La prensa popular ha presentado a los evangélicos como todos pro-Trump, sin tomar en cuenta que los evangélicos no-blancos tienen perspectivas más complejas.
¿Cómo nos hemos de relacionar con los evangélicos blancos en los Estados Unidos que han tomado una actitud tan negativa hacia sus hermanos no blancos? ¿Será que el futuro está en separarnos de ellos?
El ambiente político polarizado también se vive en las iglesias evangélicas. La prensa popular ha presentado a los evangélicos como todos pro-Trump, sin tomar en cuenta que los evangélicos no-blancos tienen perspectivas más complejas. La realidad para muchos evangélicos latinos es que aceptaron el argumento de sus líderes blancos de que Trump era el “hombre de Dios” para este momento. Pero ahora están viviendo una realidad mucho más compleja, una en que los líderes blancos les siguen diciendo que el bien viene, pero en el que los miembros de sus iglesias están sufriendo. Muchos todavía quieren creer que recibirán ese “bien”, aunque la situación se hace más complicada cada día. Otros líderes latinos se parecen más a Lacrae (véase la nota de la semana pasada) y están cuestionando si en verdad los evangélicos blancos los tratarán como hermanos.
Yo veo que la situación se está poniendo más compleja para mis hermanos y hermanas inmigrantes. Se quitó DACA, se está amenzando con quitar el TPS, se está encarcelando a más inmigrantes y no se ve un camino hacia una reforma migratoria justa. Todavía hay líderes evangélicos latinos que creen que Trump apoyará una reforma migratoria justa, pero creo que ese número sigue decreciendo. Lo que sí está claro es que existe un ambiente cada vez más anti-minoritario y que muchos evangélicos blancos no están cuestionando esa situación.
¿Debiéramos distanciarnos de los evangélicos blancos? ¿Debiéramos dejar el movimiento evangélico y buscar otras alternativas? Hace algunas semanas atrás hice un pedido a mis hermanos blancos a que nos apoyaran en este momento clave. ¿Podremos contar con su apoyo? Y si no nos apoyan, ¿qué debiéramos hacer?
Comienzo contestando mis preguntas con una confesión, soy evangélico.
Soy evangélico porque fue en esta expresión de fe que fui nutrido. Mis padres tuvieron un encuentro poderoso con Dios y después entraron al ministerio. Yo crecí en una pequeña iglesia evangélica latina y fue allí donde tuve mi primer encuentro con Dios. Y a los quince años Dios me llamó poderosamente a servir a la iglesia evangélica latina.
Soy evangélico porque he encontrado en esta expresión de la fe cristiana el camino que ha hecho posible seguir creciendo en mi compromiso de seguir a Cristo. No dudo que Dios ha hablado a otros a través de otras conceptualizaciones de la fe cristiana. Pero aquí me formé, aquí me estoy formando y aquí está mi comunidad de fe. Soy parte de una expresión de fe que se manifiesta en diferentes denominaciones y tradiciones y a través del mundo.
Soy evangélico porque comparto el cuadrilátero de David Bebbington con relación a ser evangélico. Creo que la Biblia ha de ser la autoridad única de nuestra fe, que el evangelio está centrado en la persona, enseñanzas y obra de Jesucristo, que todo humano necesita ser convertido y que el evangelio se debe expresar en acción. Dentro de ese marco expreso mi fe evangélica desde una perspectiva anabautista. Soy parte de la expresión de fe cristiana de iglesias libres e iglesias que expresan su fe en comunidad y que renuncian a la violencia, queriendo seguir a Cristo hasta la cruz, en vez de imponer la fuerza humana sobre otro.
Soy evangélico porque soy parte de esa expresión de fe que se desarrolló en el mundo de habla hispana, particularmente en América Latina, incluyendo a la América Latina al norte del Río Bravo (Río Grande). Pero se que ese entendimiento de ser evangélico es diferente a ser evangelical, en el sentido en que se está utilizando actualmente en los Estados Unidos. Evangélico ha sido un término más amplio y más generoso. Se que soy evangélico. No siempre se si soy evangelical, particularmente a la luz de los recientes eventos en mi país.
Soy evangélico, pero comparto las luchas y las frustraciones de ser evangélico minoritario en el país de mi nacimiento. Reconozco que el término evangelical se ha usado para definir a un pueblo del cual no puedo ser parte, por definición. No soy “blanco,” derechista, ni nacionalista. Si se necesitan esos adjetivos para aclarar lo que es ser evangelical, entonces no lo soy. Si tengo que confesar que el presidente Trump es el hombre de Dios para este momento, entonces no califico. Si tengo que aceptar los criterios de Make America Great Again, entonces soy evangélico, pero no evangelical.
Como dije la semana pasada:
Porque soy misionólogo reconozco que el movimiento evangélico salió de países blancos por medio de misioneros con actitudes mixtas. Sin embargo, Dios hizo algo mucho más grande. Los evangélicos que aceptaron el mensaje del evangelio lo hicieron suyo en el poder del Espíritu Santo. Y el Espíritu siguió obrando y se levantaron movimientos que confiesan el mensaje evangélico, pero que nunca estuvieron bajo la tutela de los misioneros blancos. Y el día de hoy muchas de las iglesias más dinámicas en EEUU están llenas de latinos, afro-americanos y asiático-americanos.
Soy evangélico, no porque es la única manera de expresar fielmente la fe cristiana. Lo soy porque Dios ha hecho grandes cosas alrededor del mundo y sigue trabajando a través de los evangélicos. Dios está renovando a las iglesias evangélicas en los Estados Unidos por medio de los evangélicos minoritarios. Sé que Dios está haciendo algo nuevo entre los evangélicos en este país y que los grupos minoritarios somos una parte de lo que Dios está haciendo.
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