Desde la Reforma, las iglesias protestantes se han implicado en la realidad social de su entorno, especialmente en épocas de avivamientos y despertares.
En estos días de otoño, asistí al Encuentro Anual del Movimiento Lausana en Madrid. Y repensando en todo lo que allí se habló y escuchó en los grupos de trabajo que abordaron diez de los 34 temas considerados en el documento resultante del III Congreso de Lausana de 2010, realizado en Ciudad del Cabo, recordé un librito que hace unos años cayó en nuestra pequeña biblioteca. Una joyita de libro en el que Samuel Escobar recopiló una serie de ensayos escritos desde una perspectiva evangélica. Se titula Evangelio y Realidad Social, publicado por Ediciones Presencia en 1985. El diseño de la cubierta es de René Castro y la Coordinación de la edición de Esteban Cuya. Ya lo había leído, pero hoy lo releo con nuevos ojos...
Desde el inicio mi atención se centró en lo que dice Escobar en la presentación del libro, acerca de que hay dos temas básicos que, como un hilo conductor, se repiten a lo largo de estos trabajos incluidos en el libro. Primero la vida y luego la misión. Y "que una de las convicciones es que el cristiano tiene que cumplir su misión de anunciar el evangelio". "De ella no nos apartamos un ápice", añade. "Pero creemos que hay que afirmar otra convicción definida: el Evangelio que es poder de Dios para salvación produce nueva vida, transforma a las personas". "La pregunta consiguiente es, ¿cómo se manifiesta la nueva vida en Cristo en las condiciones particulares de América Latina hoy? Ello por fuerza nos lleva a la cuestión de nuestras responsabilidades sociales y políticas en el mundo. Es clara enseñanza, tanto de Cristo como de los apóstoles, que la autenticidad de nuestro mensaje se refleja en la calidad de vida que muestran las personas y comunidades que anuncian el mensaje".
Y dice que "estas páginas se nutren de la vivencia evangélica de tres décadas de labor misionera y evangelizadora, no solo en diversos rincones del Perú, sino también en diversas ciudades del continente Indoamericano y aun en España y el mundo de habla inglesa. Los trabajos aquí reunidos no son monografías académicas dirigidas a una comunidad científica. Son la reflexión en la que nos han acompañado cientos de estudiantes universitarios, pastores, evangelistas y misioneros. Su intención ha sido sobre todo la de propiciar un diálogo fraterno respecto a demandas urgentes para la conciencia cristiana".
Pues es a esos asuntos que responden las páginas del libro. Hoy quiero centrarme en uno de los ensayos incluidos en el mismo, titulado 'Respuesta a Lausana', que fue una contestación a los múltiples comentarios y preguntas que generó la ponencia que Escobar iba a exponer en el Congreso de Evangelización Mundial en julio de 1974, y que había sido convocado por un comité presidido por el Obispo Jack Dain y el evangelista Billy Graham, y en el que participaron cerca de tres mil personas, oriundas de todo el mundo, y pertenecientes a un amplio abanico confesional. Dicho evento se llevó a cabo en la ciudad suiza que lleva este nombre (Lausana). Pues dicha ponencia 'La evangelización y la búsqueda humana de libertad, justicia y realización', formaba parte de los quince trabajos teológicos o misionales que sirvieron de base al encuentro. Este ensayo, cuyo contenido quizá aborde en otro artículo, generó abundante debate por lo que puedo extraer de esta lectura, ya que circuló en castellano, inglés, alemán, francés y chino; más tarde sería traducido al portugués, sueco, entre otros idiomas. Señala el autor que recibió setecientas respuestas y comentarios escritos de los participantes de todo el orbe y sobre los mismos elaboró estas aclaraciones a las que me estoy refiriendo.
Escobar nos recalca que "Lausana 1974 se considera un hito que marca una nueva época en las iglesias evangélicas de todo el mundo, y el Pacto de Lausana resultante del mismo ha sido un documento muy influyente en la reflexión teológica más reciente". Señalar que el germen de este gran primer encuentro Lausana fue el Congreso Mundial sobre Evangelización, llevado a cabo en Berlín en 1966, al que asistieron participantes de 150 naciones, y en el que colaboraron destacados líderes evangélicos de diversos países unidos en torno a una iniciativa de la Asociación Billy Graham y la revista 'Christianity Today'. Aunque es de conocimiento de todos, señalar también que después de este primer encuentro de 1974, quince años después, en 1989, se celebró el Congreso Internacional de Manila, conocido como Lausana II al que asistieron 3000 participantes de 170 países; del mismo surgió el documento llamado Manifiesto de Manila, que es un llamado a la Iglesia a llevar el Evangelio a todo el mundo y donde se renovó el compromiso con el Pacto de Lausana. Sería interesante leer ambos documentos más el que resultó del encuentro en Ciudad del Cabo en 2010.
