Durante el mes de octubre se han dado una serie de entrevistas, comentarios en blogs y cartas públicas sobre la relación entre evangélicos blancos y minoritarios en los Estados Unidos.
Durante el mes de octubre se han dado una serie de entrevistas, comentarios en blogs y cartas públicas sobre la relación entre evangélicos blancos y minoritarios en los Estados Unidos. La conversación comenzó cuando el cantante afro-americano LaCrae comentó en una entrevista con Truth’s Table que él le estaba diciendo adiós al evangelicalismo blanco. John Piper le respondió y Raymond Chang y Brian Lorretts también han comentado sobre el asunto. Todo esto ha surgido en los últimos meses en que los medios sociales han identificado a los evangélicos blancos pro-Trump como “los” evangélicos.
Hasta el momento las voces principales en esta conversación han sido blancas, afro-americanas y asiática-americanas. Durante las siguientes semanas quisiera añadir a lo menos una voz latina estadounidense a la conversación. Comienzo en español, porque espero invitarnos a tratar los temas que han confrontado nuestros hermanos. Como latinos necesitamos hacernos las preguntas que se están haciendo otros, siendo que el ambiente estadounidense se ha hecho muy anti-latino. Pero anticipo ir traduciendo mis ideas para unirme a las conversaciones de habla inglesa. Espero que comencemos una conversación dentro de la comunidad evangélica latina, pero también que varios de nosotros nos unamos a la conversación que ya se está dando en inglés.
Quisiera comenzar este primer aporte reconociendo que el análisis que hacen mis hermanos minoritarios es correcta. En nuestro país está creciendo una actitud más racializada y muchos evangélicos blancos han unido su fe evangélica a un nacionalismo con tintes racistas. Se nota en las posturas que equivalen el racismo blanco con las protestas anti-racistas. Se manifiesta en las actitudes diferentes que muchos tienen hacia el desastre en Puerto Rico, en contraste a la respuesta hacia los damnificados en Texas y la Florida. También se ve en el discuros de varios de los asesores presentes y pasados del presidente que añoran por “regresar” a un Estados Unidos más cristiano y más blanco, asumiendo ese supuesto pasado era mejor que la situación presente.
Ese discurso nace de una actitud de superioridad en muchas iglesias evangélicas blancas dentro del mundo evangélico más grande en EEUU. Los que somos de grupos minoritarios hemos encontrado algunos espacios limitados en el mundo evangélico de EEUU, si nos “portamos bien” y aceptamos los papeles secundarios que se nos ofrecen. Se busca nuestra voz para apoyar las causas que los blancos consideran importantes, pero se ignoran las necesidades de nuestros pueblos. Por ejemplo, se busca nuestro apoyo contra el aborto y el matrimonio del mismo género. Pero no tomen en serio los temas que afectan a sus hermanos latinos o afro-americanos, tales como DACA o la muerte de tantas personas afro-descendientes inocentes por policías blancos. Y esto no es nuevo. Sencillamente se está haciendo intolerable. No es de sorprender que muchos se sientan tan alienados como LaCrae.
Como historiador y misionólogo tengo que reconocer que la evangelización cristiana se ha hecho desde el poder mayormente a los que eran vistos como “más abajo”. Primero fueron los misioneros católicos y luego los protestantes. La gran mayoría salió de Europa (y luego de EEUU) con una seguridad de que las razas blancas eran superiores y que llevaban el evangelio y la civilización a los pueblos “atrasados”. Se esperaba que algún día los convertidos se pudieran levantar a un nivel “casi” igual a los blancos, con suficiente tiempo. Pero ese momento siempre quedaba en el futuro.
