Cantar de los Cantares es un libro en el que Dios quiere destacar, bendecir y dignificar el amor que existe entre un hombre y una mujer.
No podía ser de otra manera, intenso, fuerte, de un lirismo estremecedor y sensual, así es el poema de la Biblia que exalta el amor conyugal. El perfume y el aroma silvestre de los campos judíos, bañados con la fragancia de flores y apetecibles frutos que se mecen frondosos a la tonada familiar del canto de la tórtola, forman parte del colorido paisaje pastoril que decora el marco natural del poema bíblico de Cantar de los Cantares, en el que un hombre y una mujer se entregan para disfrutar la dulzura de un amor apasionado y ardiente.
Entre el rebaño de los pastores, en las calles de la ciudad, en los jardines, en los viñedos, en los campos y las casas, el amor es el impulso irresistible que inspira las palabras de los enamorados y determina sus acciones. Los enamorados se hacen contemplar bajo toda la belleza del mundo, hecha para su total deleite.
Los suspiros, las ilusiones, las fantasías que inspira la persona amada se desbordan a través de un lenguaje envuelto en las fragancias de las flores y cargado de un lirismo sensual, atrevido y delicado como un suave rocío que acaricia la piel o como una tierna brisa de primavera que presagia con su aroma de nardos y claveles, lo fugaz y perecedero de algunos idilios que por momentos se acercan tanto al paraíso que parecen detener el tiempo.
El poema, atribuido al rey Salomón, tiene momentos de intenso lirismo en que cualquiera le pediría al reloj que no marque las horas, en un intento de eternizar el tiempo. El idilio no siempre vuela por las nubes, por momentos tiene sus caídas, el desamor perturba la dicha de los enamorados nublando un poco el cielo del encanto y la pasión que ellos viven. Celo, envidia, egoísmo, traumas y traición amenazan la felicidad de un romance que parecía detener al mundo. Los enamorados se buscan y se rechazan en un juego de angustia y placer que le recuerda que, aunque son capaces de amar, también son seres caídos y las consecuencias de este mal siempre limitaran el pleno disfrute de las mejores cosas que esta tierra puede brindarnos.
Los complejos, las dudas y los celos llegan y trastornan la paz de los enamorados, como siempre sucede. Estos se contrarían y pierden la armonía. La incertidumbre de no ser tan aceptado o querido como uno acepta y quiere, es un elemento inquietante que a veces lleva a los enamorados a racionar la expresión de sus sentimientos o a exigir más de lo prudente.
En la primera parte de Cantares, la mujer aparece luchando con el color de su piel con todo el síntoma de un complejo racial. Aunque ella lo afirma con propiedad, no deja de llamar la atención que diga “Morena soy, Oh hijas de Jerusalén, pero codiciable como las tiendas de Cedar. No reparéis en que soy morena, porque el sol me miró. (Cantares 1:6)
La mujer después de compartir con su amado le pide que la sustente con frutas porque está enferma de amor. “Me llevó a la casa del banquete, su bandera sobre mí fue amor. Susténtame con pasas, confórtame con manzanas, porque estoy enferma de amor. (Cantar 2: 4-5)
Nosotros, hoy día, le llamamos a esto “mal de amores” o amargura. Se trata de un sentimiento fuerte, posesivo, obsesionante que si no se controla puede degenerar en peligroso y destructivo.
Muchas de las canciones que suenan en las estaciones de radio se refieren a amores frustrados, a desilusiones, desengaños o a tragedias. El libro de Cantar dice que ese amor es fuerte como la muerte y duro como el sepulcro. Agrega que las brasas de este amor son brasas de fuego, fuerte llama, que las muchas aguas no podrán apagar este amor, ni aún los ríos. (Cantar 8: 6-7)
Este tipo de amor con extraordinaria frecuencia, va unido a estados de depresión y dolor. La terminología erótica emplea siempre lágrimas, languideces, tristezas, insomnios, inapetencias, palidez persistente y hasta una profunda angustia que llama la muerte.
Estrofas como, “voy a morirme lejos, sin molestar a nadie, voy a morirme lejos donde este amor se acabe”. U otra que dice, “aunque tu no lo quisiera, voy morir de amor”. O decir con Neruda, “puedo escribir los versos más tristes esta noche... Aunque este sea mi último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo”.
Me pregunto, cómo este tipo de amor, que tanto sentimiento de satisfacción, de alegría o de soledad y tristeza ha inspirado en casi todos los hombres de todas las épocas, que de una manera u otra ha influido en los grandes acontecimientos humanos, podía ser ignorado en la Biblia. Por encima del puritanismo rabioso, de la rescatada hipocresía de los santurrones de manta, el amor del hombre y la mujer, tal y cual se manifiestan, merecía una parte en la Biblia y ningún poema podía ser más adecuado, más explicativo y sublime que este Cantar de los Cantares.
La belleza sin igual del cuerpo humano, su simetría coqueta y misteriosa, su plasticidad y su gracia como hechura de Dios, para expresar los sentimientos de atracción y deseo erótico, ameritaba una canción que, dignificando en grado sumo su belleza, exaltara la voluptuosidad de todas sus partes, afirmando de esta forma toda la integridad del ser humano.
Es la mejor manera para no caer en la mentalidad dualista que exalta el espíritu en detrimento del cuerpo, empeñándose en una separación que contribuye más a la confusión que a la correcta compresión del hombre. El hombre es una unidad que debe ser apreciada en su total integración y concebida para los propósitos de la unión carnal que garantiza la procreación y continuidad de la raza dentro del orden que su Creador le establece.
Esto es lo que realmente nos permite apreciar que este poema fue inspirado por el Espíritu Santo e incorporado a las Escrituras para subrayar el origen divino del gozo y la dignidad del amor humano en el matrimonio. Aunque el pecado ha enlodado este importante aspecto de la experiencia humana, Dios quiere que el hombre sepa que el amor conyugal puede ser puro, sano y hermoso.
Las alegorías y comparaciones que pretenden hacer de este libro una abstracción, una simbología sin referencia a la realidad, no hacen otra cosa que producir confusión. El Cantar de los Cantares es un libro en el que Dios quiere destacar, bendecir y dignificar el amor que existe entre un hombre y una mujer, pero desde el mismo contexto y realidad desde donde este se vive: la vida humana.
Las comparaciones y alegorías, bien pudieran validarse después de considerar que este libro está referido a una realidad humana que no debe dar lugar a sonrojos puritanos. Los sentimientos e intercambios sexuales que se viven dentro de un lecho puro y sin mancilla, son tan elevados y sublimes que se pueden comparar, sin temor ofensa, a la entrega y amor con que nuestro Señor Jesucristo se ha dado por su iglesia.
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