El nombre que los judíos le daban al almendro, shaked, que significa “vigilante” o “despierto”, hace alusión asimismo a la singularidad de ser el primer árbol que anuncia la primavera.
Y en la caña del candelero había cuatro copas en figura de flor de almendro, (Ex. 37:20)
Los almendros (Prunus amygdalus) son árboles de hoja caduca, pertenecientes a la familia de las rosáceas, que por lo general no sobrepasan los 5 metros de altura. La corteza de sus troncos es agrietada y rugosa, mientras que la madera es demasiado dura, por lo que no se usa en carpintería. El descanso invernal suele ser breve ya que las yemas florales se forman en otoño y, en ciertas regiones mediterráneas (como las islas Baleares), pueden verse almendros floridos en Navidad. Las flores, que son blancas o rosadas, poseen entre 15 y 30 estambres, mientras que las hojas son lanceoladas como las del melocotonero. Los frutos requieren unos ocho meses para madurar por completo. Son de color verde pero poco a poco ennegrecen y su parte carnosa externa se torna dura, correosa, hasta despegarse del duro hueso. Dentro del cual se halla la semilla o almendra comestible, protegida por una delgada piel pardusca.
Existen dos variantes de almendro, la que produce frutos dulces y aquella que los hace amargos. Tanto las almendras dulces como las amargas contienen entre un 60% y un 67% de aceite, el resto es azúcar, fécula y materias gomosas. En estado silvestre, el almendro se cría en Oriente y África del Norte, aunque se cultiva en todos los países mediterráneos desde tiempos inmemoriales. A este mismo género Prunus, pertenecen otros árboles muy apreciados también en las regiones mediterráneas, como el ciruelo (Prunus domestica), el melocotonero (Prunus persica) y el albaricoquero (Prunus armeniaca).
Entre los hebreos existía la tradición de que el árbol del almendro encarnaba el árbol de la vida. [1] De ahí que en el libro de Éxodo (25:33-34; 37:19-20), las tres copas del candelero de oro tenían que hacerse con la forma de la flor del almendro. También en el capítulo 17 de Números se menciona el almendro en relación al milagro divino que hizo florecer y fructificar la vara de Aarón y no las de los demás príncipes de Israel.
Por último, el nombre que los judíos le daban al almendro, shaked, que significa “vigilante” o “despierto”, hace alusión asimismo a la singularidad de ser el primer árbol que anuncia la primavera. Florece antes de que le broten las hojas. Esto es lo que se desprende del texto de Jeremías (1:11-12): La palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro (shaked). Y me dijo Jehová: Bien has visto; porque yo apresuro (shoked) mi palabra para ponerla por obra.
Dios puede manifestarse de diversas formas y, en ocasiones, espera que el ser humano sepa interpretar bien lo que ocurre a su alrededor. El pueblo de Ananot, en tierra de Benjamín, donde nació Jeremías y posteriormente Dios se le manifestó, era famoso por sus cultivos de almendros. Y, de la misma manera que Jeremías podía ver los almendros que parecían dormidos pero se apresuraban a florecer, también el Señor vigila que su palabra se cumpla pronto. Lo que pasa es que los tiempos de Dios no son como los nuestros. Aunque a veces parezca que el mundo se dirige sin control a su autodestrucción, lo cierto es que el creador tiene siempre el control de todo en su mano. Él espera el momento adecuado para manifestar su poder y cumplir sus planes eternos.
[1]. Segura, S. y Torres, J., 2009, Historia de las Plantas en el mundo antiguo, CSIC, Universidad de Deusto, Bilbao-Madrid, p. 180.
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