Volviendo a la reflexión anterior a ese gran evento evangelístico de 1974, Escobar destaca que la gran afluencia de comentarios recibidos mostraba en ese momento que Dios estaba impulsando a su pueblo "a mirar el mundo con la compasión de Jesucristo, obedeciendo la clara enseñanza bíblica acerca de las necesidades humanas y la liberación total que el Evangelio trae al hombre".
Incluso el lema bíblico del congreso era el texto leído por Jesús en la sinagoga de Nazaret: "Dar buenas nuevas a los pobres, sanar a los quebrantados de corazón, pregonar libertad a los cautivos, poner en libertad a los oprimidos". El texto del mensaje de Jesús en la sinagoga definía su misión y nuestra misión.
En su artículo Respuesta a Lausana, Escobar nos recuerda que estas palabras no deben espiritualizarse, especialmente si se tiene en cuenta que en nuestro mundo hay millones y millones de seres en situación de pobreza, y que están quebrantadas de corazón; y aún más, muchos se encuentran oprimidos y cautivos.
Ya en aquella época, señala: "los evangélicos sí están haciendo mucho, en diferentes partes del mundo, a fin de llevar el evangelio total a quienes buscan libertad, justicia y realización humana... Pienso, por ejemplo, en Justo González y Gustavo Parajón de ALFALIT, quienes han viajado y luchado de manera sacrificada a fin de despertar la conciencia de las iglesia latinoamericanas frente al problema del analfabetismo y las necesidades médicas...". Y continúa dando otros ejemplos como el de Ted MacDougall en Canadá, Miguel Patterson en Argentina, Walter Hearn en Estados Unidos... y tantos siervos anónimos "que miraron al mundo con la compasión de Jesucristo, obedeciendo la clara enseñanza bíblica acerca de las necesidades humanas y la liberación total que el Evangelio trae al hombre".
En el artículo hay un apartado titulado 'La comunidad revolucionaria'. No nos asustemos, más bien se trata de un llamado a la acción desde una revolución interior. Allí nos encontramos con una cita de John Yoder, que clarifica esto:
"Hablando pragmáticamente resulta evidente que no puede haber proceso de proclamación si no existe una comunidad que proclama, que sea diferente del resto de la sociedad. De la misma manera se puede ver con toda claridad que no puede existir un llamado evangelizador, invitando a una persona a entrar a un nuevo tipo de comunidad y discipulado, si es que no existe tal tipo de comunidad, tal grupo de personas, diferente del resto de la sociedad, y en el seno de la cual recibe el evangelio, puede entrar y aprender".
Y Escobar nos aclara más al respecto, diciendo: "creo firmemente que la respuesta principal y más poderosa a las necesidades sociales y políticas del hombre, a su búsqueda de libertad, justicia y realización, está dada por Jesús en su propia obra y en la iglesia. Jesús toma en serio los problemas de la propiedad, del poder, de las relaciones entre los hombres, problemas que son el origen de la problemática social y política... Jesucristo crea una nueva comunidad en la cual bajo su señorío dichos problemas se resuelven de manera única. Esta es la comunidad diferente del resto de la sociedad que encontramos primero viviendo con Jesús y luego creciendo en Jerusalén y extendiéndose por todo el mundo. En esta comunidad hay una nueva actitud hacia el dinero y la propiedad (Lc. 6.29-31; Hch. 2.43-45; 4.34; 20.35; Sta. 2.14-16; 1Jn. 3.16-17). ... hacia el poder y su ejercicio (Lc. 22.23-27; 2Co. 10.8; 12.10-15; 1Pe. 5.1-3). ... las barreras y los prejuicios humanos se han vencido bajo el señorío de Cristo (Gál. 3.28; Col. 3.11; Fln. 15-17). Es una comunidad lista a sufrir por la justicia y el bien (Mt. 5.10-12; Hch. 7.51-60...)".
Escobar en este artículo, iba respondiendo a las innumerables inquietudes de tantos evangélicos del mundo, pensantes, preocupados por la misión de Dios en el aquí y ahora.
