¿Quién es el centro de tu vida? ¿Tú o Jesús?
¿Quién es el centro de tu vida cristiana? ¿Tú o Jesús?
Si no velamos por la gloria de Dios, el peligroso espíritu del egocentrismo puede ir entrando encubiertamente en la iglesia.
Te daré algunos ejemplos.
1.- Nuestra vida de oración pública se puede volver egocéntrica centrada únicamente en el yo, yo, yo.
En vez de orar para que el Evangelio de Dios corra con poder y que su Hijo sea glorificado entre las naciones, tiramos todo el tiempo de la oración informando al Señor de que tenemos un dolor de cabeza, una uña partida, un vecino pesado, que hemos perdido nuestro reloj, que nos sentimos un poco desanimados y que queremos que nos bendiga.
No pensamos más allá de nosotros mismos. Qué triste. Qué falta nos hace volver a ver la gloria de Dios como el eje de nuestra existencia.
2.- La música que cantamos en la congregación puede volverse egocéntrica centrada únicamente en el yo, yo, yo.
Hay canciones horrorosas que se cantan domingo tras domingo en círculos cristianos que no contienen ni una sola palabra de adoración al Señor.
Pensemos por un momento en las siguientes tres canciones que gozan de cierta popularidad:
Canción #1: “Levanto mis manos, aunque no tenga fuerzas, levanto mis manos, aunque tenga mil problemas”.
Canción #2: “Y no podría estar ante ti escuchándote hablar sin llorar como un niño y pasaría el tiempo así, sin querer nada más, nada más que escucharte hablar”.
Canción #3: “Levanta tu manos si amas a Cristo, levanta tus manos si amas al Señor, quiero saber, quiero saber si tú amas al Señor”.
¿Qué tienen las tres canciones en común? ¡Qué no tienen ni una sola letra de alabanza o adoración al Señor! No obstante, las primeras dos canciones suelen producir lágrimas y “quebranto” en el culto mientras que la tercera levanta el ánimo de la gente y muchos acaban bailando y brincando.
¿Qué pasa con nuestra música, hermanos y hermanas? Necesitamos que nuestros líderes de alabanza sean espirituales y que escojan las canciones que den más gloria a Dios, que hablen de sus atributos y obras.
Hace falta discernimiento. ¡Basta ya de canciones egocéntricas!
3.- Las predicaciones que compartimos pueden volverse egocéntricas centradas únicamente en el yo, yo, yo.
Los predicadores nos hemos olvidado de que el púlpito existe para la gloria de Dios. Tristemente, una gran parte de los sermones contemporáneos en nuestro mundo occidental se centraliza en el yo, yo, yo también.
El predicador escoge algún pasaje impactante y en vez de señalar a la gloria de Dios a partir del texto, siempre termina diciendo a los oyentes que son unos cracks y que el Señor los necesita desesperadamente. ¡Tonterías con T mayúscula!
Un par de ejemplos.
Ejemplo #1: Alguien sube a predicar sobre David y Goliat. ¿Quién es Goliat? El diablo. ¿Quién es David? El creyente. ¿Qué aprendemos de la prédica? Que somos unas maquinas. Solo tenemos que dejarnos usar por el Señor.
Ejemplo #2: Alguien sube a predicar sobre “He aquí yo hago una cosa nueva”. ¿Quién hace la promesa? Dios. ¿Quién recibe la promesa? Nosotros. ¿Qué aprendemos de la prédica? Que el Señor nos va a levantar con poder y con una fresca unción del Espíritu para este nuevo tiempo que se acerca.
¡Yo, yo, yo!
En el primer ejemplo, el predicador se equivoca porque el creyente no es David sino Saúl. Estamos llenos de miedo, flojos, débiles, sin fe, sin fuerzas. ¿Quién es David? ¡Cristo! Cristo es el que vence al diablo. 1 Samuel 17 es un texto cristocéntrico, no egocéntrico.
En el segundo ejemplo, Dios hace la promesa a Israel y promete que los judíos volverán a la tierra prometida. Y Dios, en efecto, cumplió su promesa. El texto sirve para resaltar la misericordia de Dios a pesar de la maldad y pecado de su pueblo tan rebelde. Es un texto teocéntrico, no egocéntrico.
El problema es que este egocentrismo distorsiona nuestra hermenéutica bíblica. Oremos para que muchos vuelvan a leer las Escrituras de una manera evangeliocéntrica y cristocéntrica.
