El proselitismo se convierte en una etiqueta derogatoria para descalificar a los que quieren evangelizar a sus vecinos porque éstos son no creyentes, aunque puedan ser “miembros” de una iglesia, sea lo que ésta sea para ellos.
El proselitismo se ha convertido en una palabra fea. Igual que el fundamentalismo o el exclusivismo, en el lenguaje religioso actual, solamente se retienen los matices negativos del término y son usados para transmitir una comprensión peyorativa de su significado. En su contexto griego original, esta palabra quiere decir sencillamente “estar más cerca” de algo. En el Nuevo Testamento, un prosélito describe a una persona no israelita que se ha acercado a la fe judía (p.ej. Mateo 23:15; Hechos 2:10, 6:5, 13:43). En este sentido, los cristianos han comprendido el proselitismo como semejante al evangelismo en el sentido de llamar a la gente a acercarse a Jesucristo. No obstante, el registro histórico del proselitismo llevado a cabo por los cristianos ha sido trágicamente estropeado por toda clase de medios manipuladores y violentos, haciendo de la palabra en sí misma lo contrario de lo que debiera ser el evangelismo bíblico y la misión.
En el contexto ecuménico de hoy en día, el Papa Francisco ha advertido repetidamente contra el proselitismo. El último episodio de esta campaña ocurrió hace unas semanas. Regresando de su visita a la sede de Ginebra del Consejo Mundial de las Iglesias (21 Junio de 2018), el Papa Francisco ofreció una entrevista a bordo del avión en la cual resumió una de sus principales preocupaciones en cuanto a las perspectivas del movimiento ecuménico se refieren. Estas son sus palabras:“En el movimiento ecuménico tenemos que quitar del diccionario una palabra: ‘proselitismo’. ¿Está claro? No podemos tener el ecumenismo con el proselitismo. Tenemos que elegir. Tanto si tenemos un espíritu ecuménico como si somos proselitistas”.
¿Borrar la palabra? ¿Elegir entre ser ecuménico o ser proselitista? ¿Y éstas son las dos únicas alternativas? ¿Qué está sucediendo aquí? ¿Qué hay detrás de todo esto?
¿QUÉ ES L PROSELITISMO EN EL MUNDO?
El relato histórico de la forma en que la palabra proselitismo se ha entendido es largo y está más allá del alcance de este artículo. Para resumir la historia, será suficiente hacer referencia al documento de estudio de 1995 “El desafío del proselitismo y el llamado al testimonio común”,preparado por el Grupo de Trabajo Conjunto entre la Iglesia Católico Romana y el Consejo Mundial de las Iglesias (WCC por sus siglas en inglés). En el mismo el principal organismo ecuménico (WCC) y Roma emiten sus preocupaciones sobre el asunto. El párrafo 19 afirma:
El proselitismo se opone a todo esfuerzo ecuménico. Comporta ciertas actividades que tienen muchas veces como fin llevar a las gentes a cambiar de iglesia y que, en nuestra opinión, deben ser evitadas, tales como:
- las referencias injustas y poco caritativas a las creencias y prácticas de otras iglesias que llegan a ridiculizarlas;
- la comparación entre dos comunidades cristianas subrayando los logros y los ideales de una y las debilidades y los problemas de la otra;
- el recurso a todo tipo de violencia física, de coacción moral y de presión psicológica como, p.ej., la utilización de ciertas técnicas publicitarias en los medios de comunicación que pueden ejercer presiones inducidas sobre los lectores y los telespectadores;
- el uso del poder político, social y económico como medio paraganar nuevos miembros para su iglesia;
- las ofertas explícitas o implícitas de programas de educación, de servicios médicos o de ventajas materiales, o el empleo de recursos financieros con el fin de lograr conversos;
- las actitudes y las prácticas manipuladoras que explotan las necesidades, las debilidades o la carencia de formación de los otros, sobre todo en situaciones de desgracia y que no respetan ni su libertad ni su dignidad humanas.
Es evidente que se entiende que la palabra tiene muy malas connotaciones. Nótese la falsa alternativa entre el ecumenismo y el proselitismo (como si fueran las dos únicas opciones disponibles para los cristianos de hoy) y la falta de conciencia histórica y autocrítica (como si las iglesias de todo tipo no hubiesen utilizado la coacción en sus esfuerzos para convertir al mundo hasta tiempos recientes). Por supuesto, esta descripción del proselitismo (cargada con toda clase de males, desde la violencia hasta la manipulación) hace que la palabra sea mal parecida. En este sentido, el proselitismo es sinónimo de propaganda abusiva.
Una definición más corta ya fue presentada en 2001 en el contexto europeo por la conferencia de Iglesias Europeas (CEC por sus siglas en inglés) relacionada con el WCC y el Concilio Católico Romano de las Conferencias Episcopales Europeas. Juntos emitieron un documento que preparó el escenario para el ecumenismo en el nuevo milenio, la Charta Oecumenica [la Carta Ecuménica], la cual contiene la siguiente descripción:
El “Proselitismo” es definido de múltiples maneras pero a menudo es entendido como poco ético o que utiliza prácticas infieles en la evangelización de aquellos que, de alguna forma, ya son miembros de otras iglesias o comunidades cristianas.
