Estafar va, desde engañar por dinero, pasa por no cumplir con promesas electoralistas, por dar libertad a convictos, hasta vender falsas doctrinas de prosperidad y la salvación misma.
Las crónicas de actualidad priorizan la información de transgresiones a la ley; lo hacen con una asiduidad y rapidez tales que resulta harto difícil sacar lecciones positivas de esta modalidad informativa.
El gobierno liderado por uno de los partidos políticos españoles cayó hace poco tiempo, por una causa de estafa a la ley de financiación interna; uno de los líderes del partido actualmente en el poder ha sido condenado por estafar al Estado nombrando allegados en cargos públicos eludiendo normas legales de práctica; el presidente de los EE.UU. se retractó de haber firmado con el G7 el acuerdo comercial y salió de él; igual que hizo al salir del acuerdo nuclear de Irán y estrechar diestras con el dictador norcoreano a quien había amenazado derrocar. Si ello fuera poco; los violentos abusadores de una mujer, conocidos por el sugestivo nombre ‘La Manada’ dejaron la cárcel antes de purgar su delito, según la justicia española: ‘por falta de mérito’.
No pretende ser esta una lista exhaustiva; además, nada de todo esto es nuevo (01).
Y los multimedios seguirán encabezando sus titulares e informando con lujo de detalles la asombrosa ingeniería con que los seres humanos defraudan y estafan a placer.
La historia de la humanidad está llena de fraudes y de estafadores.
Cerrando esta miniserie (02) sobre las características de los injustos que no entrarán en el reino de Dios, les toca el turno a los estafadores.
¿Qué nos dice la Biblia sobre este pecado tan común, que ya es cultural?
En el AT hay material suficiente para escribir cientos de artículos sobre esta perversa inclinación para estafar al prójimo, incluso dentro de la misma familia. Esta razón es suficiente para que usemos solo algunos ejemplos, para dejar bien en claro que – a menos que se arrepientan y nazcan de nuevo por obra del Espíritu Santo – los que estafan y defraudan no gozarán del reino de Dios (03).
Dios mismo instruye a Moisés al respecto, después de darle la Ley para legislar sobre un pueblo rebelde y adicto a la estafa:
“En toda clase de fraude, ya se trate de buey, asno, oveja, vestido o cualquier cosa perdida, cuando alguien diga: ‘Esto es mío’, la causa de ambos vendrá ante los jueces; y aquel a quien los jueces condenen, pagará el doble a su prójimo.” (04)
Cuando aún no existían los bancos, y los bienes eran moneda de cambio, había que estar siempre en estado de alerta porque, una vez llegado a un acuerdo, el que era más pillo cambiaba la cantidad o la calidad del bien convenido para perjudicar al otro.
Por esta causa,
“Habló Jehová a Moisés y le dijo: ‘
Si alguien peca y comete fraude contra Jehová, por haber negado a su prójimo lo encomendado o dejado en su mano, o bien por haber robado o despojado a su prójimo, o por haber hallado lo perdido y negarlo después, o por jurar en falso en alguna de aquellas cosas en que suele pecar el hombre; entonces, si ha pecado y ofendido, restituirá aquello que robó, o el daño del despojo, o el depósito que se le encomendó, o lo perdido que halló, o todo aquello sobre lo que hubiera jurado falsamente; lo restituirá por entero a aquel a quien pertenece, y añadirá a ello la quinta parte en el día de su expiación. Para la expiación de su culpa llevará a Jehová un carnero sin defecto de los rebaños, conforme a tu estimación, y lo dará al sacerdote para la expiación. El sacerdote hará expiación por él delante de Jehová, y obtendrá el perdón de cualquiera de aquellas cosas en que suele ofender” (05)
Hasta dónde se había extendido esta inclinación maligna que el mismo Jehová debe recordarles que quienes pequen contra el prójimo están pecando contra Él. Inclusive en los acuerdos nupciales se transgredían costumbres de la época, cambiando la dote de la prometida. Más aun, hasta se cambiaba la prometida por otra, como al mismísimo Jacob le ocurrió en su trato con Labán. (06)
La maldad se multiplicó tanto que el salmista clama a Dios:
“¿Por qué estás lejos, Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación? Con arrogancia, el malo persigue al pobre; será atrapado en las trampas que ha preparado.
El malo se jacta del deseo de su alma, bendice al codicioso y desprecia a Jehová; el malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios; no hay Dios en ninguno de sus pensamientos. Sus caminos son torcidos en todo tiempo; tus juicios los tiene muy lejos de su vista; a todos sus adversarios desprecia. Dice en su corazón: ‘No caeré jamás; nunca me alcanzará la desgracia.’
Llena está su boca de maldición y de engaños y fraude; debajo de su lengua hay insulto y maldad (…) ha dejado de ser sensato y de hacer el bien.” (07)
El salmista analiza la situación de la sociedad urbana de su época; y la describe: “porque he visto violencia y rencilla en la ciudad (…) La maldad está en medio de ella, y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas”. (08)
Cansado de luchar contra los perversos y estafadores, el rey hace un voto delante de Dios y decide:
“No habitará dentro de mi casa el que hace fraude; el que habla mentiras no se afirmará delante de mis ojos.” (09)
Esta palabra es profética; anticipa lo que Dios haría con los injustos no arrepentidos: ninguno de ellos habitará en Su casa; quedará eternamente fuera de ella.