4.- Las palabras proféticas que se dan pueden volverse egocéntricas centradas únicamente en el yo, yo, yo.
¿Por qué todas las supuestas palabras proféticas que se dan hoy en día solamente dicen cosas bonitas y positivas?
Unos ejemplos.
“He aquí, dice el Señor, estoy contigo para consolarte y fortalecerte”.
“He aquí, dice el Señor, he visto tus lágrimas y me acerco en esta hora para abrazarte y proclamarte la niña de mis ojos”.
“He aquí, dice el Señor, te levanto con poder para cumplir con la tarea que te he asignado. Ahora serás prosperado, dice el Señor, y harás proezas en mi nombre”.
Aquí está una palabra profética que recibí a finales de marzo:
“Quizás pienses que tu tiempo ha pasado. Pero Dios te dice en esta hora: ‘¡Levántate!’ No importa si el tiempo ha pasado. Dios tiene algo nuevo y especial para ti”.
¿Queréis saber lo que dije a la persona que me dio esta profecía?
“La verdad es que nunca pienso en si “mi tiempo” ha pasado o no. Lo que me importa como cristiano es el Señor, su gloria, su nombre, su fama. Él me libró del egocentrismo. ¡Qué Cristo sea glorificado!”
¿Qué más da, hermanos y hermanas, si nuestro tiempo ha llegado o no? Con tal de que Cristo sea levantado y proclamado entre las naciones, da igual lo que pase con nosotros.
¿Cómo es que nadie quiere escuchar una palabra profética en nuestros días que diga algo como: “Te levanto, hijo mío, para enviarte a los barrios de África para derramar tu sangre para la gloria de mi nombre”?
Algo no cuadra.
5.- Nuestro método de evangelismo puede volverse egocéntrico centrado únicamente en el yo, yo, yo.
Hoy día predomina el tipo de evangelismo que denomino evangelización tillichiana (del teólogo alemán Paul Tillich).
Algunos ejemplos:
“El Señor tiene un propósito maravilloso para tu vida. Él dará sentido a tu existencia”.
“Tú vales muchísimo para Dios”.
“Dios te necesita”.
Si no predicamos a los incrédulos según el método profético y apostólico, algo no está bien. La proclamación bíblica empieza con el llamamiento al arrepentimiento y a la fe. Pero antes de hacer eso, hay que demostrar la condición pecaminosa del no creyente.
Los incrédulos necesitan saber que fuera de Cristo, Dios es su enemigo y adversario. Y solamente por medio de Cristo pueden ser reconciliados con el Padre.
Esta clase de evangelismo da la gloria a Dios porque defiende su carácter justo y santo y revela su gran amor revelado en Cristo crucificado y resucitado.
De nuevo, hace falta más evangelismo teocéntrico.
6.- Todo el culto dominical puede volverse egocéntrico centrado únicamente en el yo, yo, yo.
En último lugar, el culto puede girar en torno al ego humano.
Muchos pastores contemporáneos solo quieren que la gente inconversa se sienta a gusto en la reunión. A mí, honesta y sinceramente, no me hace ninguna gracia saber que un incrédulo se sienta a gusto con el contenido de mis predicaciones.
Si yo le cayese bien a un incrédulo después de haber predicado, tendría que arrepentirme con lágrimas por no haber expuesto fielmente la Palabra.
No quiero que los perdidos se sientan a gusto. ¡Quiero que clamen a Dios por el perdón de sus pecados en el nombre de Cristo!
Pero hoy nos hemos vuelto tan políticamente correctos en todo. No queremos ofender a nadie. Ya no llamamos el pecado por su nombre porque nos creemos más sabios que Dios, el Dios que supuestamente nos llamó al ministerio. ¡Penoso!
Y así llenamos a la iglesia de cizaña que no tiene ningún interés en las cosas del Señor. Y por esta razón tenemos que usar tanto cebo mundano (luces, humo, chistes, entretenimiento, etc.) y egocentrismo para mantener a la gente entusiasmada por venir al culto.
Conclusión
Total, es hora de cambiar el eje de nuestras vidas. ¡Volvamos al amado Hijo de Dios y renunciemos de una sola vez esta maldita corriente del egocentrismo que está estancando nuestra vitalidad espiritual!
Así que te pregunto de nuevo:
¿Quién es el centro de tu vida cristiana? ¿Tú o Jesús?
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