Se acercan doce meses de bendición, cosecha y prosperidad.
Hermanos y hermanas, os profetizo un año de abundancia, de bendición.
Hermanos y hermanos, decreto doce meses de cosecha y de prosperidad en todos los niveles.
¿Cuántos dicen: Amén?
Hermanos y hermanas, estoy de cachondeo.
¿Alguien me puede explicar la razón por la que las supuestas palabras proféticas que se dan hoy en día solamente se centran en lo positivo?
Cuando comparamos estas ‘profecías’ con el contenido de la Biblia, algo simplemente no cuadra.
Me acuerdo de un párrafo que leí hace años escrito por un hermano chino perseguido. Se llamó Yun. El hermano estaba reflexionando sobre su experiencia en las iglesias en el Occidente:
“He visto a muchas personas en las iglesias adorando como si ya se encontraban en el cielo. Entonces alguien invariablemente aparece y les predica un mensaje diciendo: ‘Hijos míos, les amo. No tengan temor. Yo estoy con ustedes’.
“No me opongo a esas palabras, pero, ¿por qué es que nadie parece oír una palabra del Señor que diga: ‘Mi amado hijo, quiero enviarte a los barrios pobres de Asia o a las tinieblas de África para ser mi mensajero a personas que mueren en sus pecados?’”
En efecto. Me hago la misma pregunta.
¿Os acordáis del caso del profeta, Agabo?
Aquel siervo de Dios “tomó el cinto de Pablo y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto y le entregarán en manos de los gentiles” (Hechos 21:11).
¿Qué tipo de palabra profética fue esa? ¿Quién se atrevería a pronunciar algo parecido hoy? ¡Le lanzarían piedras antes de que acabara de profetizar!
¿Habéis leído las siete profecías que el Señor Jesús dirige a las iglesias a través de Juan?
De las siete iglesias mencionadas (Éfeso, Pergamo, Tiatira, Sardis y Laodicea), cinco fueron reprendidas. Y el Señor prometió que la iglesia de Esmirna, la cual no fue amonestada, iba a padecer grandemente. Es decir, seis mensajes ‘negativos’ en cuestión de siete profecías.
Los falsos profetas, sin embargo, se dedican a compartir mensajes agradables y bonitos. Dicen “Paz, paz” y no hay paz (Jeremías 8:11). ¿Por qué? Porque aborrecen la Palabra del Señor (v. 9).
Comenta el Señor más adelante en el libro de Jeremías, “En los profetas de Jerusalén, he visto torpezas; cometían adulterios y andaban en mentiras y fortalecían las manos de los malos para que ninguno se convirtiese de su maldad; me fueron todos ellos como Sodoma y sus moradores como Gomorra” (Jeremías 23:14).
En el Nuevo Testamento, Pablo prometió que lo mismo iba a suceder. “Vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias y apartarán de la verdad el oído” (2 Timoteo 4:3-4).
Cuando las palabras ‘pecado’, ‘arrepentimiento’, ‘condenación’, ‘ira de Dios’, ‘infierno’ comienzan a desaparecer de la predicación cristiana; algo va mal, muy mal.
La Palabra de Dios –la bendita palabra profética más segura- no solamente ha de enseñarnos e instruirnos, sino redargüir y corregirnos (2 Timoteo 3:16). Necesitamos tanto las partes positivas como las ‘negativas’ de la Escritura para ser enteramente preparados para toda buena obra (v. 17).
Por esta razón, no voy a profetizaros un año de abundancia, de bendición, de cosecha y de prosperidad. Esto ya depende del Señor.
Pero sí os voy a declarar que todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución (2 Timoteo 3:12) y que es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios (Hechos 14:22).
Con tal de que el Señor esté con nosotros, ¿qué más da si recibimos abundancia o escasez, bendición o maldición, cosecha o carencia, prosperidad o pérdida?
¿Acaso no nos enseñan las Escrituras que todo es nuestro en Cristo (1 Corintios 3:21-22)?
No os deseo, pues, un año nuevo de abundancia, bendición, cosecha y prosperidad; sino un año nuevo repleto de la presencia del Señor Jesucristo. Cristo basta. Él es más que suficiente.
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