El trabajo es un mandamiento divino, en él desarrollamos los dones y las habilidades que hemos recibido, y debemos realizarlas como buenos administradores.
En esta vida casi todo el mundo tendemos a exagerar las cosas, y donde decimos 10 realmente queremos decir uno. Es difícil saber el motivo por el que tendemos a exagerar las cosas, si por miedo a la reacción de los otros, por vergüenza, por revalorizarnos o por cantidad de motivos que me sería difícil enumerar.
El tema es que en ocasiones la exageración se nos va de la mano y hay veces en las que se dicen cosas que son auténticas burradas. Para demostrarlo, relato algunas de las exageraciones que ya empezaron con “la noche mágica del Barça Club de Futbol”, cuando la noche del 8 de Marzo del 2017, remontó la derrota de la “noche trágica de París, al perder frente al París Saint Germain”.
Quiero recalcar de entrada, que me alegro de la victoria del Barcelona F.C. pese a que muchos sepan que soy “Blanco”, pero me sonrío con las exageraciones periodísticas de casi todos los medios de comunicación: “milagro en el Camp Nou”. “Noche para la Eternidad”. “Sergio Roberto –metió el último gol piececito milagroso”. “Messi, siendo la mitad, divino”. “Es la victoria de la Fe”.
“La noche más mágica” y para no seguir, un titular que no se lee en primeras páginas, pero es el que más me ha gustado: “el premio al trabajo”.
En cuanto a los titulares tan exagerados, coreados por más de 90.000 espectadores que no querían marcharse del Estadio, me digo “Desde el Corazón” que si los cristianos dijéramos –que deberíamos proclamarlo con voces de júbilo que el Evangelio es: divino, mágico, de eternidad y para eternidad, milagroso… ¿cómo nos retratarían los oyentes o lectores? y luego nos etiquetan de fanáticos. Pero vayamos a lo que más me ha gustado, “el premio al trabajo”: ser trabajador e industrioso trae su premio.
Gabriel y Galán, el eximio poeta español, le cantó al trabajo. Y le cantó como sabía hacerlo él, con rimas sonoras, con cadencias perfectas, con ritmos de flautas pastoriles y con acentos de alma grande. En su poema “Canto al trabajo” esculpe en una de sus veintitrés estrofas: “¡Señor! si abandonado/dejas al mundo a su primer pecado/y la sabia sentencia no fulminas/hubiéranse asentado/tumbas y cunas sobre muertas ruinas. Mas tu voz iracunda/fulminó la sentencia tremebunda/y por tocar en tus divinos labios/tornóse en ley fecunda/el rayo vengador de tus agravios”.
El poeta alude a la sentencia divina sobre Adán: “con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; y polvo eres, y al polvo volverás” y tiene razón al decir que por tocar los divinos labios, lo que parecía sentencia de muerte se cambió en dinámica de vida.
El trabajo es un mandamiento divino, en él desarrollamos los dones y las habilidades que hemos recibido, y debemos realizarlas como buenos administradores.
Por esta razón, en la ética cristiana del trabajo, a los ricos se les instruye y con razón, que también ellos deben trabajar aunque no lo necesiten para subsistir; después de todo, como buenos administradores trabajamos no sólo para nosotros mismos, sino como una función social, en el sentido de colaboración.
Ya dentro de las familias israelitas se esperaba que cada miembro contribuyera algo. Al hijo despilfarrador y borracho su padre lo podía llevar ante el tribunal.
Porque el trabajo, honrado y fecundo, bien hecho, mientras se canta es toda una fuerza cooperativista, redentora. El libro de Proverbios tiene algunas palabras dirigidas a los que no aman mucho el trabajo. Dice así: “ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir?; ¿cuándo te levantarás de tu sueño?, un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo; así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado”.
“Desde el Corazón” veo que la haraganería es más que una enfermedad psíquica o un vicio de la personalidad. Es un verdadero pecado. El hombre haragán o la mujer haragana, que no tienen ganas, ni ánimo, ni gusto para el trabajo, son enemigos de la sociedad, son una rémora en la civilización, son un lastre demasiado pesado para la familia o el país que ha de mantenerlos, con el buenismo de la caridad mal entendida.
Dios prescribió el trabajo para mejorar al hombre. Porque Dios puso al hombre en el Edén con el encargo de labrar la tierra y cultivar el jardín. No es un castigo el trabajo. Es un privilegio. El apóstol Pablo, que tenía una mente sumamente práctica mandaba a las Iglesias de su tiempo: “si alguno no quiere trabajar, tampoco coma”.
El hombre sano y joven, la mujer joven y sana, deben trabajar. Cada uno en su esfera, cada uno conforme a su fortaleza, oficio, profesión, saber hacer, deben trabajar. ¿Y saben por qué? porque Dios el Padre y Dios el Hijo, ambos trabajaron y trabajan para hacer la tierra feliz y al hombre dichoso… y aunque parezca frívolo y en una noche inolvidable para el fútbol del Barcelona, en palabras del entrenador Luis Enrique “hay premio al trabajo”.
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