Ese tipo de cristiano, que juega a ser un Peter Pan y vive feliz viviéndolo, no se da cuenta que se está haciendo un tremendo mal a si mismo, y a todos lo que le rodean.
“Quienes dejan huellas trascienden, quienes marcan corazones se vuelven inolvidables, quienes nunca te abandonan, ¡son INSUSTITUIBLES!”
“Escucha para que puedas entender, entiende para que puedas creer y cree para que puedas vivir en paz”
Todos conocemos muy bien la historia de Peter Pan, un personaje de ficción creado por James Mattew Barrie, una historia aparentemente con tintes infantiles, bajo la cual subyacen temas muy duros, como la vida del propio autor; una vida con tintes muy dramáticos, que lo convierten en un ”puer eterno” por razones trágicas en su vida.
Todas ellas las vierte en la historia, y serían muy claras para cualquier sicólogo, el triángulo “Wendy, el Hada Campanilla, y Peter Pan”, la “encarnación” de la madre del autor en el personaje de Wendy, quien lee cuentos a sus hermanos más pequeños, y hace venir hasta su ventana al personaje de Peter Pan a través de su sombra.
Es una historia “muy bonita” que todos hemos visto y leído en nuestra niñez, llevada a su máximo esplendor por Disney. Pero que lleva en su interior muchísimos tintes demasiado tristes y oscuros, que prefiero no tocar ni tratar en este momento.
Lo más grande de la historia de Peter Pan, es la preciosa Isla de Nunca Jamás, algo inmaterial y maravilloso donde sólo viven niños que no quieren crecer, el Hada campanilla y el malvado Capitán Garfio con todos los suyos, entre algunos animalillos y otras cosas, cada cual con su propio significado.
Todo lo que os estoy haciendo recordar nos trae recuerdos encantadores de niñez, pero lo que a mi me preocupa realmente en estos momentos, en realidad desde hace mucho, es ese tipo de cristiano, que juega a ser un Peter Pan y vive feliz viviéndolo, no se da cuenta que se está haciendo un tremendo mal a si mismo, y a todos lo que le rodean.
No hace demasiado leí la historia real de un padre cristiano que perdió a su hija de 17 años en un trágico accidente automovilístico. Este hermano llegó a decir lo siguiente.
“…. .En ocasiones me encuentro sumido en el mundo del “si hubiese….” En medio del dolor es fácil imaginar cambios en los sucesos de aquella trágica tarde .. Que hubiese traído a mi hija de vuelta a casa sana y salva. Sin embargo, la tierra del “si hubiese…” no es un buen lugar para nadie. Allí hay remordimiento, sentimientos encontrados y desesperanza. Aunque el dolor es verdadero, y la tristeza no termina, la vida es mejor y Dios es honrado, si permanecemos en el mundo de “esta es la realidad”
Esta historia real nos habla de un dolor, tristeza, y amargura que se anclan en el alma. En otras ocasiones puede tratarse de no querer cambiar nada ni en nuestra relación con el Señor, ni en cosas demasiado vanas y endebles como tradiciones de hombres, completamente sin el menor fundamento bíblico; otras veces, será lo más grave, sin darnos ni la menor cuenta, dejarnos llevar por un “puer eterno cristiano” y no avanzar ni lo más mínimo en nada, vivir siempre igual, cuando se nos insta a crecer y crecer y crecer en el Señor.
Esto puede traer como consecuencia, no sólo nuestro propio “enanismo espiritual” sino el poder ser una piedra de tropiezo para todos los que nos rodeen.
El propio apóstol Pablo comparó la vida cristiana con una carrera, y admitió que aún no había llegado a la meta:
“Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado; pero una cosa hago, olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús….” (Filipenses 3: 13 y 14 )
Pablo no mira atrás, a sus logros o fracasos propios o ajenos; ni siquiera mira al futuro en ese tono. Tampoco permite que el dolor, la amargura o –incluso – la ira, lo dominen.
Pablo nos da el excelente ejemplo de mirar en la dirección correcta, mirando hacia “el invisible”, mirando con ansia a lo que aún le queda por delante en el servicio a Dios y ¡por supuesto! A su Patria celestial.
El gran apóstol Pablo nos da el ejemplo de crecer y crecer y crecer…. El ejemplo de seguir avanzando. Y el secreto de seguir avanzando y romper la cinta de la llegada a la meta, es no mirar atrás ni a los lados, solamente al frente, a lo que tenemos por delante y nos espera con mucha fuerza.
Yo no sé que es lo que prefieres tú, si seguir jugando a Peter Pan y ser feliz en tu país de Nunca Jamás, o vivir como Pablo, corriendo y avanzando en su carrera cristiana, con gozo hasta llegar a la meta.
Os dejo con la preciosa letra de una de esas canciones cristianas tan antiguas como preciosas e inolvidables, unas palabras que siempre están en mi alma, tal vez nunca lo haya hecho correctamente; más bien estoy segura de ello; pero hoy, igual que tantas otras veces canto con toda mi alma….
Hazme avanzar, avanzar señor, contigo avanzar.
A tu lado ¡sí! segura en ti ¡no volveré atrás!
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