Según el autor de este interesante artículo tal es el modelo bíblico de evangelización. Nos habla de una comunidad diferente que llama a los hombres a arrepentirse y poner su fe en el Señor crucificado y resucitado, que ha transformado sus vidas, y a vivir una vida plena en el Espíritu que los capacita para seguir el ejemplo de Cristo. Tal comunidad tiene un efecto revolucionario para transformar la sociedad.
Otros de los comentarios que le enviaron insistían en que el apóstol Pablo no dijo ni hizo nada con respecto a la esclavitud. Dice Escobar en el ensayo, que cree que están equivocados, que el apóstol Pablo llevó a cabo al menos tres cosas: primero, anunció el evangelio por igual a amos y esclavos... Y que "su propio estilo de vida y su preparación le dieron credibilidad a su mensaje en ambas clases sociales". "Su evangelio no sonaba como el Evangelio de los amos para tranquilizar a los esclavos, sino que llamaba a ambos al arrepentimiento". Y además su posición, su forma de vivir, sus persecuciones, lo posicionaron en el camino, o sea abajo, no en el balcón, como espectador, digo yo. Lo colocaron como prisionero, como esclavo... Pero también como alguien que podía estar en condiciones de dialogar y ministrar con los poderosos. En segundo lugar, como parte de su mensaje, dice Escobar, enseñó verdades básicas acerca de la naturaleza del hombre, que eran contrarias a las presuposiciones sobre las que se basaba la esclavitud... En tercer lugar, pidió que su enseñanza se aplicara en la iglesia, puesto que en Cristo se había generado un nuevo tipo de relaciones entre los hombres bajo el señorío de Jesucristo (Gal. 3.28).
Más aún, "al dirigirse a los esclavos como seres morales responsables, estaba haciendo algo completamente nuevo para su época. Los trataba como personas responsables, dignas, no con el trato que era normal para entonces, o sea, como animales u objetos (Col. 3.22-25; Ef. 6.5-8). Nos recuerda Escobar que Pablo le pide a Filemón que ahora recibiera a su esclavo como hermano en Cristo. Por eso, dice: "el Evangelio era Buena Nueva. Pueden ustedes imaginarse la revolución que se opera en el ser del esclavo que de pronto es tratado como ser humano responsable, es aceptado como hermano en Cristo. Y el grupo que predica este mensaje de libertad es en sí mismo ya parte de la Buena Noticia, porque demuestra en la acción la verdad del mensaje. ¡El Reino ha llegado!".
Quiere decir que la idea de que los apóstoles usaban el criterio pragmático de la conveniencia, es falsa.
Nos recalca Escobar que "el ejemplo de la iglesia en el primer siglo y en los siguientes, y luego la participación activa de los cristianos en la vida civil, trae finalmente el fin de la esclavitud". Pero también que después, cuando los portugueses descubrieron el sur de África en el siglo XV, la esclavitud perpetrada por los musulmanes entró nuevamente en el mundo cristiano. Hablamos de una cristiandad que había olvidado la Palabra de Dios y de su propia historia. No obstante, en 1774, en medio de un gran avivamiento espiritual, un evangelista: John Wesley, publicó un pequeño folleto: Reflexiones sobre la esclavitud. Donde dice: "¿Puede la ley humana convertir las tinieblas en luz o el mal en bien? Pese a lo que digan diez mil leyes, lo bueno es bueno y lo malo es malo. Yo niego de manera absoluta que el poseer esclavos sea consecuente ni siquiera con la justicia natural mínima".
Y que el mismo Wesley dijo con respecto a la presencia británica en las Antillas, dándole un golpe a ese tipo de lealtad que concebía el patriotismo y el Imperio solo en términos mercantiles y de expansión geográfica: "Sería mejor que todas estas islas permaneciesen sin cultivar para siempre, sí, sería mejor que se hundiesen en la profundidad del océano, antes que el cultivar se hiciese a un precio tan alto como ser la violación de la justicia, la misericordia y la verdad".
Y dice Escobar que Wesley hizo algo más que investigar, escribir y enseñar. Seis días antes de morir escribió una carta al político evangélico William Wilberforce, a que luchara en contra de la esclavitud en el nombre de Dios.
Escribe Escobar que ojalá en el congreso de ese año 1974 se levantaran evangelistas del calibre de Juan Wesley.
