Miles de cristianos son torturados y muertos en sus países por ser fieles a Jesucristo. Al mismo tiempo, otros miles son guiados por ‘líderes’ ególatras a practicar el culto de la prosperidad terrenal.
Con el artículo “Jesucristo, el primer reformador” comenzamos esta serie el 01/10/2016, en memoria de los miles de cristianos que contribuyeron a reformar las poderosas sociedades que a comienzos de esta era se regodeaban en la corrupción más vergonzante. Decíamos:
‘Mucho antes del célebre Martin Lutero otros valientes elegidos por el Señor dieron la vida por el Evangelio, la perfecta obra reformadora iniciada por Jesucristo con la edificación de Su iglesia.’ (01)
Venimos siguiendo a J.C.Varetto en ‘La Marcha del Cristianismo’. Allí resume el autor la épica cristiana de los que se sentían honrados de poder morir por amor a Jesucristo. Nos llegan hoy informes de la creciente persecución que sufren las iglesias cristianas en unos cincuenta (50) países (02). Hay imágenes horrorosas que nos ayudan a imaginar el tormento sufrido por aquellos mártires de la fe que eran burlados, vejados y arrojados en el circo romano a terminar sus vidas a manos de crueles gladiadores o en las garras de hambrientos leones.
¿Puede alguien sostener que en los países occidentales no sufrimos algún tipo de persecución al presentarnos como ‘cristianos evangélicos’?
No por negarnos a ser apañados por los gobernantes de turno deberíamos silenciar el hecho verificable que la ICAR (03) es la única institución que muchos Estados sostienen y consultan a la hora de definir sus políticas. Religión y Estado son cómplices de las persecuciones.
Hay algo mucho más peligroso que no es denunciado como debiera: la moda impuesta por los ‘movimientos’, ‘líderes’, ‘ungidos’ y ‘expertos’ que hacen sentir muy a gusto a los que se congregan. No predican todo el consejo de la Palabra de Dios, ni defienden el Evangelio de Jesucristo. Por ello, cobra inusitada actualidad la enseñanza del Apóstol Pablo a Timoteo:
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.” (04)
Timoteo estaba con Pablo cuando éste escribe a los Filipenses enseñando que la defensa del Evangelio - que es digna de padecimientos- contribuye a su confirmación y progreso:
“en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia (…) Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio (…) Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad (…) otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio (para que estéis) firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios.” (05)
Lo profetizado por Pablo se cumple; entre nosotros pululan oradores y escritores entrenados en teología que tienen la desdeñosa costumbre de tildar de ‘bibliólatras’ (06) a los llamados por Dios para la defensa del Evangelio. De todos modos, y aunque esto ya ocurra demasiado a menudo, que la verborragia de nadie engañe al prójimo: porque no todos los que aman la Palabra de Dios son ‘bibliólatras’, ni todos los teólogos ‘falsos maestros’.
Ayuda a posicionarnos frente a nuestros perseguidores contemporáneos el libro de Varetto que estamos compartiendo. Dice él de las persecuciones en los primeros siglos:
“Durante el imperio de Maximino de Tracia, que duró desde el año 235 al 238, volvieron a sentirse nuevas persecuciones, que pusieron a prueba la fe un tanto apagada de los discípulos del Señor. Maximino, hombre por naturaleza inclinado a actos de violencia, inició sus funciones gubernamentales haciendo condenar a muerte a varios cristianos prominentes. Pero esta persecución no llegó nunca a ser general, lo que permitía que los cristianos siempre pudiesen hallar un asilo algo seguro, ya en una parte, ya en otra del Imperio.
En Capadocia y en el Ponto, debido a calamidades públicas, como ser terremotos que devoraban ciudades enteras, hizo que los adversarios se mostrasen más encarnizados, y que el populacho interviniese con actos de violencia, pues todas las calamidades eran miradas como castigos de los dioses, a causa de la actitud hostil de los cristianos al culto idolátrico del paganismo. Aun los que parecían sabios, se unían con los demás al hacer estas acusaciones.
