‘Prefiero herir con la verdad, antes que matar con la mentira’. La Iglesia imperial no soportó una vez más ser puesta en evidencia y denunciada. Condenó y asesinó a Juan Huss en la hoguera.
Antes de Lutero, el Espíritu que espiró la Palabra levantó a muchos valientes reformados, como es el caso del checo Juan Huss (01). Frente a un clero negador de las Escrituras este varón, como pocos cristianos hacen actualmente, respondió asertivamente al ruego del apóstol Pablo:
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (02).
Sin duda alguna, “los escritos de Wycliffe (03) habían alcanzado mucha circulación en otros países, pero fue principalmente en Bohemia (04) donde tuvieron singular acogida, no sólo de parte de algunas personas intelectuales y estudiosas sino también de parte del pueblo, de la gente campesina que se hallaba en franco antagonismo con la aristocracia poseedora de la tierra que otros cultivaban. Las aspiraciones de este pueblo cansado de sufrir injusticias y sediento de libertad se personificaron en Juan Huss” - describe J.C.Varetto en su obra ‘La Marcha del Cristianismo’ (05). De esas páginas adapto aquello que nos pinta el contraste que había entre este fiel siervo de Dios y el clero corrupto que reinaba en Europa con su cabeza en el Vaticano.
Juan Huss
“Hablaremos ahora de la vida, trabajos y martirios de este precursor de la Reforma. Su padre era un campesino sin recursos que murió joven dejando a su esposa e hijo en la mayor miseria. Pero la solicitud y sacrificio de esta viuda bastaron para sobreponerse a las grandes dificultades que encontró, logrando dar buena educación a su hijo hasta verle ingresar en la Universidad de Praga, pasando de la categoría de alumno a la de profesor cuando tenía veinticinco años de edad. En 1401 fue elegido deán y dos años más tarde rector de la Universidad, por los votos del profesorado y del auditorio como era costumbre. Fue también nombrado predicador de la capilla de Belén” – edificada por dos laicos para que en ella se predicase la Palabra de Dios en lengua vernácula. Fue así debido “a que los templos de Praga estaban consagrados a ritos y ceremonias” inútiles para satisfacer a los que tenían hambre y sed de enseñanzas divinas.
Tanto la predicación como los escritos de Juan Huss despertaron la oposición del clero al cual atacaba sin miramientos debido a la vida licenciosa de sus componentes. El arzobispo se puso al frente de la oposición y lo acusó ante el papa de ser propagador de las doctrinas de Wycliffe. El papa encargó al arzobispo que hiciese una prolija investigación requisando todos los escritos heréticos que pudiese encontrar, y éste, haciendo uso de un celo verdaderamente inquisitorial, consiguió no menos de doscientos volúmenes que con gran pompa hizo quemar frente a su palacio. Se prohibió a Huss la predicación, pero éste consiguió mantenerse en la capilla de Belén que era propiedad privada y ahí continuar enseñando al pueblo. Dadas las modestas dimensiones de esta capilla, se vio obligado a salir al aire libre y llegó a predicar a diez mil personas. Sus partidarios le imitaban en su actividad y recorrían los pueblos y aldeas predicando al aire libre.
El rey Wenceslao se puso a favor del movimiento y se dirigió al papa quejándose de la quema de los libros y de los obstáculos que se oponían a la predicación. Fue citado a comparecer a Roma, pero Huss no se presentó sabiendo que en la corte papal no encontraría ni justicia ni seguridad. Fue entonces excomulgado, y como la ciudad se adhería cada vez más a sus doctrinas, fue puesta en entredicho, es decir privada del ejercicio del culto y de los sacramentos. Esta medida solía tener mucho efecto en aquellos tiempos y provocar levantamientos populares de graves consecuencias. El rey se atemorizó y le retiró su protección, y muchos de sus adeptos volvieron atrás cuando vieron el giro que iban tomando las cosas. En este tiempo Huss se vio obligado a salir de la capital pero continuó predicando en su retiro a la gente que de todas partes acudía para escucharle. Aprovechó estos días de relativa calma para escribir su obra sobre la iglesia, en la cual sigue casi literalmente a Wycliffe y declara que Cristo es su único Jefe y que la componen aquellos que tienen fe y vida espiritual.