Hoy, reflexiono con emoción, ya que en el encuentro del Movimiento Lausana España 2017, que he mencionado al inicio, uno de los grupos en el que participé, trabajó sobre la problemática relacionada con el Tráfico de seres humanos, uno de los 34 temas contenidos en el Compromiso de Ciudad del Cabo, resultante del III Congreso Lausana 2010 (en torno a estos temas podéis leer en la Guía de Estudio sobre el Compromiso de Ciudad del Cabo, publicado por ANDAMIO). Digo me emociono porque relaciono toda esa reflexión que contiene el libro de Escobar, preparándose para ese primer congreso de Lausana (1974), con todos estos logros alcanzados. Desde hace varios años ya diversas organizaciones de nuestro país trabajan en favor de erradicar esta lacra de la trata y el tráfico de seres humanos. Toda esa reflexión que han venido ofreciéndonos hermanos que participaron en aquellos primeros encuentros de Lausana, Manila, Ciudad del Cabo, se va transformando en acción que necesita de un mayor trabajo conjunto y una mayor voluntad de las iglesias a "alinearse con esa misión que está en el corazón de Dios".
Para rematar este apartado sobre la esclavitud, Escobar señala: "... Para mí la simple liberación de un esclavo, sea social o económica, no es la libertad de la que la Biblia habla. Pero una comunidad de hombres libres, es una comunidad donde amos y esclavos, liberados ambos de su más profunda esclavitud, empiezan a vivir juntos en libertad bajo Cristo el Señor, y esa libertad tiene efectos en sus relaciones sociales y políticas. El Reino ha llegado y cuando esos hombres proclaman el mensaje del Rey la gente ve que ese mensaje es verdadero". [...]
Escobar llama la atención del atento lector cuando recuerda que la búsqueda desesperada de ciertas materias primas y de fuentes de energía que estaban escaseando en ese momento, llevaría a buscar tierras alejadas de la civilización, donde también se encontraban muchas de esos millones de personas que todavía no habían escuchado hablar del Evangelio. Y que seguro a esas tierras llegarían no solo misioneros sino también consorcios comerciales como las grandes compañías petroleras. Y pregunta: Y lo misioneros cristianos que vayan: ¿del lado de quién se pondrán cuando hayan conflictos? ¿Se pondrán del lado de los indios, de las tribus pequeñas y desconocidas, o de los grandes intereses internacionales? ¿Anunciarán un evangelio de ricos para mantener tranquilos a los pobres? Y añade que estas tentaciones ya existían. Que las compañías petroleras o ciertas autoridades nacionales en ciertas partes de Sudamérica ya estaban tentando a misioneros para que se pusieran al servicio de sus intereses y utilizaran su conocimiento lingüístico para desplazar a los indios, a fin de que dejaran el campo libre al comercio y al progreso". Tremendo.
Y me pregunto: ¿Cómo puedo contextualizar esas inquietudes en mi mundo de hoy? O todo ya se ha solucionado...
Vuelvo al momento de la reflexión de Escobar, ese año 1974 en el que le llegan inquietudes y comentarios de todas partes, después de leer la ponencia que presentaría en ese gran Primer Congreso de Lausana, que revolucionó tanto porque hizo emerger temas que estaban olvidados, sobre los que Dios había dado pautas allá por los inicios de los tiempos. Tanto había recomendado a su pueblo que no se olvidara de los desfavorecidos, de los huérfanos, de las viudas, de los extranjeros.
En el artículo del que estamos hablando también hay un apartado sobre el tema y que se titula: Al lado de los pobres, donde responde a los comentarios que hacían referencia a las palabras de Jesús: "Siempre tendréis a los pobres con vosotros" (Mr. 14.7), sugiriendo que eliminar la pobreza no debería ser una de nuestras preocupaciones. A lo que Escobar responde: "Los que dicen esto se olvidan de dos cosas: primero, que el Señor que pronunció esas palabras, era pobre. Siendo rico en su gloria tomó forma humana, y además no vino a vivir entre los poderosos o ricos". [...] "Cuando un rico me dice: 'Siempre tendréis a los pobres con vosotros', tengo derecho a dudar de su sinceridad, porque lo que realmente quiere decir es 'siempre tendréis a los ricos con vosotros... y esa situación no debe cambiar'. En segundo lugar, el Señor Jesús completó esta afirmación ya mencionada con esta palabra: 'cuando queráis les podréis hacer bien".
Interesante es leer que en el documento resultante de ese primer congreso, llamado Pacto de Lausana, hay una sección (la 5) titulada Responsabilidad Social Cristiana, que se inicia con estas palabras: "Afirmamos que Dios es tanto el Creador como el Juez de todos los hombres. Por lo tanto debemos compartir Su preocupación por la justicia y la reconciliación en toda la sociedad humana y por la liberación de los hombres de toda clase de opresión. La humanidad fue hecha a la imagen de Dios; consecuentemente toda persona, sea cual sea su raza, religión, color, cultura, clase, sexo o edad tiene una dignidad intrínseca a causa de la cual debe ser respetada y servida, no explotada. [...]".