Fue en este tiempo cuando Orígenes escribió uno de sus tratados para alentar a los que sufrían en las cárceles, esperando el juicio y la ejecución. Sabía que muchos estaban tentados a sucumbir bajo el peso de la prueba, como en efecto sucumbieron aquellos que no estaban bien arraigados en la fe y esperanza de la vocación. El espiritual escritor les habla de la gloria del martirio, recordándoles el ejemplo de aquellos que en otro tiempo sufrieron por causa de su fe.
Después de un período de calma, bajo Felipe el Árabe, volvió a soplar el viento tempestuoso de la persecución bajo el emperador Decio, a mediados del siglo tercero. Siguiendo la misma política de Trajano y Marco Aurelio, quiso consolidar el tambaleante Imperio, asegurando las instituciones paganas y prohibiendo todo lo que les era contrario.
No creo - había dicho Orígenes - que la tranquilidad que ahora disfrutamos será de mucha duración. (07)
Cipriano (08) había visto, en visión, la persecución que se aproximaba. Era una nueva prueba que Dios permitiría sufrir a las iglesias para hacerlas entrar en un período de vida y actividad.
En Alejandría, Roma, Cartago y en otras partes, se dejaban oír voces elocuentes que llamaban al pueblo de Dios a una nueva consagración y a levantar bien alto el estandarte de la piedad. En Alejandría, los enemigos no esperaron el edicto oficial. Una turba se levantó contra los cristianos, y muchos fueron muertos sin que se les formase causa ni proceso. Ancianos y mujeres fueron sometidos a toda clase de tormentos e injurias.
Un creyente de edad muy avanzada, llamado Metras (09), y una frágil mujer llamada Quinta (10), sufrieron crueldades inauditas. El cuerpo de Quinta fue arrastrado hasta un templo pagano, y luego por otras calles de la ciudad, hasta que fue despedazado.
Una niña llamada Apolonia (11), quedó en pie frente a la hoguera, testificando de su fe en el Salvador. Las hordas enfurecidas entraban en las casas de los cristianos, despedazando y saqueando todo lo que hallaban.
Todavía no se habían calmado los alejandrinos cuando se publicó el terrible edicto de Decio, y la persecución se desencadenó en todo el Imperio, sin que quedase libre ni una sola provincia. Todos los cristianos, sin distinción, caían bajo los efectos del furioso anatema. Se ordenaba que, por medio de la tortura, las autoridades debieran procurar que todos abrazasen el paganismo, y es fácil suponer a qué punto los enemigos llevarían sus actos de crueldad, al verse armados con un decreto terminante de esta índole. Se señaló un día en el cual todos los que no hubiesen ofrecido sacrificios a los dioses, serían sometidos a la tortura.
Entre los cristianos reinaba el terror; y mientras muchos se disponían a sufrir valientemente, otros sucumbían ante la prueba y simulaban conformidad al decreto aterrador. El número de apóstatas fue mayor que en las anteriores persecuciones, debido a que los cristianos habían perdido mucho de su primitivo fervor; pero también se manifestaba el heroísmo en muchos que iban al martirio, más bien que verse envueltos en actos que no podían tener la aprobación del Señor. Cipriano podía escribir a éstos:
Habéis resistido con firmeza hasta el fin, bajo las pruebas más terribles. No habéis sucumbido bajo ninguna forma de tortura, pero las torturas sucumbieron bajo vuestra constancia.
En Roma, sufrió el martirio Fabián (12), obispo de esa ciudad. En Jerusalén, murió en la prisión el obispo Alejandro (13). En Antioquia, fue decapitado Babylas (14), junto con seis catecúmenos, a quienes vio triunfar en la muerte, uno tras otro. Cuando le tocó el turno a él, inclinó su cabeza exclamando: Aquí estoy Señor, yo y los hijos que me has dado.
En Éfeso, fueron muchos los que sufrieron, y el terror impulsó a no pocos a esconderse en las entrañas de la tierra. En Esmirna, fue doloroso ver al obispo apostatar, pero esto no impidió que Pionio (15) fuese fiel hasta la muerte, aun frente a ese ejemplo de cobardía.