El profeta Ezequiel habla de parte de Dios, y apunta a la clase de los que gobiernan a Su pueblo escogido. “El gobernante no tomará nada de la herencia del pueblo, para no defraudarlo de su propiedad. De lo que él mismo posee dará la herencia a sus hijos, a fin de que ninguno de mi pueblo sea privado de su propiedad.” (10)
Si sus gobernantes hubiesen cumplido obedeciendo esta orden divina, el pueblo de Israel no hubiese sufrido tanto como sufrió. Pero, vez tras vez defraudaron a Jehová Dios y dieron malos ejemplos al pueblo. (11)
Y si los actuales gobernantes del mundo no viviesen dando la espalda a Dios, no habría tantos desahucios en estos días, ni gente clamando por justicia ante los tribunales por culpa de los banqueros y financistas que burlan la ley estafando a la gente con tal de satisfacer su avaricia y la de sus clientes.
La ambición territorial va de la mano con la estafa. El derecho humano a tener un lugar donde vivir y formar una familia, hace que el estafador se aproveche; ofrece préstamos hipotecarios con ‘letra pequeña’. En ella se le autoriza a percibir primero todos los intereses y recién luego de cobrados estos, la devolución del capital (12).
También sin oposición del deudor podrá el prestamista ajustar la tasa de interés; y, llegado el caso, ante retrasos o cesación de pago podrá quitarle el bien. Esta presión estafadora es respondida con la evasión fiscal. Es negocio demorar el pago del IVA a la oficina recaudadora de impuestos, y usar ese dinero para adquirir otros bienes o compensar pérdidas. Los estafadores compiten entre ellos.
El Evangelio de Jesucristo es muy drástico respecto de la infidelidad. El Maestro de Galilea estaba enseñando a sus discípulos; y algunos fariseos lo escuchaban, no con buenas intenciones. Así lo narra el médico y evangelista Lucas:
“Dijo también a sus discípulos: ‘Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como derrochador de sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo:¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo.’ Entonces el mayordomo dijo para sí: ‘¿Qué haré?, porque mi amo me va a quitar la mayordomía. Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que, cuando se me quite la mayordomía, me reciban en sus casas.’ Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ‘¿Cuánto debes a mi amo?’ Él dijo: ‘Cien barriles de aceite.’ Le dijo: ‘Toma tu cuenta, siéntate pronto y escribe cincuenta.’ Después dijo a otro: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Éste contestó: ‘Cien medidas de trigo.’ Él le dijo: ‘Toma tu cuenta y escribe ochenta.’ Y alabó el amo al mayordomo malo por haber actuado sagazmente, porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz. Y yo os digo: ‘Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas. El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? Ningún siervo puede servir a dos señores, porque odiará al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.’ Oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. Entonces les dijo: ‘Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones, pues lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación’.” (13)
Una primera lectura de esta parábola pareciera mostrar a Jesús celebrando la astucia del mayordomo infiel. Como si estuviese aprobando el fraude que cometió.
Está claro que el mayordomo se aprovechó de su amo. Deshizo los contratos con los deudores, los eliminó y redujo de manera drástica su deuda. Un juez diría que hay duplicidad de crimen. Tanto el mayordomo, como los deudores se aprovecharon del dueño que había confiado en la fidelidad de su mayordomo.
Jesús no aprueba lo que hicieron los actores de la parábola. Trata de ‘malo’ al mayordomo. Pero resalta su astucia. Ese hombre vio negro su futuro; para no quedarse sin trabajo se apresura para aprovechar la circunstancia y tener una clientela en el futuro.
Por el contrario, Jesús está advirtiéndoles que “los hijos de este siglo son más sagaces que los hijos de luz.” Los no creyentes saben darse cuenta del futuro y hacen lo necesario para asegurarlo. Pero, los creyentes (“los hijos de luz”) vivimos enredados en las cosas de este mundo; no nos preocupa prepararnos para el mundo venidero. De esta manera, estamos llevando un estilo de vida que maltrata a nuestro Dueño y Señor; que nos ha puesto como mayordomos sobre sus bienes espirituales en la tierra.
“Ganad amigos por medio de las riquezas injustas (dinero) para cuando estas falten os reciban en las moradas eternas”. El mayordomo usó el dinero de su amo, ganándose muchos amigos para asegurar su futuro. De igual manera, los creyentes debemos obrar con sabiduría y usar el “dinero” (los talentos, los cargos, las oportunidades) que nos da nuestro maravilloso Señor, y ganar muchos amigos para el reino de los cielos, donde tenemos nuestra eterna morada.
La membrecía de las iglesias locales que delegan todo en los ancianos, líderes o responsables y no aportan nada, están disipando los bienes recibidos de Dios que equivalen al ‘dinero’ en la parábola. Son ‘mayordomos infieles’ que se aprovechan de la bondad y misericordia del Señor.
Esta es una de las tantas formas de estafar a Dios y a nuestros semejantes. La otra, es la incansable y vergonzosa tarea de falsos pastores que esclavizan a sus sumisos fieles con pactos, promesas y siembras de dinero. Pero, de esto trataremos en el próximo y último artículo de esta serie.
Quiera el Señor librarnos de los estafadores, y de estafarnos entre nosotros mismos.
Notas
01. Eclesiastés 1:9.
02. Comenzó con este artículo: “La corrección es buena si comienza en casa’: http://protestantedigital.com/magacin/44796/La_correccion_es_buena_si_comienza_en_casa
03. 1ª Corintios 6:9,10.
04. Éxodo 22:9.
05. Levítico 6:1-7.
06. Génesis 29.
07. Salmos 10:7; 36:3.
08. Ibíd. 55:9-11.
09. Ibíd. 101:7.
10. Ezequiel 46:18.
11. Oseas 12.
12. Amortización de préstamos hipotecarios por el sistema francés.
13. Lucas 16:1-15.
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