Tanto en el AT como en el NT se menciona frecuentemente al águila en imágenes y comparaciones.
Las águilas son el símbolo por excelencia de las grandes aves rapaces, las poderosas cazadoras del aire. Actualmente existen alrededor de 60 especies distintas de águilas en el mundo. En Tierra Santa viven hoy varias de estas aves de presa, entre las que destacan el águila real (Aquila chrysaetos), el águila imperial oriental (Aquila heliaca), el águila moteada (Aquila clanga), el águila perdicera (Aquila fasciata) y el águila culebrera (Circaetus gallicus). Todos estos animales fueron dotados de una gran fuerza muscular y un resistente pico curvado, así como de unas uñas capaces de agarrar fuertemente a sus presas y transportarlas por los aires. Algo que los buitres no pueden hacer por carecer de potentes músculos en las patas.
Además, poseen una visión excelente ya que la retina de sus ojos tiene alrededor de un millón de células sensibles a la luz por milímetro cuadrado. Es decir, unas cinco veces más que los ojos humanos. Nosotros vemos todas las tonalidades que producen los tres colores básicos (amarillo, magenta y azul). Sin embargo, las águilas son capaces de distinguir hasta cinco colores básicos. Esto les permite detectar presas que están muy lejos, aunque estén parcialmente camufladas entre la vegetación. Son capaces de ver un conejo a un kilómetro de distancia.
El águila real (Aquila chrysaetos) ha sido llamada la reina de las aves y, en la Edad Media, sólo a los reyes se les permitía utilizarlas para la caza. Su plumaje es oscuro, de color pardo que se vuelve algo amarillento en la cabeza. Los ejemplares jóvenes poseen la cola blanca, con una ancha franja oscura que atraviesa su base, mostrándose también este color blanco en la parte inferior de las alas. Su distribución geográfica abarca casi todo el hemisferio boreal. Se la puede encontrar en España, Norte de África, Italia, Grecia, Israel, en casi toda Asia y hasta el Japón. Asimismo en América del Norte, desde Alaska a México. Prefiere los lugares montañosos para nidificar, aunque también puede hacerlo ocasionalmente en bosques y llanuras.
Son animales veloces e inteligentes. Si los halcones baten el récord de las aves más veloces del mundo, capaces de volar a 389 kilómetros por hora, al águila real le corresponde el segundo lugar, ya que puede llegar a los 320 kilómetros por hora. Algunas águilas de Grecia se las ingenian para comer tortugas, lanzándolas contra las rocas desde grandes alturas con el fin de abrir sus duros caparazones. También se las ha visto trabajar en pareja para capturar corderos. Mientras una llama la atención de la madre y la distrae, la otra consigue la presa. También son capaces de asustar y empujar a los venados hacia los precipicios. Su dieta habitual incluye conejos, liebres, perdices, zorros, armiños, palomas, serpientes, ratas y ejemplares juveniles de cabras, corderos y ciervos. Como en Israel abundan los damanes, ha sido citada la presencia del águila de Verreaux (Aquila verreauxii), que se alimenta casi exclusivamente de dichos mamíferos roqueros, aunque su área de distribución general esté al sur del continente africano.
Las águilas figuran en la Biblia entre los animales impuros (Lv. 11:13 y Dt. 14:12), a pesar de lo cual aparecen en numerosas ocasiones (Ex. 19:4; Dt. 28:49; 32:11; 2 Sam. 1:23; Job 9:26; 39:27; Sal. 103:5; Prov. 23:5; 30:17, 19; Is. 40:31; Jer. 4:13; 48:40; 49:16, 22; Lm. 4:19; Ez. 1:10; 10:14; 17:3, 7; Os. 8:1; Ab. 4; Mi. 1:16; Hab. 1:8; Mt. 24:28; Lc. 17:37; Ap. 4:7; 12:14). Desde la más remota antigüedad el hombre ha sentido una profunda admiración por la fuerza de las aves de presa, con su pico dorado, su vuelo rápido y sus largas y afiladas garras. El halcón y el águila fueron animales simbólicos para los egipcios, asirios, griegos o romanos y también son mencionados frecuentemente en la Biblia.
La peculiar posición geográfica de Palestina, en la encrucijada de tres continentes, da ocasión a que se den cita en su territorio hasta unas 45 especies diferentes de aves de presa (águilas, halcones, cernícalos, gavilanes, milanos, azores, etc.). Alguna de ellas vive permanentemente, otras pasan los meses de invierno o verano, mientras las hay que solo se las ve emigrando durante el otoño o la primavera. El águila azor perdicera (Aquila fasciata) era en el pasado el águila más común en Palestina y se veían varias parejas sobre las rocas de los valles del Carmelo, Galilea y en los cerros de Judea, pero en la actualidad la mayor parte ha sido eliminada por los insecticidas.
Tanto en el AT como en el NT se menciona frecuentemente al águila en imágenes y comparaciones. En la visión de Ezequiel hay una semejanza de águila (Ez. 1:10; 10:14) que vuelve a mencionarse en Ap. 4:7. En la parábola de Ez. 17 Babilonia y Egipto son comparadas también a un águila. Las alas de las águilas ilustran la rapidez con que se disipan las riquezas (Pr. 23:5). En Deuteronomio se advierte contra la desobediencia, diciendo que trae como castigo una nación de lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas (Dt. 28:49, cf. Jer. 4:13).
El salmista escribe: ¡Alaba, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios... él colma de bienes tu vida y te rejuvenece como a las águilas! (Sal. 103:1-5). Este rejuvenecimiento de las águilas tiene una base biológica. La muda es el cambio periódico de las plumas con el fin de mantener su buen funcionamiento. Todas las águilas mudan su plumaje. En el caso concreto del águila real europea, la muda completa de sus plumas del vuelo se realiza durante un período de dos años. Durante ese tiempo padece un cierto estrés fisiológico y ve mermada su capacidad de vuelo. Al quedarse con menos plumas, disminuye su temperatura corporal y necesita más energía. Se ve envejecida y su aspecto general es peor. Sin embargo, cuando termina dicho período de muda, al adquirir nuevas plumas, se rejuvenece y parece un ave diferente.
También en Isaías se puede leer: pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán (Is. 40:31). Estas aves pueden elevarse en el aire valiéndose de corrientes térmicas, columnas de aire cálido que suben desde el suelo caliente. Sólo tienen que mantener extendidas sus alas y volar en círculos por el interior de dichas columnas invisibles. No dependen de sus propias fuerzas para ganar altura y desplazarse a grandes distancias. Mediante técnicas electrónicas de anillamiento, se ha podido comprobar que algunas águilas pueden volar hasta 6.000 metros de altitud. De la misma manera, el profeta Isaías aseguraba que quienes esperan en el Señor pueden confiar en que él cumplirá su promesa y renovará sus fuerzas.
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