Por medio de sus cartas llenas de ternura y de un alto sabor espiritual, continuaba alimentando y fortificando a la comunidad de Belén. Como san Pablo al escribir a los Filipenses, revela estar del todo conforme con lo que Dios disponga respecto a su futuro, ya sea la vida para continuar sirviendo, ya sea la muerte, para entrar al descanso de su Señor. ‘¿Por qué tener temor a la muerte - escribe - si hemos de encontrar en Cristo la vida verdadera?’ (06)
En Otoño de 1414 se reunió el concilio de Constanza convocado para poner fin a un grave cisma en la iglesia católica originado por tres papas que funcionaban al mismo tiempo y se lanzaban recíprocamente excomuniones y maldiciones (07). Se buscaba también poner un dique a la ola de corrupción que invadía a todo el sistema eclesiástico. La pequeña ciudad de Constanza presenció una extraordinaria afluencia de extranjeros a medida que iban llegando los patriarcas, los prelados, los príncipes, y los delegados universitarios, acompañados de sus numerosos séquitos. El consejo municipal contó hasta 72.000 forasteros en los meses de mayor actividad.
Se hallaba presente en el concilio el papa Juan XXIII (08), verdadero monstruo humano a quien se le acusaba de todos los crímenes imaginables, desde el envenenamiento de su antecesor hasta los actos más impúdicos que puede cometer un hombre corrompido. El concilio no pudo menos que destituirlo, pero era tal el estado corrupto de la iglesia que en lugar de separarlo por completo de su seno lo nombró deán del colegio cardenalicio, cuando uno solo de los crímenes que se le imputaban bastaba para que hubiera merecido estar perpetuamente encerrado en una prisión. Tal era el "santísimo" papa y el "santo" concilio ante el cual comparecería el más noble de los hijos de la heroica Bohemia.
El emperador Segismundo le había dado un salvo-conducto y una escolta para que pudiese ir y regresar en completa seguridad. El 11 de octubre de 1414 partió de Praga acompañado de su fiel discípulo Juan de Chlum. Los que le despidieron lloraban al verle partir porque tenían el doloroso presentimiento de que no volverían a verlo (09). El 3 de noviembre entró en Constanza, recibido por una multitud de admiradores y curiosos que se disputaban el sitio más prominente para ver pasar al gran heresiarca que conmovía a la cristiandad. Fue alojado en una casa particular donde lo dejaron tranquilo durante las primeras cuatro semanas. En este tiempo se dedicaba enteramente a la lectura de obras devocionales y a la preparación de su defensa.
Pero sus enemigos no estaban inactivos, particularmente el Dr. Stephen Paletz, uno de sus antiguos compañeros de causa y ahora convertido en su perseguidor implacable. Levantaban contra Huss toda clase de calumnias para predisponer desfavorablemente a los miembros del concilio, y si fuese posible, irritarlo, para despojarlo de toda autoridad moral. Sus enemigos sostenían que un hereje no era digno de la consideración que se le tenía al permitírsele tener una casa por cárcel. Debía ser encerrado donde se encierra a los peores malhechores, para que vaya al juicio no desde una casa sino desde una prisión. Consiguieron con estos argumentos que el 28 de noviembre fuese sacado de su alojamiento y encerrado en una cárcel inmunda, por donde pasaba una cloaca pestilencial que hacía de la vida un tormento.
De nada valieron las protestas del caballero de Chlum ni aun las del emperador a quien decían que el salvo-conducto y protección ofrecidos a un hereje no tenían valor. Ya quedaba evidenciado que Juan Huss había sido miserablemente engañado. Él creía que al parecer ante el concilio era para discutir y demostrar que sus creencias eran sanas; en cambio lo trataban como a un reo de graves delitos que estaba ahí para responder a acusaciones. Sus sufrimientos físicos y morales eran atroces. Él había soñado con hacer resplandecer la luz de la verdad en aquella magna asamblea, pero ahora ya estaba convencido de que le esperaba la muerte. Escribió a uno de sus amigos: ‘Es ahora cuando aprendo a repetir los acentos de los Salmos, a orar, a contemplar los sufrimientos de Cristo y de los mártires. En medio de las tribulaciones comprendemos mejor la Palabra de Dios.’
En la prisión fue interrogado varias veces por la comisión papal, la que hipócritamente buscaba que ya estuviese condenado cuando compareciese ante el concilio y así impedir que hiciese uso de la palabra. El 5 de junio fue llevado ante el concilio, reunido en minoría, pero los presentes eran numerosos. Leída la acusación, Huss pidió la palabra para dar sus explicaciones, pero no se la concedieron. La burla ya estaba consumada. Se le exigía que respondiese con un sí o un no, sin intentar siquiera defenderse. Él protestó enérgicamente y la sesión terminó tumultuosamente. El día 7 hubo otra audiencia y esta vez el concilio tuvo que conformarse con dar la palabra al acusado. Huss habló con claridad y unción impresionando vivamente en su favor a muchos de los oyentes, debido a la precisión, acierto, agudeza y sentido práctico con que habló. Pero el concilio siempre colocado en el terreno de la arrogancia y despotismo declaró que lo que quería era una retractación lisa y llana.
