Nuestro trabajo quedará diluido y, tal vez oculto; pero la Gloria de Dios brillará, es la única que tiene que brillar.
“Ser pastor es cuidar de vidas, es proporcionar a las ovejas el encuentro con el Salvador. Ningún pastor aboga discursos de exclusión, pues caerá en el legalismo y se transformará en juez.” Enio Caldeira P.
Hace bastante tiempo que rondan por mi mente pensamientos e ideas que he tardado en tocar, y lo hago con el máximo temor y temblor. Son dados a ser mal interpretados y a que alguien me pueda señalar con el dedo sin, tal vez, la mínima justificación.
Hace tan sólo unos días escuché una espléndida predicación sobre el hijo pródigo, su padre, su hermano… Era un buenísimo análisis sicológico aplicado a lo espiritual. Fue para mi como una señal de parte del Señor.
Dejé algo que me interesaba mucho tocar, y me adentro en un tema conflictivo para muchos y que puede herir susceptibilidades. Pido perdón de antemano; pero lo voy a hacer tal y como lo entiendo delante de la Palabra, y lo siento en el corazón delante de mi Dios.
Recuerdo un día de hace algunos años, en el que fuimos a visitar y disfrutar el día por unos cuantos lugares donde los abuelos de mi esposo pasaron años de su ministerio, muy lejos y distantes en miles de cosas de su Inglaterra natal.
Estoy hablando de Edmund Woodford y Helen Barker, y de sus años en lugares de Ourense, ya no tales como Celanova, donde tuvieron trato con poetas gallegos importantes que, al menos pudieron conocer el Evangelio; sino esos años en los que subieron mucho más alto, a lugares apartados de montaña, aldeas muy humildes, lugares preciosos casi lindando con Portugal.
Nosotros hicimos base en lugar delicioso llamado Calvos de Bande. Todavía existe allí una preciosa capilla con casa arriba; y nuestro cicerone, era un hombre anciano y precioso que ya está con el Señor.
Se llamaba Edelmiro, era cabrero, y realmente era una de esas deliciosas personas en las que se encarnaban las palabras de la Escritura…. “El testimonio del Señor es fiel, que hace sabio al sencillo” Salmos 19: 6.
En un momento de nuestro recorrido, apareció una pequeña y bellísima cabritilla; estaba perdida, solita y andaba por no sé ni donde…. Edelmiro enseguida la vio y la reconoció, era parte de su rebaño.
Se acercó a ella, y con una sonrisa en el rostro que me hizo emocionar, la tomó entre sus brazos, la acariñó en su pecho, y le dijo ¡pero Blanquita! ¿Qué andas haciendo tú por aquí? Y la llevó junto al resto del rebaño. Nunca podré olvidar esa preciosa escena.
Cada uno tiene sus dones ¡es cierto! Y ninguno somos un diez en todo. Y también es cierto que fallamos, yo la primera. Muchas veces hay dones que nos parecen primeros en importancia como el de Maestro o demás dones con “brillo”, pero la vida acelerada que llevamos, los muchos quehaceres, igual que a Marta, nos hacen trastocar un tanto el orden de valores.
Es más que necesaria la enseñanza, cuidado que no nos desviemos y muchas otras cosas. Pero dadme un hombre, o una mujer…. Y siento si ofendo a alguien, con un don y preocupación profunda de pastor o pastora, y lo pongo muy alto en el orden.
No me estoy refiriendo a ir tras personas a las que una y otra vez se les ha tratado, intentado convencer de muchas cosas… ¡No! No me estoy refiriendo a este tipo de personas o similares. Esto ya son cosas que personalmente, prefiero derivar al Señor y no sigo, porque sería demasiado fuerte lo que tendría que decir.
Me estoy refiriendo a esa oveja del rebaño, en la que casi nadie piensa, esa que, por la razón que fuera se fue apartando, dejando ir, se perdió por el camino por lo que ni sabemos, y se encuentra lejos, perdida, y seguramente demasiado triste y herida por el “lobo”, por ella misma, o, tal vez por nuestra propia causa.
Y aquí entono el “mea culpa”. Cuantas veces el Señor me ha hablado en la noche con un nombre concreto, y el enemigo se encarga de liarme, y cuando quiero llamar, ya es tarde o cosas parecidas, y tengo que pedirle perdón al Señor y hacer lo que debo, lo que me está pidiendo a gritos.
Son labores escondidas y que no se ven, pero que hacen un bien infinito, y si somos capaces de traer la oveja perdida, o al hijo prodigo a casa… ¡HAY GOZO EN EL CIELO! ¿Os parece poco? En el cielo, en la casa del Padre, y en nuestra propia casa, iglesia o como lo queráis decir.
Vivimos en un mundo, incluyendo nuestro trabajo para el Señor, demasiado convulso, y alteramos demasiado el orden de valores. El buen pastor, al notar la falta de la oveja número 100, dejó en el aprisco a las 99 restantes y subió en la noche por entre los zarzales y el monte, no le importó rasgarse, poder caerse, o lo que fuera.
No paró hasta que encontró a su “Blanquita” la tomo entre sus brazos llena de miedo, dolor y heridas, y la trajo de vuelta a casa.
En el caso del hijo pródigo, el padre tuvo mucha paciencia nacida del amor, no anduvo de un lado a otro… Tenía una prioridad demasiado importante, el regreso a casa de su hijo. Esperaba cada día al lado del camino, y viéndolo de lejos…. Simplemente corrió hacia él, se echó en sobre su cuello y le besó.
Son dos historias paralelas; aunque con matices distintos, si las queréis leer prácticamente casi juntas las podéis encontrar en Lucas 15. Sea de la forma que sea, ambas hablan siempre, y más desde hace un tiempo a mi corazón.
Creo sinceramente que no hay momentos en los que podemos conocer de mejor modo a las personas, que en esos en los que a todos nos puede suceder lo que hemos estado comentando, o simplemente el Señor nos hace pasar por un desierto demasiado doloroso, por la razón que sea.
Allí, es donde vamos a reconocer muy bien el peso y el poso y el cariño e interés verdadero de cada quien. Y aquello de… “ confortará mi alma” va a cobra un valor muy especial.
Pido perdón si he ofendido a alguien, comenzando porque yo soy la primera, que aunque teniendo un corazón muy sensible para todo este tipo de cosas, también me equivoco.
¿A quien me está poniendo hoy en el pensamiento mi Señor para que ore, le de un mensaje o una llamadita? ¡Qué nuestro Dios nos ayude a ser muy sensibles a Su voz!
Tal vez no hagamos el más “grande” de los trabajos, no va a ir entre luces de brillante Neón, pero va a ir ante los ojos del Padre, los más preciosos y brillantes que puedan existir jamás. Nuestro trabajo quedará diluido y, tal vez oculto; pero la Gloria de Dios brillará, es la única que tiene que brillar.
Os dejo con una preciosa canción que recoge todo lo que os acabo de comentar. Se trata de Lilly Goodman cantando una bellísima canción cuyo título, me he tomado la licencia de utilizar como título de este artículo…. ¡Vuelve a casa hoy!
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