Miguel y Margaretha Sattler cumplieron con el suplicio impuesto en los territorios católicos a los sentenciados por herejía.
Los Artículos de Schleitheim están fechados el 24 de febrero de 1527. A los pocos días cae arrestado Miguel Satler, su esposa Margaretha y otros en el pequeño poblado de Württemberg, en Horb, Rottenburgo. De acuerdo con Wilhelm Reublin (el primero en predicar contra el bautismo de infantes en el territorio de Zúrich1), fueron aprehendidos dieciséis hombres y once mujeres.2 Por una carta del archiduque Fernando de Austria, fechada el 18 de marzo, en que hace alusión al encarcelamiento de Sattler, es posible conocer que después de haber salido de Schleitheim pasaron máximo dos semanas para que fuese encarcelado por autoridades católicas.
La primera vez que se hace mención documental de Margaretha Sattler es cuando fue apresada junto con Miguel y otros anabautistas. La información la dejó asentada Wilhelm Reublin, quien conoció bien a la pareja.3 Después de abandonar el monasterio, sin que, como se mencionó antes, sea posible precisar fecha alguna, Miguel contrajo matrimonio con Margaretha. Ella había dejado los hábitos en la orden de las beguinas, para iniciar su involucramiento en las células anabautistas.
Las beguinas “fueron aquellas mujeres cristianas que en el siglo XII, en Flandes y en los Países Bajos, decidieron agruparse para vivir juntas su deseo de entrega a Dios y a los más necesitados, pero haciéndolo al margen de las estructuras de la Iglesia católica, a la que rechazaban por su corrupción y por no reconocer los derechos de las mujeres”.4 Eran mujeres piadosas que llevaban vida en común, para cultivarse espiritualmente y servir a los enfermos. Para formar parte del grupo no era necesario hacer votos, pero sí llevar una vida de pobreza y castidad mientras se formara parte de la orden.
Las peculiares beguinas alcanzaron importante presencia durante los siglos XIII y XIV en Francia y Alemania. Sin estar enclaustradas vivían comunitariamente en casas, conjuntos conocidos como beguinajes, donde conjuntaban piedad y tareas de aprendizaje. El Concilio de Viena (1311-1314) condenó a las beguinas, y a su contraparte masculina, los begardos, como una “secta abominable”.5 La beguina Margarita Porete, autora de El espejo de las almas simples, fue condenada por la Inquisición a la hoguera, murió consumida por las llamas en París, el primero de junio de 1310.6
Posteriormente, sin ser plenamente aceptadas por la Iglesia católica, la institución permitió la subsistencia de las bueguinas. Declinaron durante la reforma protestante, en buena medida porque se adscribieron a distintas vertientes del protestantismo. La última beguina, Marcella Pattyn, falleció en Kortrijk, Bélgica, el 14 de abril de 2013, a los 92 años.7 En algo contribuye conocer el perfil de las beguinas para tener nociones acerca de Margaretha y su decisión de acompañar a Miguel en el compromiso con el anabautismo en un contexto que le era abiertamente hostil.
Durante su confinamiento Miguel escribió una carta a la comunidad anabautista de Horb, de la que posiblemente recibió invitación para ser su pastor mientras tenía lugar la reunión en Schleitheim, además que Wilhelm Reublin le animó a tomar el cargo.8 Parte de la misiva dice lo siguiente:
No permitan que nadie les quite el fundamento que está establecido en el texto de las Sagradas Escrituras y que está sellado con la sangre de Cristo y muchos testigos de Jesús […] Sin duda, los hermanos les han informado que algunos de nosotros estamos en prisión; después de que capturaron a los hermanos en Horb, fuimos trasladados posteriormente a Bindsdorf. En ese momento nuestros enemigos nos acusaron de varias cosas y hasta nos han amenazado primero con la horca y luego con la hoguera y la espada. En semejante situación extrema, me sometí completamente a la voluntad del Señor, y me preparé, junto con todos mis hermanos y mi esposa, a morir por causa de su testimonio […] Por lo tanto consideré necesario animarlos con esta exhortación para que nos sigan en la carrera de Dios, para que puedan consolarse con ella y que no desmayen ante la disciplina del Señor. En pocas palabras, amados hermanos y hermanas, esta carta será una carta de despedida a todos ustedes que aman a Dios en verdad y le siguen […] Guárdense de los falsos hermanos; por cuanto el Señor probablemente me llamará a sí mismo, así que tengan cuidado. Espero por mi Dios. Oren sin cesar por todos los presos. Dios sea con cada uno de vosotros. Amén.9
