Se reconozca o no, la reconciliación fue introducida por Dios hace varios milenios luego de la caída en pecado de la primera pareja humana, y de su expulsión del jardín de Edén.
Hay palabras que van cayendo en desuso con el paso de los años; una de ellas es ‘reconciliar’. La acción de reconciliar está tan desactualizada que ha tenido que ser rehabilitada por ley. El encono reinante entre humanos impide ver los valores del arrepentimiento; por el contrario, impulsa la beligerancia y el deseo de venganza. La tendencia entre humanos, lejos de alentar la reconciliación, es la de imponerse a los demás. El único objetivo es ganar. Por esta causa, por el volumen incontrolable de causas judiciales que exceden la capacidad de los tribunales de justicia, las sociedades con legislación de avanzada practican la resolución de conflictos por medios pacíficos. Los jueces llaman a las partes enfrentadas y les proponen reconciliarse; les invitan a deponer sus mutuas acusaciones y llegar a la conciliación por medio de un acuerdo formal que ponga fin al conflicto (01).
La reconciliación en el Antiguo Pacto
Se reconozca o no, la reconciliación fue introducida por Dios hace varios milenios luego de la caída en pecado de la primera pareja humana, y de su expulsión del jardín de Edén.
En efecto, como consecuencia de la rebelión contra Dios - inducida por el engañador - hay constantes enfrentamientos entre el hombre y la mujer, entre hombres, y entre mujeres; entre miembros de la misma familia y entre diferentes grupos familiares o étnicos; entre tribus, ciudades, naciones y bloques regionales; entre religiones, ideologías y partidos políticos. El objetivo de esta guerra sin cuartel es ganar, imponerse a la otra parte; tener la razón.
La naturaleza de antiguo Israel, aquel pueblo elegido por Jehová, ‘La Roca’, era tan rebelde que Dios introdujo la Ley como camino previo a su juicio irrevocable. Los mandamientos dados a Moisés fueron el listón para que ese pueblo rebelde e indomable comparase su condición pecaminosa, tomase conciencia de su pecado; fuese movido a arrepentimiento, confesase sus múltiples pecados y se volviese a Dios para ser restaurado; reconciliado por y con Él.
El ministerio de reconciliación se visualiza en el libro de Levítico. Este libro aplicable solo al Israel antiguo, contiene la serie de rituales, holocaustos, ofrendas y otras acciones y símbolos que prefiguran al Mesías prometido (02); Mesías que los judíos siguen esperando, tras rechazar a Jesús, el Cristo, el enviado de Dios.
Moisés le instruye a Aarón acerca de la reconciliación conforme a la guía divina. En ella se cancelaban todos los tipos de pecado y situaciones que dieran lugar a ofender a Dios, tanto a nivel individual como colectivo, abarcando a todo el Israel antiguo:
“Después dijo Moisés a Aarón: «Acércate al altar, ofrece tu sacrificio de expiación y tu holocausto, y haz la reconciliación por ti y por el pueblo; presenta también la ofrenda del pueblo, y haz la reconciliación por ellos, como ha mandado Jehová.” (03)
Es necesario destacar que hay gran número de congregaciones cristianas y evangélicas en las que se exalta el ritual propio de la religión judía. En ellas se predica un retorno a las prácticas rituales del AT para reconciliar al pecador con Dios y con sus semejantes. Quienes así enseñan dejan de lado el hecho que Jesucristo es el único que cumplió, cumple y cumplirá con todo lo concerniente a la salvación, santificación y redención eterna del pecador. Esto enseña la Palabra de Dios, la Biblia. Para entenderla debe estudiarse todo el consejo de Dios (04), como hacía Pablo. Pasemos entonces a ver qué enseña el NT sobre la reconciliación.
La reconciliación en el Nuevo Pacto
El Apóstol Pablo es la persona clave para enfocarnos en este tema. Por haber sido él judío de nacimiento y educación, y perseguidor de los seguidores de Jesús por su celo farisaico, Pablo se ocupa en remarcar el significado del Antiguo Pacto de Dios con Abraham, Isaac y Jacob, y el del Nuevo Pacto en Jesucristo, el Hijo de Dios. Para dejar en claro su enseñanza, Pablo les escribe a los creyentes congregados en Éfeso:
“Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). Juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús, porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe, pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas. Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne.” (05)
Como vemos, no habla de rituales o ceremonias sino de una persona-centro: Jesús el Cristo. A los corintios también les define el alcance cósmico del sacrificio hecho en la cruz del Calvario:
“Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados”. (06)
No les habla allí de etnia, nacionalidad, sexo, confesión, ideología o condición social. Pablo menciona al mundo y al género humano. En otras palabras, el acto de reconciliación desde Dios hacia abajo es inclusivo; la obra de Cristo es total y terminada; nada le falta respecto de la demanda divina de justicia (07). Tal sacrificio era necesario para satisfacer la justicia de Dios. Si le hubiese faltado ritual u ofrendas la obra de Cristo Jesús hubiese sido incompleta y ningún pecador podría ser salvado al día de hoy.