De nuevo el proselitismo se presenta como si estuviera siempre marcado por comportamientos “poco éticos” e “infieles”. Ciertamente, es el deber de los cristianos evangelizar de una manera digna del evangelio, respetando la dignidad de todos los seres humanos y actuar de una forma semejante a Cristo.
Hay un punto adicional que debe subrayarse aquí que refuerza lo que se ha observado previamente. Préstese atención que en la Charta Oecumenica lo que se rechaza es evangelizar a los que son “miembros de otras iglesias o comunidades cristianas”. El proselitismo está, por consiguiente, asociado con la evangelización de aquellos que son “miembros” de otras iglesias, sean o no cristianos nacidos de nuevo. Lo que realmente importa es ser un “miembro” formal de una iglesia; no es tan importante ser regenerado por el Espíritu Santo y ser un creyente en Jesucristo. LaCharta Oecumenicaadopta una definición eclesiástica de quien es cristiano, no bíblico. Según este documento ecuménico, no debemos evangelizar a los que ya son miembros de una iglesia determinada. Pero, ¿ser un miembro formal de una iglesia es ser cristiano en términos bíblicos? Obviamente no.
En el reciente Global Christian Forum [Foro Cristiano Mundial] en Bogotá (Colombia, 24-27 abril 2018) el tema del proselitismo surgió de nuevo. En su discurso en el Foro, el representante católico romano, el Obispo Brian Farrell, dijo lo siguiente:
Reconociendo que participamos de un bautismo mutuo, el Obispo Farrell proporcionó una base sobre la cual invitaba a la comunidad cristiana a evitar todo tipo de proselitismo. Mediante el bautismo “entramos en comunión con Dios y la comunidad cristiana usando la fórmula bíblica: a través del agua y la fórmula Trinitaria”.
Este es el modelo ecuménico estándar que ya se observa en la Charta Oecumenica: el bautismo (o sea, un sacramento de la iglesia) es el punto de entrada a la comunión con Dios (o sea, la regeneración) y la pertenencia a la iglesia, que a su vez conduce a la condena del “proselitismo” hacia aquellos que son bautizados. Por lo tanto, el evangelismo a los “miembros” de una determinada iglesia es proselitismo y debe ser evitado a toda costa.
¿ECUMENISMO O PROSELITISMO?
Obsérvese el sutil pero significativo cambio que tiene lugar en los círculos ecuménicos, que forma el fondo de la declaración del Papa: el proselitismo ya no es definido por sus prácticas poco éticas (p.ej. violencia y manipulación) sino por sus objetivos (es decir, los “miembros” de una iglesia). El receptor, más que las formas, es el principal calificador del término. Una vez que el entendimiento negativo del proselitismo está en su lugar, el propósito real de esta jugada aparece más claro. Puesto que las personas bautizadas son ya miembros de una iglesia, no es ético evangelizarlos. El proselitismo se convierte en una etiqueta derogatoria para descalificar a los que quieren evangelizar a sus vecinos porque éstos son no creyentes, aunque puedan ser “miembros” de una iglesia, sea lo que ésta sea para ellos.
Volvamos al principio. El documento católico-WCC de 1995 decía claramente desde el comienzo: “El proselitismo se opone a todo esfuerzo ecuménico”. El problema real no es tanto la exposición correcta de todas las prácticas inmorales que puedan acompañar al evangelismo, sino más bien la creciente oposición al hecho de que el evangelismo puede hacerse por grupos minoritarios en lugares donde la mayoría es nominalmente “cristiana”. La trayectoria del significado ecuménico de la palabra “proselitismo” ha pasado de la advertencia contra los actos inmorales de una acción legítima a una advertencia contra todo el evangelismo en contextos ya cristianizados etiquetándolo como proselitismo.
Hablando en términos prácticos, esto significa que los católicos no deben ser evangelizados por evangélicos porque ellos ya son miembros de la iglesia; los ortodoxos orientales no deben ser evangelizados por evangélicos porque ellos ya son miembros de la iglesia; y así sucesivamente. El evangelismo se ha convertido en poco ético y se le etiqueta como “proselitismo”, no porque se lleve a cabo mediante prácticas inmorales, sino a causa de que elige como blanco a los que han sido bautizados. Por lo tanto, el ecumenismo, es decir, aceptar a todas las personas como cristianas sobre la base de un sacramento administrado por una iglesia, no sobre el fundamento de la fe personal en el Jesucristo bíblico, se contrapone al proselitismo. Aquellos que no aceptan la premisa ecuménica son malas personas, esto es, proselitistas. Recuérdese el duro comentario del Papa Francisco:
“En el movimiento ecuménico tenemos que quitar del diccionario una palabra: ‘proselitismo’. ¿Está claro? No podemos tener el ecumenismo con el proselitismo. Tenemos que elegir. Tanto si tenemos un espíritu ecuménico como si somos proselitistas”.
