la grandeza de lo que nuestro Señor hizo por nosotros en su pasión.
Cuando nos sentimos rechazados, nos acordamos de cómo Él fue despreciado. Cuando se meten con nosotros, nos acordamos de que se burlaban de Él.
Cuando hablamos de la existencia de Dios y la cuestión del mal, es imposible no referirnos a Jesucristo. Es en Cristo donde vemos que Dios sabe lo que es sufrir.
Cristo crucificado es el mensaje de los apóstoles. El mensaje de Cristo crucificado conlleva agonía, dolor y mucha sangre. Dios no es ajeno a nuestro sufrimiento. ¿Os acordáis del grito de Dios el Hijo en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46)?
El mal moral y el mal natural también fueron muy reales para el Señor Jesucristo. Felizmente, el mensaje cristiano no acaba con la cruz ni con la tumba sellada sino con la tumba vacía y la gloriosa resurrección.
Dios vindicó a su Hijo públicamente al tercer día demostrando que se deleitaba en Él.
Y a través del ejemplo de Cristo, ahora vemos claramente lo que ha de suceder con todos aquellos que sufren por su causa en esta vida. Después del dolor y del sufrimiento viene el gozo de la resurrección.
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