En África, la persecución fue violenta. Los que podían huir, salían a los campos. Muchos de ellos murieron de hambre, sed y frío, sobre las montañas y en los desiertos. Muchos fueron muertos por los bandoleros que acechaban los caminos rurales. Los que no huyeron fueron objeto de toda clase de sufrimientos y torturas. No se tenía en cuenta ni el sexo ni la edad. Todos indistintamente eran sometidos a indecibles padecimientos. Algunos que sólo tenían unos quince años de edad fueron atormentados hasta morir. En muchos casos los soldados ejecutores se convertían al ver el valor de los mártires. Cuando cierto cristiano estaba testificando, y ya próximo a exhalar el último suspiro, bajo el peso de las torturas, los soldados le hicieron señas de que permaneciese fiel. En seguida se declararon cristianos, y también ellos fueron sometidos a la tortura, y murieron triunfalmente en la gracia del Señor.
En el año 251, Galo ocupó el trono imperial, y otra vez se oyó el grito: "¡Los cristianos a los leones!" Las hogueras que aun estaban humeando, fueron de nuevo encendidas. Esta vez, los llamados a confesar su fe se hallaban mejor preparados. La lección recibida en la persecución anterior les había sido altamente provechosa.
El año 252 se promulgó el sanguinario decreto, y los paganos se pusieron en acción. Pero no oiremos esta vez de lamentables apostasías ni de tristes derrotas. Las iglesias se presentan fuertes y llenas de un santo celo ganado en medio de las pruebas sufridas bajo Decio. ¡Cuántos de los que habían caído —dice Cipriano— se han levantado de nuevo para ser gloriosos confesores! Han permanecido firmes mostrando la fuerza que procede de las profundidades del arrepentimiento, demostrando que en su anterior debilidad habían sido tomados de sorpresa, y que se hallaron abatidos frente a la inesperada prueba. Habiendo vuelto de nuevo a la fe, y reunido fuerzas, están listos, en el nombre del Señor, para soportar toda clase de sufrimientos con constancia y coraje."
Quiera nuestro eterno Padre ayudarnos a recordar a estos fieles que - aún con errores – a la hora de dar razón de su fe no se aferraron a los bienes de la vida terrenal. Sus discursos no condenaban a sus verdugos sino al sistema corrupto y a las herejías que se oponían al Evangelio de Jesucristo. Murieron valiente y dignamente por no traicionar a su Señor, más de dos siglos después del Calvario. Hoy, dos milenios después, la cruz del Calvario nos llama a defender el Evangelio frente a los cultores de la posverdad. ¿Cómo estamos respondiendo?
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Notas
Ilustración: gentío en República Dominicana inaugurando el tan singular congreso ‘Es Tiempo: Olor a Triunfo’. ‘http://www.herreradigital.com/2015/03/miles-de-personas-en-apertura-del.html
01. http://protestantedigital.com/magacin/40402/Jesucristo_el_primer_reformador
02. Informe de ‘Puertas Abiertas’; https://www.puertasabiertas.org/
03. Sigla de la ‘Iglesia Católica Apostólica Romana’ gracias a la cual los cristianos son llamados ‘católicos’.
04. 2ª Timoteo 4:1-5.
05. Filipenses 1:7,12,16,17,27,28.
06. Vocablo despectivo que se aplica a los cristianos que adhieren la Biblia de manera excesiva.
07. Sobre él nos ocupamos extensamente en el artículo anterior: http://protestantedigital.com/magacin/41723/El_Cristo_de_la_Escritura_es_el_todo_y_en_todos
08. Tascio Cecilio Cipriano (200 – 258) nacido en Cartago, mártir.
09. Metras, o Metrano, fue lapidado después de crueles torturas, por negarse a insultar.
10. Quinta fue arrastrada viva, atada de pies y manos, por negarse a adorar los ídolos de los paganos.
11. Apolonia de Alejandría fue martirizada cruelmente; después de arrancarle todos sus dientes fue quemada viva en la hoguera. A algunos les pareció buena la idea de convertirla en patrona de la odontología.
12. En latín Fabianus (200-250) a quien la ICAR lo considera su vigésimo papa.
13. Nació en el siglo II y murió en prisión, en Jerusalén (250/1). Él permitió a Orígenes predicar sin ser ordenado.
14. Fue patriarca de Antioquía (237-253).
15. Fue martirizado en el 250 en la hoguera.
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