Los cargos contra Sattler fueron nueve, y de la lectura de ellos se concluye que quienes los levantaron tenían una imagen muy esquemática del anabautismo, así como prejuicios que distorsionaron su percepción. He aquí las acusaciones: 1) Que él y sus adeptos han actuado en contra del mandato imperial. 2) Que ha enseñado, sostenido y creído que el cuerpo y la sangre de Cristo no están en el Sacramento. 3) Que ha enseñado y creído que el bautismo de infantes no es provechoso para la salvación. 4) Ha desechado el Sacramento de la extremaunción. 5) Ha ignorado a la madre de Dios y a los Santos. 6) Ha iniciado una nueva e inaudita manera de celebrar la Santa Comunión, poniendo vino en pan en una fuente y comiéndolos. 8) Ha abandonado la orden y tomado una esposa. 9) Ha dicho que si los turcos invadieran el país no habría que ofrecerles resistencia y que, si las guerras fuesen justas, preferiría marchar contra los cristianos, [antes que] contra los turcos; lo cual es muy grave, pues antes que a nosotros prefiere al mayor enemigo de nuestra fe.10
Es necesario señalar que Sattler estaba en manos de las autoridades austriacas, las que tenían el dominio y la jurisdicción sobre Rottenburgo. El católico rey Fernando de Austria había decretado que el mejor antídoto contra los anabautistas era administrarles el “tercer bautismo”, es decir ahogarles. El mismo rey, al enterarse del juicio a Sattler, comentó que lo mejor sería ahogarlo de inmediato.
A partir del 15 de mayo de 1527 tiene lugar el juicio contra Sattler, su esposa y los demás anabautistas presos junto con él y ella. Al serle presentados los cargos en su contra, Sattler pide se le conceda presentar su defensa. Antes de hacer la misma, él se reúne con sus hermanos y hermanas en la fe para consultarles y ser animado. Las palabras de Margaretha debieron tener especial significado en ese momento crucial.
Fueron juzgados veintiún anabautistas, Miguel y Margaretha entre ellos. Diecinueve recibieron condenas, posiblemente dos personas fueron exoneradas de los cargos por haberse retractado. Cuando a los acusados se les pidió que nombraran un defensor, el grupo rehusó la requisitoria y eligió a Miguel para ser su voz. Los cargos en su contra, excepto uno, estaban relacionados con transgresiones a la doctrina y prácticas del catolicismo romano: la eucaristía, el bautismo, extrema unción, veneración de María y los santos.11
Michael Sattler respondió uno por uno a los cargos. Pero era claro que tenía totalmente en contra al sistema político, eclesial y judicial que le señalaba de hereje y enemigo de la corona austriaca. A cada acusación le antepuso un caudal de citas bíblicas. Les exhortó a dirimir la controversia con Las Escrituras como base, y que si con ese fundamento le convencían acto seguido él estaría dispuesto a retractarse. Pidió que se estableciera un verdadero diálogo.12
Ante la solicitud de Sattler “los jueces rieron y juntaron las cabezas”, por su parte el secretario del ayuntamiento de Ensisheim dijo: “Sí, monje infame, desesperado perverso, ¿quieres acaso que disputemos contigo? ¡El verdugo disputará contigo, créemelo!”.13 Era claro que quienes lo juzgaron no consideraban a Sattler como un interlocutor válido y a su altura, sino un reo de antemano condenado a muerte.
Cuando uno de los jueces preguntó a Miguel si quería conocer el veredicto del tribunal, él consideró erróneo que juzgaran sus creencias y, sin embargo, estaba dispuesto a padecer las consecuencias por sostener principios contrarios a los oficiales: “Siervo de Dios, yo no he sido enviado para litigar la palabra divina. Hemos sido enviados para dar testimonio de ella; por eso no nos someteremos a ninguna otra ley, puesto que no tenemos orden de Dios en lo que a eso respecta. Pero puesto que no podemos sustraernos al juicio, estamos dispuestos a soportar, por la Palabra de Dios, el padecimiento que se nos impone y se nos pueda imponer, y todo eso en la fe de Jesucristo, nuestro Salvador, mientras haya un aliento en nosotros, a no ser que se nos disuada por medio de las Escrituras”.14
Tras deliberar una hora y media los jueces dieron a conocer la sentencia contra Miguel, la más cruenta de las que dictaron ese día: “En el caso del procurador de Su Majestad contra Miguel Sattler, se ha dictaminado que será entregado al verdugo. Este lo llevará a la plaza, en donde le cortará la lengua; luego lo clavará a un carro y allí desgarrará por dos veces su cuerpo con tenazas al rojo. Y luego de haber sido conducido fuera de las puertas de la ciudad, se repetirá cinco veces esto”.15 Los restos de Miguel Sattler fueron quemados. La sentencia fue cumplida el 20 de mayo de 1527.