LA MEJOR OPCIÓN
Si seguimos esta línea de pensamiento, aquí está el resultado. Tomemos por ejemplo, Italia. Más del 90% de su población es “miembro” de la Iglesia Católico Romana en virtud del bautismo recibido en la infancia. Para la mayoría de estas personas, el cristianismo es un marcador cultural suelto sin ningún significado espiritual. Bíblicamente hablando, muchos de ellos no son cristianos en absoluto, a pesar de que son “miembros” de la Iglesia Romana. Si los evangelizamos, ¿estamos cometiendo el así llamado pecado de proselitismo? Si seguimos la “lógica” de la definición ecuménica endosada por el Papa Francisco, la respuesta es “Sí”; los evangélicos no deben evangelizar en los países de mayorías católica, ortodoxa y protestante porque las poblaciones de estas naciones son “miembros” de las iglesias que los han bautizado.
Si tomamos la línea de pensamiento que el Papa Francisco transmite, el ecumenismo llega a ser la “buena” plataforma cristiana que acepta todas las iglesias autodefinidas como legítimas expresiones de la iglesia bíblica y todos los relatos del evangelio autodefinidos como versiones legítimas del evangelio bíblico. Los que mantienen los estándares bíblicos para la definición de quién es cristiano y qué es la iglesia, incluso si esto significa estar fuera de la corrección ecuménica convencional, son “malos” y pseudo-cristianos y, por consiguiente proselitistas. Esto es una trampa para los cristianos evangélicos creyentes en la Biblia: o bien los evangélicos aceptan la definición de cristiano como miembro de una iglesia determinada (y, por lo tanto, dejan de evangelizar en los contextos de mayoría católica y ortodoxa) o se convierten en proselitistas (es decir, ¡la fea palabra del vocabulario religioso actual!). Evangelizar a un “miembro” de una iglesia se convierte en sí mismo en una práctica poco ética e infiel. ¿Caerán los evangélicos en esta trampa que les tienden para disuadirles de practicar el evangelismo y la misión en la mayoría de las regiones “cristianizadas”?
Al pedir la erradicación de la palabra “proselitismo” del diccionario, el Papa Francisco se encuentra en una reciente tradición de los círculos ecuménicos y católico romanos los cuales en la superficie correctamente culpan las prácticas poco éticas en el evangelismo y advierten contra las mismas. No obstante, detrás de la superficie hay elementos inquietantes que deben tenerse en cuenta.
Este consenso ecuménico al que ahora el Papa Francisco da voz enturbia los elementos centrales del evangelio reemplazando la fe en Jesucristo por un sacramento de la iglesia como la principal definición de quién es cristiano. También alienta la crítica y una actitud negativa hacia aquellos evangélicos que han trabajado duro para evangelizar en la mayoría de los contextos “cristianizados”, sabiendo que las personas pueden ser “miembros” de una iglesia sin ser cristianos nacidos de nuevo. Además, puede convertirse en una tentación dar nueva vida a un antiguo paradigma (cuius regio eius religió, es decir “la religión que profesaba el rey era la del pueblo”) que ha hecho mucho daño en Europa sofocando la libertad religiosa. En lugar de ser forzados a seguir la religión del gobernante, como era el caso en el siglo XVI en Europa, este nuevo consenso ecuménico implica que las personas necesitan quedarse con la religión en que fueron bautizadas cuando eran infantes. Todas éstas son preocupaciones serias que deben abordarse.
La elección entre ser ecuménico o proselitista que el Papa apoya es tan falsa como peligrosa. Es falsa porque da la idea de que hay sólo dos opciones disponibles para los cristianos (lo cual no es verdad), y es peligrosa porque advierte en contra del evangelismo dirigido a la persuasión intencional encaminada a todas las personas sin tener en cuenta su membresía en una iglesia determinada.
Al tiempo que refutan claramente todos los métodos incorrectos de evangelismo que traicionan el mismo evangelio (y, por lo tanto, rechazando el proselitismo), los cristianos deben apreciar el privilegio y la responsabilidad de presentar a todas las gentes la verdad del evangelio de Jesucristo, esperar su respuesta y ser conscientes de que la conversión implica cambios. Como el Pacto de Lausana (1974), el documento más importante del evangelicalismo contemporáneo, dice en el párrafo 4:
la evangelización en sí misma es la proclamación del Cristo histórico y bíblico como Salvador y Señor, con el fin de persuadir a las personas a acudir a él personalmente y así ser reconciliados con Dios.
En otras palabras, el evangelismo bíblico debe ser practicado fielmente en todas partes y dirigido a todas las gentes, en lugar de ser estigmatizado y abandonado por esta nueva ola de corrección ecuménica. Ni ecuménico ni proselitista: los cristianos deben estar para proclamar el Evangelio a todas las personas. Esta es una opción mucho mejor.
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