En otra audiencia inmediata quedó demostrado que Huss permanecería firme como una roca aun frente a la muerte; y que pondría en práctica la sentencia de Salomón en los Proverbios: ‘Compra la verdad y no la vendas.’ (10) Cuando salió, presintiendo todos los concurrentes el desenlace trágico de aquel proceso, el caballero de Chlum consiguió darle un apretón de mano. ‘Qué gozo — escribía Huss desde su prisión — me proporcionó la mano del noble Juan de Chlum al estrechar la mía. No se avergonzó de mí, el miserable, el desechado, el hereje excomulgado, cargado de cadenas.’ El fin de Juan Huss ya estaba resuelto. El mismo emperador pedía su condenación diciendo: ‘Es el mayor hereje que he conocido; si no abjura merece ser quemado.’
Varios cardenales lo visitaron en su celda para arrancarle una retractación, pero todo fue inútil. Cuando le asaltaba algún temor en vista del suplicio que le estaba esperando, tomaba la Biblia y hallaba consuelo en las promesas de Dios. El ejemplo de aquellos que habían sido fieles hasta la muerte le infundía aliento. Escribía en una de sus cartas: ‘Hallo gran consuelo en estas palabras del Salvador: Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren y dijeren de vosotros todo mal por mi causa mintiendo. Gozaos y alegraos; porque vuestra merced es grande en los cielos; que así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros’. Las cartas escritas por Huss en sus últimos días en la prisión son una de las páginas más heroicas y espirituales de la literatura cristiana.
En ellas invita a sus amigos de Bohemia a permanecer firmes en sus convicciones y a no buscar la venganza de su muerte. Con acentos proféticos anuncia el triunfo futuro de la verdad:
‘El ganso (11) es un ave inferior; han prendido al ganso en sus redes, pero vendrán otras aves, águilas y gavilanes, que se reirán de sus trampas’.
Una de sus últimas cartas termina con estas palabras: ‘Escrita entre cadenas, esperando la muerte por fuego.’ El día fijado para la ejecución de Huss fue el de su cumpleaños; 6 de julio de 1415. El concilio se había reunido solemnemente en la catedral con la presencia del emperador Segismundo. La sesión empezó con una misa y sermón. Durante este tiempo Huss tuvo que permanecer en el atrio en calidad de hereje. El lugar ‘sagrado’ estaba reservado sólo para los culpables del crimen que pronto iba a ser consumado. El predicador tomó por texto ‘Para que el cuerpo del pecado sea deshecho, a fin de que no sirvamos más al pecado.’ (12)
El orador hizo una absurda e impía interpretación de este pasaje bíblico para sostener que los herejes debían ser destruidos por fuego. Se dio lectura a treinta proposiciones de Huss que según los jueces del concilio contenían graves errores. Aunque al acusado se le había dicho que debía guardar silencio pudo decir algunas palabras. Recordó que había recibido un salvoconducto firmado por el emperador presente, garantizándole el libre regreso a su país, y al decir estas palabras fijó su mirada en el soberano quien dio vuelta su rostro sonrojado de vergüenza. La sentencia fue pronunciada. Huss fue condenado a ser despojado de su carácter sacerdotal y a ser entregado al brazo seglar para que cumpliese con la sentencia. La hoguera ya estaba preparada y los ejecutores estaban esperando al reo, pero el clero, como en todos estos casos, unió el sarcasmo a la crueldad, declarando que como la Iglesia tiene horror a la sangre encomendaba al hereje a la clemencia del estado. Siguió la degradación. Primeramente lo vistieron con los hábitos sacerdotales y como él declarase que no estaba dispuesto a retractarse de sus creencias, lo despojaron de ellos al compás de terribles maldiciones eclesiásticas que pronunciaban cada vez que le quitaban una pieza. Al sacarle de la mano el cáliz, dijeron: ‘Te quitamos, Judas maldito, la copa de salvación.’ Pero él les respondió: ‘Confío en Dios y en mi Salvador Jesucristo, que Él no me ha quitado la copa de salvación y que hoy mismo la beberé en su reino.’ En seguida le colocaron una gorra de papel en la que habían pintado demonios y escrito una leyenda que decía: ‘Este es el heresiarca.’ Los obispos dijeron: ‘Entregamos tu alma al diablo’, él contestó: ‘En tus manos, Señor Jesús, encomiendo mi alma.’ (13) Una escolta lo condujo al sitio de la ejecución. Allí volvió a declarar que toda su vida había trabajado para encaminar a los hombres por el camino del bien y que quería confirmar con su muerte la verdad del Evangelio; que todo lo que había predicado estaba de acuerdo con las Sagradas Escrituras. Se le oyó decir: ‘Señor Jesús, quédate cerca de mí, socórreme para que pueda sufrir con firmeza, por tu gracia y tu ayuda, esta muerte cruel y dolorosa que debo afrontar por amor a tu Palabra.’ El conde palatino que presidía la ejecución le preguntó por última vez si quería retractarse, y ante su nueva y firme negativa mandó encender la hoguera. Cuando las llamas le rodearon se le oyó cantar y decir:
‘Jesús, Hijo del Dios viviente, ten misericordia de mí.’ (14)
Recogidas las cenizas fueron arrojadas al Rin.”
