José fue una herramienta demasiado valiosa que me recuerda lo que tengo que hacer yo.
“Tomo la resolución de que viviré de tal forma, como la que hubiera deseado hacerlo cuando me muera”. Jonathan Edwards
El pasado domingo, estábamos invitados a la preciosa iglesia que me vio nacer en todos los sentidos que pueda pensar, en la tierra preciosa de mi padre. Eso es sinónimo de una de las mayores alegrías para mi; así que, en medio de mucho ajetreo, mucho viento y mucha lluvia, mi ilusión aumentaba por momentos. El día anterior por la mañana sonó el teléfono, era uno de los responsables de la iglesia a la que íbamos a visitar y me quedé paralizada cuando escuché: “Murió José”
Realmente era lo último que hubiera querido escuchar en aquel momento; aunque lo cierto es que eso era la “crónica de una muerte anunciada”.
Hacía 17 años que le había sobrevenido un cáncer muy agresivo, cuando tenía poco más de 20 años, todo el futuro de una vida por delante, una novia preciosa en todos los sentidos, y mil proyectos por cumplir.
José tenía un carácter muy especial, era muy tranquilo, sereno, y sonriente; además de tener unos preciosos ojos negros, cuando llegó la enfermedad. Todavía lo recuerdo con absoluta estupefacción; vino la primera operación, los tratamientos brutalmente agresivos… Y la paz y entereza con la que toda la familia, incluido él, aceptaron aquello.
El primer convertido de la familia fue su padre, permaneciendo fiel al Señor hasta que su esposa y todos sus hijos aceptaron también al Señor. Realmente todo aquello me conmovía muchísimo, el poder ver aquella fe, aquella confianza y tranquilidad en personas recientes en la fe, y sin trayectoria evangélica por ningún lado. Fueron un ejemplo para mi en todos los momentos, mientras me preguntaba como hubiera reaccionado yo, si le hubiera sucedido algo así a alguno de mis hijos.
Aquella preciosa chica de otra iglesia, dijo que prefería quedarse viuda después de haberlo cuidado y vivido junto a él, el tiempo que Dios permitiera, a quedarse separada en la distancia. Sabía bien lo que esperaba, la casi seguridad de no poder tener hijos, y todo lo que conlleva una situación así.
No recuerdo jamás una sola queja en la boca de sus padres o de nadie. Su madre siempre tuvo un carácter muy especial… Siempre una sonrisa, siempre palabras de aliento… José nunca profirió la menor queja contra su Señor, fueron muchos años de muchas operaciones, muchísimo dolor; pero siempre dijo que quería permanecer consciente hasta el final. Fue de tal modo así, que dejó escrito el título del mensaje en su despedida , incluida la cita bíblica.
El título, os lo he puesto al principio: "Somos herramientas"
La cita, Colosenses 3: 23 y 24: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís”.
Me impresionó cuando supe esto, al mismo tiempo que me sorprendió. Lo normal en estos casos es algo relacionado con la seguridad del creyente, la esperanza y confianza de la vida eterna… Pero José tenía tan firme y tan claro todo, que quería vivir cada momento de su vida, siendo una herramienta de bendición en las manos del Señor, haciéndolo de corazón, y sabiendo bien a donde iba y cual iba a ser su recompensa.
Mi soñado viaje de domingo terminó en algo mucho más triste; pero al mismo tiempo, no puedo explicarlo, también de gozo interno.
En la mañana, recordaba en la reunión muchísimas cosas que había vivido en aquel lugar y en aquella amada iglesia; era como si estuviera pasando una película a flashes por mi mente, no lo podía evitar, era demasiado preciosa e inolvidable para mi.
Cuando llegamos al tanatorio, aquello era un hervidero de gente. En ocasiones me perdía, había personas que tardaba en reconocer después de muchos años, y la típica frase… “Me alegro un montón de verte; aunque sea de este modo tan triste”.
Tuve mucho tiempo para observar muchas cosas, en un momento, se nos acercó una mujer y nos dijo, no sé de que, pero yo los conozco mucho.. A nosotros nos pasaba lo mismo, y resultó ser la encargada de la cafetería del hospital donde hace poco, pase mas de un mes con mi madre. Era prima de la madre de José, y mientras hablábamos, pensé en la importancia de nuestro testimonio, nunca sabes con quien te vas a encontrar, y la impronta que hayas podido dejar en una persona.
La que fue esposa de José se abrazó muy fuerte a mi hecha un mar de lágrimas, son esos momentos en los que no puedes articular ni una sola palabra, y sólo te abrazas igual de fuerte y con todo el cariño del mundo. Sus hermanos también estaban tristes… Realmente todos lo estábamos, y sus padres… Me sobrecogió la entereza, creo que yo no hubiera sido capaz. Estaban lógicamente agotados, pero con paz.
Sólo se cantó un himno, un precioso himno… “No puedo comprender como Jesús me amó…” y a cuatro voces, en mi tierra, se canta así, nos sale solo, es algo que me enamora de la tierra de la que provengo, simplemente me estremezco cuando me encuentro cantando allí.
Mientras escuchaba el mensaje a cargo de mi esposo, mientras cantábamos, estaba en un lugar, calladita, y pasaban por mi mente multitud de pensamientos. Miraba a unos y a otros, recordaba diferentes situaciones, veía el paso del tiempo en todos, y mi corazón se seguía estremeciendo. José ya estaba gozando libre de dolor y enfermedad en la presencia del Señor; pero dejó una huella tras de si y un mensaje para dar en ese día, absolutamente impresionante. Jamás pensé escuchar ese texto en una situación así, pero luego reconocí la bendición que me supuso. En medio de muchos años de juventud truncada por la enfermedad, el dolor y la impotencia, José fue una herramienta demasiado valiosa que me recuerda lo que tengo que hacer yo.
Todos lloramos, por fuera o por dentro, Jesús lo hizo ante la tumbe de Lázaro, su familia tendrá que pasar un luto inevitable y fuerte. Pero llevarán sobre si, no sólo el ejemplo de vida de un hombre de Dios; sino la certera promesa.
“Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá”. Jn. 11: 25
Quiero dejar con vosotros algo, que seguro que a los más jóvenes les puede parecer un tanto trasnochado, a mi me hace llorar entre multitud de sentimientos, así cantaban y cantan los hombres de mi preciosa y amada tierra, la de la ría gallega más hermosa para mi, Ares.
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