Cuatro de los anabautistas sufrieron muerte por decapitación. En cuanto a Margaretha sus jueces la instaron repetidas ocasiones para que se retractara. Ella se mantuvo firme y no cedió a las presiones. Wilhelm Reublin dejó asentado que Margaretha “con gran gozo y fortalecida en su fe aceptó y sufrió la muerte”.16 La condenaron a ser por ahogada en el río Neckar, pereció el 22 de mayo.
Las copias hechas a mano de los Siete Artículos de Schleitheim circularon clandestinamente y sirvieron para consolidar los núcleos anabautistas. No solamente llegaron a manos de los perseguidos sino también de sus perseguidores. En abril, Juan Ecolampadio, reformador en Basilea, le remitió a Zwinglio un ejemplar de la Confesión anabautista. Ecolampadio había recibido el escrito de Juan Grell, pastor entre los campesinos que vivían cerca de Basilea. Poco después otra copia la tuvo Zwinglio mediante Berchtold Haller, de Berna, que había sido decomisada en una redada contra los anabautistas. Para el verano de 1527, Ulrico Zwinglio tenía cuatro copias de los Siete Artículos, que le llegaron de distintas partes.17
Ulrico Zwinglio dedicó un escrito para refutar la Confesión de Schleitheim. Fue el último de los cinco que redactó contra los anabautistas. Escribió a finales de julio, cinco meses después que la Confesión comenzó a circular, su Catabaptistarum Strophas Elenchus (Refutación de los trucos de los anabautistas).18 Además de su conocida oposición al bautismo de creyentes y defensa del de infantes, Zwinglio justificó el trato persecutorio contra los anabautistas y las penas extremas que se les imponían.
Años después, en 1544, Juan Calvino escribió una Breve instrucción contra el anabautismo basado en la traducción al francés de los Siete Artículos.19 La versión francesa la estaba diseminando en el cantón de Neuchâtel un anabautista llamado Pelloux o Pelot. Le fue enviada a Calvino por pastores reformados. El contacto inicial con los anabautistas lo tuvo Calvino durante su primera estancia en Ginebra. Cuando Calvino debió salir de Ginebra, en abril de 1538, pasó por Basilea y después se instaló, por invitación de Bucero, en Estrasburgo, donde había células ligadas al anabautismo. En carta a Guillermo Farel le comunicaba que estaba creciendo la “plaga de los anabautistas”, que dos de ellos habían sido ahogados en el río Moselle y uno más expulsado. Agregó: “Temo que la pestilente doctrina está ampliamente diseminada entre los simples de la ciudad”.20 De los Siete Artículos aseguraba que “todos los anabautistas en común se adhieren [a ellos], los cuales sostienen ser una revelación que bajó del cielo”.21 Los reunidos en Schleitheim no afirmaron lo que Calvino les atribuyó, en cambio, al presentar los Siete Artículos, externaron que representaban puntos a los que se había llegado mediante un ejercicio conjunto de diálogo y estudio de la Palabra.
La Confesión de Schleitheim fue conocida en círculos anabautistas acompañada de un escrito breve, las Reglas de orden congregacional.22 Se trataba de pautas para las reuniones que se realizaban en casas y de manera subrepticia, animaba para que “los hermanos y las hermanas [se reunieran] por lo menos tres o cuatro veces por semana. Deben ejercitarse en las enseñanzas de Cristo y de sus apóstoles, y exhortarse unos a los otros, con sinceridad y permanecer fieles al Señor, tal como han formulado votos [en el bautismo]”. Sobre el estudio comunitario de la Palabra se hacía la siguiente recomendación: “Cuando los hermanos y hermanas se reúnen deben llevar algo para leer. Aquél de a quien Dios haya dado la mejor inteligencia lo explicará. Los otros deberán mantenerse en silencio y escuchar, para que dos o tres no mantengan una conversación privada e incomoden a los demás. El Salterio [los Salmos] será leído diariamente en sus hogares”.23
La ejecución de Miguel Sattler impactó a quienes compartían causa con él, pero también dejó huellas en quienes tuvieron diferencias con las enseñanzas de los anabautistas y, sin embargo, reconocieron su valor y coherencia en la defensa de lo que creían. En esta posición estuvo Wolgang Capito, que conoció personalmente a Sattler y mantuvo diálogos en los que cada uno argumentó la postura que sostenía respecto a distintos puntos de doctrina y práctica cristiana.