Es decir, que en los documentos resultantes se incluían estos temas aparte de los espirituales. Se hablaba de una Misión integral. Con la intención de hacer desaparecer esa dicotomía entre la misión de la Iglesia de proclamar el evangelio de Jesucristo, y su responsabilidad en mostrar misericordia a los más desfavorecidos. Todo a la luz de la Palabra, obviamente.
No quiero decir que la Iglesia no haya estado involucrada en estos temas desde sus inicios, sino que hemos tenido épocas de sequía, de vacas flacas, flaquísimas... Y no me olvido que, desde la Reforma, las iglesias protestantes se han importado con la realidad social de su entorno, especialmente en épocas de avivamientos y despertares. ¿Sería ese año de 1974 un año de un gran avivamiento espiritual que volvía a las fuentes de donde manaban esos mandatos de mostrar de forma práctica el amor de Dios?
Lo que sí sabemos los que estamos en este siglo XXI es que en nuestro país sí tuvieron efecto los rayos de acción que manaron de ese Pacto de Lausana, en el que mucho tuvieron que ver dos teólogos de América Latina: Samuel Escobar y René Padilla. Ambos con amplia bibliografía sobre el tema. Si bien desde la llegada de los primeros misioneros a España hubo preocupación por las necesidades de las personas más allá de las espirituales, se nota un nuevo recomienzo que se puede constatar en el importante papel de tantas organizaciones dedicadas a la obra social. O a la apertura de nuestras iglesias a crear ministerios que pudieran atender necesidades de pan, techo, relaciones, abrazos... sin desatender las que tuvieran que ver con la salvación del alma.
¿Cómo si no, ante el dilema de 'exclusión o abrazo' a la oleada de inmigrantes que llegaron a España, nos hayamos quedado con el 'abrazo'? Esos aires de reforma y avivamientos tuvieron que llegar...
Y continúan generando reflexión y deseos de acción como se demuestra en ese grupo de trabajo que abordó problema de la pobreza en el Encuentro del Movimiento Lausana en Madrid, celebrado el mes pasado, ya que es uno de los temas contemplados en el Compromiso de Ciudad del Cabo.
Respondiendo a los comentarios sobre la pobreza, Escobar nos da ejemplos de personas cuya postura facilitó la apertura de tantos corazones al mensaje del Evangelio. Entre ellos, menciona a Billy Graham, quien, desde sus tiempos de juventud, tomó una posición firme respecto a la segregación racial. Y que se negó a predicar si el auditorio era segregado por asuntos raciales. Cree Escobar que esta posición surgió de sus convicciones bíblicas... Y que no rebajó las demandas del evangelio a fin de tener auditorios más grandes... Dice que una posición como esta ya está comunicando algo acerca de la naturaleza del evangelio, especialmente a quienes eran víctimas de la injusticia y la opresión. También menciona a Cameron Townsend, en México...
Para cerrar este apartado de su artículo, nos deja unas palabras que me han impactado: "Y lo que quisiera suplicar a mis hermanos misioneros y evangelistas es considerar la posibilidad de ponerse del lado de los pobres, del lado de los oprimidos, especialmente cuando se acercan como mensajeros de Jesucristo en aquellas partes del mundo donde la necesidad y la opresión provocan constantes confrontaciones".
También incluye comentarios sobre estrategias de actuación misionera en sociedades cerradas al evangelio, en lugares de abierta hostilidad, un tema muy vigente, que dejamos para otra oportunidad.
Me quedo con la idea de que es urgente completar la Misión dejada por Jesús hasta que Él vuelva. Y digo, copiando unas líneas del Pacto de Lausana:
"Confesamos con vergüenza que a menudo hemos negado nuestro llamamiento y fallado en nuestra misión, conformándonos al mundo o separándonos de él. Sin embargo, nos regocijamos de que, aunque en vasos de barro, el Evangelio sigue siendo un precioso tesoro. A la tarea de dar a conocer ese tesoro por el poder del Espíritu Santo deseamos dedicarnos de nuevo".
Dejo estas sencillas reflexiones, seguro necesitadas de innumerables correcciones y ajustes, pero que emanan de las inquietudes de alguien que se siente interpelada por estos recordatorios. ¿Por qué si no hoy me sentí empujada a escribir estas torpes líneas cuando solo quiero pensar en cosas bonitas y que no me generen preocupaciones?
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