Es conmovedor leer sobre esta ejemplar vida y muerte cristianas. Este autor comprende mejor las palabras del apóstol Pablo dirigida a la iglesia de Jesucristo en Galacia: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (15)
Padre nuestro: ayúdanos a ser fieles y dejar atrás toda incredulidad, idolatría y corrupción; guíanos por tu Santo Espíritu a detectar las falsas doctrinas y a sus falsos maestros, y a rechazar a ambos; y si al hacerlo padecemos burlas, discriminaciones y condenas ayúdanos a amar a nuestros detractores y perseguidores aún a aquellos que nos maldicen y procuran nuestro rápido y peor fin en la tierra. Permítenos, Señor, honrar a tu Hijo Jesucristo al recordar a aquellos fieles hermanos y hermanas que en el pasado y aun hoy dan sus vidas por amor de Tu nombre. Danos la gracia de valorar el hecho de ser parte de tu familia y, si fuese necesario, estar dispuestos a poner nuestra vida con tal de agradarte a Ti, antes que a los hombres. Amén.
En nuestro próximo artículo presentaremos a dos reformadores previos a Lutero: Jerónimo de Praga y Jerónimo Savonarola; hasta entonces si el Señor lo permite.
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Notas
Ilustraciones: izquierda, la capilla de Belén en Praga; construida entre 1391 y 1394 se ordenó su destrucción en 1786 por los ‘Josefinos’ y reconstruida por el gobierno comunista (1960-1990).Fuente:
http://3.bp.blogspot.com/-fQk6vZuaT4Q/UxIbmIeY7sI/AAAAAAAACZw/kzLnHGfa7VQ/s1600/DSCN6238.JPG
Derecha, ‘Huss en el patético concilio de Constanza’. Pintura al óleo de Václav Brožík (1851-1901) pintor checo, cuyas obras están realizadas dentro del estilo academicista. "Siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Huss y la consiguiente herida, fuente de conflictos y divisiones, abierta en la mente y en el corazón del pueblo bohemio". La frase pertenece a Juan Pablo II, papa número 264 de la ICAR, canonizado en 2014 por el número 266, Francisco I. Dos papas pidieron perdón por las masacres perpetradas contra valdenses y husitas un milenio después. Ver el artículo del 16/09/2017: http://protestantedigital.com/magacin/43014/Por_que_hay_catolicos_romanos_que_no_imitan_a_Francisco_I
01. Juan Huss nació el 06/07/1373 en Hussinetz, Bohemia, de la que le viene el apellido con que es conocido.
02. Romanos 12:1,2.
03. http://protestantedigital.com/magacin/43167/Wycliffe_y_la_independencia
04. Región histórica de la República Checa que limita con Polonia, Austria y Alemania. Se encuentra rodeada de cadenas montañosas y tiene a la industria, la agricultura y la minería como principales sectores de su economía.
05. Tomo 2: La Reforma Religiosa del Siglo XVI, 1938, Capítulo I, páginas 8 a 12.
06. Filipenses 1:21: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”; ver también Romanos 14:8.
08. Este papa (1370-1419), denominado ‘antipapa’, fue una de las tantas vergüenzas históricas de la Iglesia imperial.
09. Este relato recuerda al apóstol Pablo cuando es despedido por los creyentes en Mileto, Hechos 20: 22-38.
10. Proverbios 23:23.
11. Huss quiere decir ganso en lengua checa.
12. Romanos 6:6.
13. Usó las palabras de Jesús en la cruz; Lucas 23:46.
14. Repite las palabras del ciego que pedía ayuda junto al camino por donde pasarían Jesús con sus discípulos.
15. Gálatas 2:20.
Importante: las citas y énfasis en negritas son responsabilidad del autor.
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