Capito hizo llegar el 31 de mayo de 1527 a los burgomaestres y Concilio de Horb una misiva, en ella refirió que tuvo tratos con Sattler en Estrasburgo y pudo comprobar los que consideraba sus errores teológicos. Sin embargo, continuaba Capito, y a diferencia de otros predicadores que llevaban vidas ofensivas, Miguel Sattler demostró todo el tiempo “un excelente celo por el honor de Dios y la Iglesia de Cristo, la que deseaba ver íntegra y honorable, libre de vicios, irreprochable, y ser por su rectitud de vida una ayuda para quienes carecen de ella”.24
En la carta de Capito hay un señalamiento que muestra un punto divergente con lo sostenido por Sattler y otros anabautistas que subrayaban la calidad de vida que deberían llevar los cristianos. Capito, tal vez haciendo eco a coincidencia con Bucero, otro reformador en Estrasburgo, usó la primera persona plural al afirmar que “nosotros no estuvimos de acuerdo con él, ya que deseaba hacer rectos a los cristianos mediante la aceptación de ciertos artículos un compromiso externo. Pensamos que esto es el principio de un nuevo monasticismo”. La diferencia estribaba en que para Sattler un Evangelio salvacionista, sin cambio de vida acorde al ejemplo de Cristo, era una mutilación de las enseñanzas de Jesús y el desarrollo de las mismas en el Nuevo Testamento.
En cuanto a las repercusiones del caso Sattler al interior de los grupos anabautistas cuyos representantes tomaron parte en la reunión de Schleitheim, llama la atención que desafiaron al contexto adverso que enfrentaban y diseminaron con eficacia la noticia de la forma en que fue asesinado. El martirio de Sattler fue documentado por testigos presenciales que escribieron crónicas, mismas que alcanzan una importante difusión en los círculos anabautistas. Dos meses después de su ejecución, el 20 mayo de 1527, ya circulaba en forma de folleto la defensa que hace Sattler de la causa anabautista y el relato de su muerte.25 El documento representa, comenta Yoder, “un amplio género literario muy importante para la totalidad del movimiento de la Reforma Radical: la martirología. La autoconciencia del movimiento fue surgiendo no en torno a la personalidad de poderosos y eruditos predicadores, escritores u organizadores, sino por la inspiración que producía el recuerdo de sus desaparecidos dirigentes. El valeroso testimonio de éstos ante los jueces y su confianza al enfrentar las máximas penalidades, produjeron un impresionante impacto”.26
En 1562 fue publicado en holandés el libro Het Offer des Heeren (El sacrificio del Señor), cuyo autor anónimo compiló casos de anabautistas, mujeres y hombres, que fueron condenados a muerte por autoridades católicas y también por protestantes. Después de narrar el martirio de Esteban en los capítulos 6 y 7 del libro neotestamentario de Hechos de los Apóstoles, la obra refirió el juicio y muerte de Miguel Sattler. El sacrificio del Señor alcanzó en 1599 por lo menos once ediciones y para 1660 circulaban cuatro más con distintos títulos y diversos editores.27
El sacrificio del Señor sirvió de base para la obra cimera sobre el martirologio anabautista, la compilada por T. J. Van Braght, El espejo de los mártires, originalmente escrita en holandés y publicada en 1660, por lo que en el 2010 cumplió tres siglos y medio, y el hecho fue conmemorado en distintos lugares. El volumen, su versión inglesa, casi alcanza las mil doscientas páginas y el formato es grande, tipo obra de consulta.28 Este libro ha sido central para la reconstrucción de la memoria y su transmisión a subsiguientes generaciones identificadas con la causa y los perseguidos por fidelidad a ella. De tal manera que “el anabautismo primitivo ha sido inseparable del martirio, y el martirio anabautista ha sido inseparable de El libro de los mártires. Ninguna otra obra ha desempeñado un rol tan importante en configurar la conciencia moderna de los mártires anabautistas en la era de la Reforma”.29
En El espejo de los mártires se hace un recorrido histórico de los cristianos sacrificados desde los tiempos de la Iglesia primitiva hasta el año de la publicación de la obra, 1660. Ocupa buena parte del libro el recuento de los anabautistas perseguidos y ejecutados por las iglesias territoriales, protestantes y católicas, entre 1524 y 1660. El Espejo contiene los cargos que levantaron los acusadores contra Sattler, la defensa de éste, la sentencia a muerte y una carta de Sattler a la congregación que el pastoreaba en Horb.30
Es cierto que los anabautistas fueron condenados a muerte en territorios católicos e igualmente en territorios protestantes. Las evidencias apuntan hacia que fue en los primeros donde las persecuciones y ejecuciones alcanzaron más intensidad. Durante las décadas de los veintes y treintas del siglo XVI, en Suiza y las regiones sur y central del Sacro Imperio Romano Germánico, tuvieron lugar 845 ejecuciones de anabautistas (de acuerdo a evidencias documentales investigadas). La persecución fue más dura a fines de la tercera década y con mayor incidencia en gobiernos fieles a la Iglesia católica romana. Ochenta por ciento de las ejecuciones en las regiones ya mencionadas “sucedieron durante los primeros años del anabautismo, de 1525 a 1533; ochentaicinco por ciento de las penas de muerte las llevaron a cabo autoridades católicas, particularmente los Habsburgo austriacos, los duques de Bavaria y la Liga Suabia”.31
Miguel y Margaretha Sattler cumplieron con el suplicio impuesto en los territorios católicos a los sentenciados por herejía.32 Generalmente los varones eran condenados a la hoguera, así sucedió con Miguel, se ensañaron con él porque antes lo mutilaron bárbaramente. A ella la sumergieron en las aguas del río Neckar hasta ahogarla. Los verdugos terminaron con sus vidas, pero no con su legado.
