El ateísmo y el concepto problemático del mal.
Bienvenidos a todos. Seguimos con nuestra breve serie sobre la existencia de Dios y el problema del mal.
Hace dos semanas vimos que no hay ninguna contradicción deductiva/ lógica en afirmar que:
La semana pasada estudiamos el argumento inductivo contra la existencia de Dios a partir del mal que hay en el mundo.
Respondimos diciendo que la ley natural y la responsabilidad moral andan juntas y que el mal también nos ayuda a madurar como personas. ¿Y qué pasa en el caso de un mal sinsentido? Bueno, el cristiano (como el profeta Job) sigue confiando en la soberanía de Dios aunque no tenga todas las respuestas.
En esta tercera entrega, me gustaría tomar una postura más ofensiva que defensiva. Hasta ahora, he estado defendiendo la fe. Pero ahora quiero lanzar una crítica al ateísmo contemporáneo porque hay una gran laguna en el pensamiento ateo tocante a la naturaleza del mal.
En los primeros dos artículos, nos hemos dado cuenta de que los ateos presuponen la existencia de algo llamado mal; y utilizan este algo para refutar la existencia de Dios. No obstante, hay que parar y hacer una pregunta radical a los ateos. ¿Cómo es que creen en el concepto del mal?
Es normal que los cristianos crean en el mal porque tienen fe en un Dios que es la fuente de todo bien. Él es el estándar perfecto de todo lo que es bueno y loable. Pero, ¿cómo puede un ateo creer en la existencia objetiva del mal? Si Dios no existe, el mal es simplemente el invento del ser humano. La pura verdad es que no hay tal cosa como el mal en una cosmovisión atea. Sin Dios, todo está permitido. Sin Dios, el pecado no existe. El mal tampoco. Permitidme por un momento hablar como si fuera un ideólogo de género: el mal es una construcción social.
Los pensadores ateos siempre niegan la existencia objetiva del mal para luego resucitarla a nivel personal. Es una contradicción. Bertrand Russell, por ejemplo, negó la existencia objetiva del mal para luego criticar la guerra. ¿Por qué es malo ir a la guerra si el mal no existe?
En nuestros días, el rey del ateísmo contemporáneo, Richard Dawkins ha escrito en su tomo El Espejismo de Dios (2006) que, “No hay mal ni hay bien; nada, excepto una indiferencia ciega y sin misericordia”. Así que no hay bien ni mal. Pero este mismo Dawkins también dice que es malo condenar a los homosexuales; es malo evangelizar a los niños; y que es malo sacrificar a los seres humanos. Pero, ¿por qué? Si el mal no existe nada puede ser malo.
Irónicamente, los escritores ateos de nuestros días no creen en la existencia objetiva del mal; pero todos están convencidos de que la religión es mala. Se disparan en el pie filosóficamente.
Ya que un ateo coherente no puede creer en la existencia del mal; cada vez que usa un argumento deductivo o inductivo apelando al concepto del mal para negar la existencia de Dios, está derrotando su propio argumento. El ateo no cree en el mal. Pero en seguida dice que un Dios todopoderoso y bueno no puede existir porque hay tanto mal en el mundo.
La existencia del mal presupone la existencia de Dios. ¿Por qué? Porque no puedes creer en el mal sin también creer en el bien. Y no puedes creer en el bien y el mal sin creer en alguna ley moral que distingue entre los dos. Y no puedes creer en esta ley moral sin creer en el Dador de dicha ley, a saber, Dios. En este sentido, la cosmovisión cristiana es enteramente coherente y lógica. Los cristianos creen en el bien y el mal porque detrás de todo, hay un legislador moral llamado Dios que juzga nuestras acciones. No obstante, el ateo no tiene derecho a utilizar el vocablo ‘mal’; porque si Dios no existe, el bien y el mal tampoco.
Fue esta observación que llevó a la conversión intelectual del crítico literario C.S. Lewis. Os resumo el testimonio de su conversión al teísmo en pocas palabras, “Mi argumento en contra de Dios fue que el universo parecía ser muy cruel e injusto. ¿Pero como conseguí esa idea de justo e injusto? Un hombre no puede llamar una línea torcida a menos que no tenga alguna idea de una línea recta. ¿Con qué estaba comparando este universo cuando lo llamaba injusto?”
En otras palabras, C.S. Lewis defendía su ateísmo apelando a los conceptos de crueldad e injusticia. Pero luego se dio cuenta de que tales palabras no tienen sentido ninguno a no ser que uno también crea en la bondad y la justicia. Lewis reconoció que la mejor explicación de la ley moral que hay en el corazón de cada ser humano es la existencia de un Dios bueno y justo.
En nuestros días, el filosofo Alvin Plantinga expresa esta idea de la siguiente manera, “Si eres de lo que creen que en verdad existe una maldad intrínsecamente nefasta, tienes en tus manos un poderoso argumento [a favor de la existencia de Dios]”.
CONCLUSIÓN
El cristiano, entonces, tiene que ayudar a su interlocutor ateo a entender que el mal no existe según la filosofía ateísta. No hay tal cosa. Los términos bien y el mal solamente cobran sentido en un mundo donde se presupone la existencia de Dios. Y el cristiano también sabe la razón por la que el ser humano –aunque sea ateo- no puede vivir sin evocar los conceptos del bien y del mal. Es porque fuimos todos creados a imagen y semejanza de Dios y este mismo Dios, además de revelar algo de su gloria por medio de las cosas creadas, también se ha revelado por medio de la conciencia del hombre.
El ateo, pues, no puede liberarse de su necesidad de filosofar apelando al bien y el mal porque sigue siendo, hasta el fin, una criatura de Dios.
¿Por qué los ateos se contradicen tanto? Contesto con las palabras de Pablo, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios” (Romanos 1:21-22).
Los ateos, muy en el fondo, saben que Dios existe. Pueden engañarse a sí mismos, pero no pueden engañar a su Creador. ¡Y qué no te engañen a ti!
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