Esa actitud se va hasta el día de hoy en las iglesias, instituciones y estructuras evangélicas de EEUU. (También se ve en las iglesias protestantes históricas, pero es es tema aparte.) Las instituciones evangélicas son mayormente instituciones blancas para evangélicos blancos. En los últimos años se han abierto algunos espacios para las minorías, pero siempre bajo tutela blanca. Y las pocas veces que se da un espacio a una persona no blanca es casi como una mascota. Se le “permite” dirigir proyectos para minorías. Es rara la ocasión en que se le de liderazgo sobre una institución históricamente blanca y las pocas veces que se ha hecho, ha sido en circunstancias que casi garantiza el fracaso. Uno de los escritores minoritarios comentó que se siente como que siempre juega como visitante. Yo mismo he vivido esa realidad y entiendo porque algunos de mis colegas se sienten tan frustrados. Algunos concluyen: “Si esto es ser evangélico pareciera que no hay lugar para quien no es blanco, apenas que acepte una hegemonía evangélica blanca”.
Muchas veces esa hegemonía es internalizada por los evangélicos minoritarios. Por ejemplo, muchos evangélicos latinos parece que envidiamos lo blanco, casi con la actitud de que “cuando sea grande quiero ser blanco”. Cantamos lo traducido cuando tenemos tantos buenos músicos. Leemos mayormente literatura traducida cuando tenemos buenos escritores evangélicos en el mundo de habla hispana. Aceptamos una narrativa blanca, anti-latina, y no cuestionamos el racismo latente en dicha versión de la “realidad”.
Sencillamente hemos aceptado esta situación como “la realidad”. Los afro-descendientes fueron forzados a comenzar sus propias instituciones y denominaciones y algunos latinos también los han hecho. Otros aceptamos las humillaciones porque tenemos la esperanza que “algún día” se nos reconozca. O nos quedamos en instituciones mayoritariamente blancas porque encontramos suficiente espacio para servir, aunque tengamos que aguantar las humillaciones. Y en medio de todo esto las únicas iglesias y denominaciones evangélicas que están creciendo lo están haciendo con nuevos miembros latinos o minoritarios.
Pero porque soy misionólogo reconozco que el movimiento evangélico salió de países blancos por medio de misioneros con actitudes mixtas. Sin embargo, Dios hizo algo mucho más grande. Los evangélicos que aceptaron el mensaje del evangelio lo hicieron suyo en el poder del Espíritu Santo. Y el Espíritu siguió obrando y se levantaron movimientos que confiesan el mensaje evangélico, pero que nunca estuvieron bajo la tutela de los misioneros blancos. Y el día de hoy muchas de las iglesias más dinámicas en EEUU están llenas de latinos, afro-americanos y asiático-americanos. Ese cambio es tan grande que el día de hoy en Los Angeles los blancos son una minoría en las iglesias de la ciudad. Ese fenómeno se está extendiendo a través de EEUU y en pocos años lo que hoy es realidad en Los Angeles se hará realidad a través del país.
Siento el dolor cuando mis hermanos blancos quieren deportar a sus hermanos latinos y asiáticos. Lloro cuando muere otro afro-americano inocente de manos de una autoridad blanca y no hay consequencias de esa acción. Me frustra vivir en un ambiente donde la persona minoritaria es “eternamente extranjero” aunque sus raíces en EEUU son de más generaciones que la persona blanca que está asumiendo que el otro es “de otro lado”.
Estamos aquí y sentimos el dolor de esta realidad. Pero, a pesar de todo esto, recibimos el evangelio, con todo y sus bemoles, y el Señor nos ha transformado. Somos nuevas personas en Cristo y los evangélicos blancos fueron utilizados por Dios en ese proceso. Vivimos y proclamamos el evangelio porque ha cambiado nuestras vidas.
¿Cómo nos hemos de tratar con los evangélicos blancos que han tomado una actitud tan negativa hacia sus hermanos no blancos? LeCrae nos llama a separarnos. Entre los evangélicos latinos en EEUU, como en todo América Latina, ha habido momentos y situaciones en que algunos líderes llegaron a conclusiones similares. ¿Será ese el camino hacia el futuro? Les invito a la conversación.
(Continúa)
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