Recordemos que la iglesia comienza una vez que el Hijo regresó al Padre y el Espíritu Santo fue enviado a los 120 que esperaban el cumplimiento de la promesa, en Jerusalén. De allí en más es Dios quien va agregando a ella a los hombres y mujeres que habrán de ser salvos (08).
La iglesia de Dios (09) no es judía ni pagana; no está condicionada por el lugar geográfico del planeta donde es construida por Jesucristo, ni por el idioma que se hable entre sus miembros; tampoco tiene costumbres adquiridas bajo un imperio humano histórico y ya inexistente, o un sistema económico actual predominante, o una denominación humana. No. Nada de eso. Bajo el Nuevo Pacto de Dios con el hombre, que está basado en la sangre de Jesucristo, la única iglesia que Él reconoce es aquella constituida por los que creen en Jesucristo, se arrepienten de sus pecados y están reconciliados por Dios para santificación progresiva y vida eterna (10).
Ninguna obra humana puede sustituir a la obra de Dios. Esa maravillosa obra de la cruz, que describe de manera inspirada al enviado a evangelizar al mundo pagano. Acerca de este gran misterio dice Pablo:
“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades (la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas), para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.
Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos y a los que estáis cerca, porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre. Por eso, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo. En él todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.” (11)
La obra de Dios no está dividida: una parte para con el Israel antiguo, y otra para los paganos. Es una sola, y comienza antes de la fundación del mundo (12), continúa con el esperado retorno de Jesucristo, quien es “la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación”, y por medio del cual Dios procedió a “reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.” (13)
Esto es lo que escribe – sin ocultar su gozo - el Apóstol Pablo a los creyentes que vivían en Roma, al afirmar: “también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.” (14) Y escribiendo a los corintios afirma: “Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres; pero a Dios le es manifiesto lo que somos, y espero que también lo sea a vuestras conciencias (…) Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación: Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (15)
Luego de estos tres artículos es el deseo de este autor que haya quedado bien en claro que si por ‘cristianos’ nos referimos a los ‘arrepentidos y reconciliados con Dios’ estamos hablando no de cristianos nominales (solo de nombre) sino de personas nacidas de nuevo por obra del Espíritu Santo, y que son transformadas para ser portadoras del mensaje de reconciliación.
Próximamente continuaremos desarrollando el tema “Compromiso con el discipulado al seguir a Cristo, por el poder del Espíritu Santo: negarse a sí mismo y tomar la cruz”, que es el tercer punto del enfoque teológico del documento titulado “Los ‘cristianos’ desaparecidos: una llamada global”, publicado desde el Movimiento de Lausana.
Será hasta entonces, si el Señor lo permite.
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Notas
Ilustración: Alrededor de 30 personas se reconciliaron con Dios tras tiroteo en iglesia de Texas. Nota periodística fechada el 24/11/2017. Ver más en: https://i0.wp.com/unored.tv/wp-content/uploads/2017/11/2004137201-igreja-tiroteio-no-texas-765x510.jpg
01. Ver más sobre este derecho, en: https://es.wikipedia.org/wiki/Conciliaci%C3%B3n_(Derecho)#Espa%C3%B1a
02. Jesús de Nazaret, el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Él es prefigurado en el AT como el único camino provisto por Dios para que los pecadores tuviésemos oportunidad de ser reconciliados por y con Él, por la eternidad.
03. Levítico 9:7; ver también 16:6, 10, 11; 8:15; 14:21, 29; 19:22; 23:28; también en Números 15:28; 28:22; 29:5; y 2ª Crónicas 29:24.
04. Hechos 20:27.
05. Efesios 2: 4 -10.
06. 2ª Corintios 5:19.
07. Isaías 53:6; 2ª Corintios 5:21; Hebreos 9:27, 28; 1ª Pedro 2:24; 3:18.
08. Hechos 2:47b.
09. Del griego ekklesía: asamblea de gente llamada aparte; aquí: apartada del sistema mundano y pecaminoso.
10. Juan 3:18.
11. Efesios 2:11-22.
12. Ibíd.1:3-6. El autor recomienda leer este artículo teológico: https://www.coalicionporelevangelio.org/entradas/sugel-michelen/elegidos-para-salvacion-desde-antes-de-la-fundacion-del-mundo/
13. Colosenses 1:15, 20.
14. Romanos 5:11.
15. 2ª Corintios 5:11, 18 - 20.
Atención: La traducción al castellano del documento mencionado, realizada por este autor, puede leerse en: https://www.facebook.com/photo.php?fbid=10156536840628887&set=pcb.226115604879908&type=3&theater&ifg=
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