Notas
1 Leland Harder, op. cit., p. 562.
2 C. Arnold Snyder, Life and Thought…, p. 159.
3 Ibid., p. 160.
4 http://www.europapress.es/sociedad/noticia-quienes-eran-beguinas-20150513145701.html
5 F. L. Cross y E. A. Livingstone, op. cit., p. 179.
6 Margarita Porete, El espejo de las almas simples, Madrid, Ediciones Siruela, 2005.
7 https://elpais.com/elpais/2013/04/24/mujeres/1366781400_136678.html
8 J. Denny Weaver, op. cit., p. 60.
9 La carta completa en John Howard Yoder, The Legacy…, pp. 55-63.
10 Los cargos en John Howard Yoder, Textos escogidos…, pp. 160-161.
11 C. Arnold Snyder, Life and Thought…, pp. 163-164.
12 John Howard Yoder, Textos escogidos…, pp. 161-163.
13 Ibid. p. 164.
14 Ibid., pp. 164-165.
15 Ibid., p. 165.
16 John Howard Yoder, The Legacy…, p. 79.
17 Ibid., p. 32.
18 Leland Harder, “Zwingli’s Reaction to the Schletheim Confesion of Faith of the Anabaptists”, The Sixteenth Century Journal, vol. XI, núm 4, invierno 1980, pp. 51-52.
19 John Howard Yoder, The Legacy…, p. 14. La versión en inglés se titula Brief Instruction for Arming All the Good Faithful Against the Errors of the Common Sect of the Anabaptists, Benjamin Wirt Farley (traductor y editor). John Calvin Treatises Against the Anabaptists and Against the Libertines, Grand Rapids, Michigan, Baker Academic, 1982, pp. 36-158.
20 Benjamin Wirt Farley, op. cit., p. 21.
21 John Howard Yoder, The Legacy…, p. 33.
22 John Howard Yoder, Textos escogidos…, pp. 157-158. Yoder menciona que las Reglas de orden congregacional fueron confiscadas “junto con una copia de los Siete Artículos de Schleitheim (escrita de la misma mano) en oportunidad de una pesquisa, por la policía de Berna, en abril de 1527”.
23 Ibid., p. 157.
24 Texto de la carta en John Howard Yoder, The Legacy…, pp. 86-93.
25 John Howard Yoder, Textos escogidos…, p. 159.
26 Idem.
27 Hay edición en español, El sacrificio del Señor, Farmington, New Mexico, Publicadora Lámpara y Luz, 2010.
28 Thieleman J. van Braght,
29 Brad S. Gregory, “Anabaptist Martyrdom: Imperatives, Experience and Memorialization”, en John D. Roth y James Stayer (editores), A Companion to Anabaptism and Spiritualism, 1521-1700, Leiden, The Netherlands, Brill, 2007, p. 468.
30 Thieleman J. van Braght, pp.
31 James M. Stayer,”Swiss-South German Anabaptism, 1526-1540”, en John D. Roth y James Stayer, A Companion…, pp. 108-109.
32 John S. Oyer, “Responses of Sixteenth-Century Anabaptists to Persecution: How the Anabaptists Ran an Underground Church”, en John D. Roth (editor), They Harry the Good People Out of the Land, Goshe, Indiana, Mennonite Historical Society, 2000, p. 36.
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