Las Sagradas Escrituras de ninguna manera nombran estos pecados en forma colectiva, pero separadamente condena a cada uno de ellos y muchos más, los cometan ciudadanos, políticos o reyes.
Desde hace unas semanas tengo un problema, un admirado conocido, ingenioso y noble donde los haya, ejemplar en muchas cosas y aunque vehemente en sus criterios políticos, es tierno y honesto en su forma de opinar y oponerse sobre algunos de mis artículos, y con cordial afecto me dijo: “creo que deberías pensar más en tus escritos de sutileza política, no precipitarte y suavizar cuando denuncias a ciertos políticos como cometiendo pecado, pues este concepto ha cambiado mucho en este tiempo, no seas tan duro… escribe con más tierna filosofía, y no te quedes con sólo las tropelías de aquí, denuncia también el cocedero de corruptelas del Partido Gaviota y del Gobierno de las dos “P” como sabes hacerlo…”; qué digna manera de hacerme una sugerencia, qué mente tan limpia de compartir unos pensamientos. Era como si me estuviera recomendando: nombra la corrupción de “todos” pero con otros términos: “error”; “diversa ética”; “equivocación”; “inocente ignorancia”; “chaleterismo”; “Zaplanismo o ganar mucho dinero”; “Huelguismo de Jueces y Fiscales por una mejor justicia”… ¿es que acaso han de hacerla las redes sociales como tribunal superior? es decir, “no escribas tan crudamente de la corrupción”.
Y naturalmente Desde el Corazón me creó unos problemas para reflexionar. Pues no quiero ser esclavo del chisme político o la malversación de informaciones que carecen de alma y ética. Como tampoco emborronar estas cuartillas de temas, que son tan raídos por unos y otros. Pero sin decirle nada, pensé: del mismo modo que si tuviera en casa un frasco que pusiera: “VENENO”, porque entre otras cosas contiene estricnina, no le cambiaría el rótulo poniendo “dulce de menta”. Pues si lo hago lo haré más peligroso. Mientras más suave el rótulo, más mortífero será el veneno.
En estos tiempos estamos poniendo al pecado “rótulos” demasiado suaves. Lo estamos llamando “error”, “acción negativa”, “libertad de expresión”, “descontrol”, “cosas de humanos” y, Desde el Corazón pienso que hay que volver a ponerle al veneno su rótulo de VENENO y de quitarnos el temor de hablar de las trágicas consecuencias del pecado en forma tan específica como lo hace la Biblia y la misma ley natural, cuando ésta no está ya envenenada por el propio virus de la maldad.
Fue allá por el siglo VI, que el Papa Gregorio el Grande dividió los pecados mortales que el hombre puede cometer en siete conceptos: orgullo, ira, envidia, impureza, glotonería, pereza y avaricia. Y por siglos se aceptaron así, y notables teólogos los enseñaron sistemáticamente. Fueron también tema de no pocos poetas: Dante, por ejemplo, arregló el inventado Purgatorio en orden de tales pecados. En las obras de The Parson’s Tale de Chaucer y el Doctor Faustus de Marlowe, y hasta hubo una película italiana intitulada: Los siete pecados capitales.
Las Sagradas Escrituras de ninguna manera nombran estos pecados en forma colectiva, pero separadamente condena a cada uno de ellos y muchos más, los cometan ciudadanos, políticos o reyes.
Acumular más capital del necesario para vivir, cuando tanta gente no tiene ni lo más necesario, es un corrupto pecado. Como lo es pagar más de 157 millones (Casa de Subastas Sotheby’s) por la pintura de Nude de Amedeo MODIGLIANI.
Cada año, la revista Forbes publica el ranking de las personas más ricas en un planeta donde más de la mitad de sus habitantes pasa hambre y sed o está desnutrida, no pueden pagarse un médico cuando enferman, carece de escuela para sus niños y vive en casas sin casi techo sólido.
No sé Desde el Corazón qué tipo de pecado es el que unos 800 millones de habitantes pasan hambre en el mundo y de ellos, 17 millones mueren por esta causa cada año", mientras, 1300 millones de toneladas de alimentos se pierden. Sólo en España, se desperdician 7,7 millones de toneladas al año, 169 kilos por habitante. Y a este paso en 2020, según la Comisión Europea, el despilfarro ascenderá a 126 millones de toneladas de alimentos en la Unión Europea.
Un Presidente de País africano, tiempo ha, vino a Barcelona a curarse de un cáncer, trayéndose un séquito de más de 40 personas alojadas en Hotel de cinco estrellas con costes de 780 y 3.200 euros diarios, y comiendo a espuertas –literalmente a espuertas‑ enormes fuentes de caviar. ¿Cuántos pediatras en el País de Gabón se podrían pagar con algunas de las fuentes de caviar?, estas locuras, son tan corruptas como malditos pecados.
En Estados Unidos uno de sus ciudadanos atesora 40.260 millones de dólares, y dice que “lo más difícil de ser rico no es hacer dinero, es saber tenerlo”, y esto me suena a corrupción, bien que deba decir que distingo entre el dinero productivo y el dinero depredador. La familia real de Catar adquirió Jugadores de cartas, de Paul Céanne, por 191 millones de euros, a través de una operación privada, una cantidad que alimentaría a miles de personas, crearía empleo en tierras Palestinas, bajaría el paro, se sostendrían escuelas y hospitales, causas mucho más valiosas que una tela con una firma, que sólo sirve para llenar de vanidad a su dueño ¿no es esto un maldito pecado? ¿y qué decir de que entre junio de 2015 y finales de febrero del 2016, el dinero destinado a la campaña presidencial de Donald Trump se elevó hasta los 34.700 millones de dólares?. Ahora bien, ¿dónde ha ido ese dinero?, y ¿cuántas cosas se reactivarían en servicios sociales, industria, productividad, investigación y bienestar?; ¿no es un maldito pecado tal despilfarro?. Perdonen mis lectores, pero hay días que siento tanta rabia de tales malditos pecados, que al final he caído en el politicismo; pero espero que no me vuelva a pasar en mucho tiempo.
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