En el sitio donde muchos fueron juzgados de luteranos, en buena parte de los casos sin serlo, se hizo presente quien fue considerado por la Inquisición el heresiarca mayor.
En el edificio construido para evitar que sus ideas fructificaran en la Nueva España se verificó el Coloquio Internacional Protestantismo y Mundo Moderno: a 500 Años del Inicio de la Reforma Luterana y su influencia en Iberoamérica. Esto quedó reflejado en la publicidad que anunciaba la realización del encuentro, es por eso que en el cartel se aprecia a Martín Lutero clavando sus 95 tesis en la puerta del Antiguo Palacio de la Inquisición de México. En la sesión inaugural describí brevemente la historia del espacio en el cual por dos días tendríamos intensos trabajos sobre el tema que nos convocaba. Mis palabras fueron publicadas en el diario La Jornada al día siguiente de concluido el Coloquio, razón por la cual el tiempo del párrafo final quedó modificado. Aquí comparto lo expuesto en la ceremonia de apertura del ya mencionado evento:
Al mismo tiempo que Martín Lutero comparecía en la Dieta de Worms en abril de 1521, lo que ahora es México comenzaba a ser colonizado por España, defensora a ultranza del catolicismo romano. Unos meses después de que Lutero negara retractarse de sus ideas ante el emperador Carlos V y representantes del papa León X, caía la Gran Tenochtitlán (13 de agosto) en poder de las fuerzas españolas y sus aliados.
La corona española, y sus enviados al Nuevo Mundo, vieron en el sometimiento de las culturas indígenas un acto providencial. Conceptualizaron la conquista como una restitución divina por las pérdidas ocasionadas a la cristiandad por la “herética pravedad” luterana en Europa. De ahí procede la imagen de los 12 apóstoles franciscanos que a partir de 1524, y encabezados por Martín de Valencia, se dieron a la tarea de evangelizar a los naturales como el antídoto perfecto al hereje que removía los cimientos del catolicismo europeo. Una frase lo sintetizaba todo: “La capa de Cristo que un Martín [Lutero] hereje rasgaba, otro Martín [de Valencia], católico y santo remendaba”.
El volumen de la historiadora Alicia Mayer, Lutero en el paraíso. La Nueva España en el espejo del reformador alemán (Fondo de Cultura Económica-UNAM), es un libro imprescindible para entender el imaginario novohispano cuidadosamente construido sobre el horror y la repulsión por parte de las dirigencias religiosas y políticas a la imposible presencia de Lutero en tierras de la Nueva España. El cordón protector contra el hereje por excelencia, el monje agustino alemán, fue trasladado por las autoridades desde España hasta sus nuevas posesiones.
El organismo encargado de combatir la contaminación luterana y mantener puras de herejías las tierras conquistadas, fue la Santa Inquisición que muy temprano hizo acto de presencia en la Nueva España. En 1526 llegó la Orden de Predicadores (dominicos) a la capital mexicana. Tras un breve tiempo en el convento de San Francisco, mudó su sede a una casa en las actuales calles de República de Brasil y República de Venezuela, consigna Martha Fernández en La Plaza de Santo Domingo en el siglo XVI. Más tarde comenzaría a levantarse en el lugar el Tribunal de la Santa Inquisición. La casa inicial fue ganando terreno y a la Orden de Predicadores le correspondió desempeñar el papel de inquisidores entre 1526 y 1571.
Como afirma Solange Alberro en su amplia y documentada investigación, Inquisición y sociedad en México 1571-1700 (Fondo de Cultura Económica), instancias inquisitoriales existieron en estas tierras desde 1522 hasta 1819, cuando el Tribunal del Santo Oficio fue suprimido por las Cortes de Cádiz. En 1570, por Cédula Real de Felipe II, queda formalmente fundada la Inquisición en la Nueva España. En septiembre de 1571 llegó el inquisidor Pedro Moya de Contreras.
La primera sede del Santo Oficio fue transformándose arquitectónicamente, alcanzando su mayor esplendor cuando Pedro de Arrieta, reconocido arquitecto novohispano, construyó en 1733-1737 su obra maestra: el Palacio de la Inquisición. Arrieta había construido antes, entre otras edificaciones, la Basílica de Guadalupe y la Iglesia de la Profesa. El Palacio tuvo posteriores modificaciones, hasta llegar a su aspecto actual.
En la fachada, coronando la parte más alta del edificio fue colocado un medallón con el lema de la Inquisición, que todavía hoy en día puede leerse con nitidez: Exurge, Domine, judica causa tuam, “Levántate, Señor, y defiende tu causa”, cita del Salmo 74:22. A los lados del escudo “hay dos ángeles; el primero sostiene en una mano una oliva y en la otra una cinta en la que se lee: Nolo mortem impii, sed ut et vivat, Ezequiel capítulo 33 [versículo 11], y el segundo empuña una espada con la diestra, y con la izquierda otra cinta que dice: Ad faciendam vindictam in nationibus: increpationes in populis, [Salmo 149:7]”, describe Luis González Obregón en el clásico México viejo.
Precisamente el título de la bula decretada por León X en la que amenaza con la excomunión a Lutero es Exurge Domine, expedida el 15 de junio de 1520. Lutero, en un acto de abierta confrontación con Roma, organizó en Wittenberg la quema pública de la bula en diciembre. Al mes siguiente, mediante la bula Decet Romanum Pontificem, Lutero fue excomulgado.
En las celdas del Palacio de la Inquisición estuvieron encerrados fray Servando Teresa de Mier y José María Morelos y Pavón, quien fue acusado de diseminar enseñanzas contrarias a la fe católica romana. Una vez degradado de su estado clerical, las autoridades virreinales fusilaron a Morelos el 22 de diciembre de 1815.
Al extinguirse el Tribunal de la Santa Inquisición, el Palacio fungió como cuartel, sede del Congreso, primera escuela lancasteriana del país a partir de agosto de 1822, Colegio Seminario de 1850 a 1853, y desde 1854 hasta 1956 operó como Escuela de Medicina. En 1980 se convirtió en Museo de Medicina Mexicana.
En este edificio de larga historia y transformaciones tuvo lugar 30 y 31 de octubre el Coloquio Internacional Protestantismo y Mundo Moderno: a 500 Años del Inicio de la Reforma Luterana y su influencia en Iberoamérica (aquí el programa: https://issuu.com/autarquia1/docs/programa_coloquio). En el sitio donde muchos fueron juzgados de luteranos, en buena parte de los casos sin serlo, se hizo presente quien fue considerado por la Inquisición el heresiarca mayor. En el Coloquio se analizaron distintos ángulos de la vida y obra del reformador, así como las repercusiones religiosas, políticas y culturales del protestantismo. Entre los participantes, mujeres y hombres, hubo coincidencias, intercambio de opiniones, discrepancias y puntos de vista opuestos. A lo largo del Coloquio en el Antiguo Palacio de la Inquisición nadie fue llevado a la hoguera por la exposición de sus ideas.
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