¿En dónde, de qué modo, y a quienes llevamos el mensaje del Evangelio?
Hace unos cuantos días, un querido amigo compartió en un grupo de WhatsApp de coro, esta impresionante y preciosa canción en la espléndida voz de toda una Eliane Martins. Cuando la abrí y comencé a ver y a escuchar, todo mi ser se estremeció, me hizo llorar, y me desafió de un modo tremendo.
La canción es preciosa, pero lo que realmente me impactó fueron todas las imágenes. Sé demasiado bien que hay hermanos maravillosos que trabajan en este sentido, y realizan un trabajo realmente excepcional. Pero me tocó este vídeo, por algo con lo que muchos de nosotros venimos luchando desde hace mucho tiempo. ¿En dónde, de qué modo, y a quienes llevamos el mensaje del Evangelio?
¡Por supuesto! El primer modo de predicar el Evangelio, es que nuestra vida sea como una carta abierta en la que se lea a Cristo. Y hoy más que nunca, hay muchísimos modos de llevar la Palabra. Humildemente procuro, que todo mi trabajo para el Señor lleve ese sello, sea lo que sea que haga.
Pero hay algo que me preocupa demasiado, y es lo “agustito” que estamos metidos en nuestras propias iglesias, predicándonos a nosotros mismos y, perdonad la expresión, “engordando ovejas”. ¡Sí! ¡Ya lo sé! No es nada malo escuchar “la vieja historia” que nos bendice una y otra vez, nos encanta y nos hace disfrutar, incluso dice la Escritura que cada vez que tomamos la Santa Cena, la muerte del Señor anunciamos hasta que Él venga. Todo perfecto y bueno, disfrutamos con todo, y el Señor es tan fiel, que siempre puede haber adolescentes en una reunión de predicación del Evangelio, puede llegar alguien por la puerta… Pero la triste realidad hoy en España, y en la mayoría de los casos, no es esa, por mucho que nos encante escuchar repetida “la preciosa y vieja historia”.
He visto el vídeo muchas veces, y ha habido muchas cosas que me han tocado muy fuerte en el corazón. Primero comienzan a cantar unos jóvenes que entiendo que van de alguna Iglesia, con ganas y mucha fuerza, hasta que aparece Eliane y rompe con esa voz quebrada y maravillosa; entonces, se ve una realidad tremenda e impresionante…. Gente, diríamos muy baja según el mundo los miraría, drogadictos, prostitutas, gente de todas los modos y maneras, de diferentes razas, blancos, de más color, de mucho color…… Y mientras Eliane canta frases como… El Señor es Dios... Es el vencedor… Cantemos un himno de victoria… Más que vencedor….. Hay victoria en Él… No te hizo para estar así... Él te puede liberar… Deja que te moldee como un vaso nuevo en manos del alfarero… Quiere que seas feliz… Él es el vencedor…. ¡Gloria a Su nombre!…. Vemos a todo lo que muchos llamarían la escoria del mundo llorando, llorando al escuchar el gran mensaje de libertad, llorando de angustia, llorando de alegría, agarrando los barrotes de hierro de su cárcel, cerrando los ojos y deseando que todo eso que escuchan cantar mientras son ministrados, pueda llegar a ser una realidad en sus propias vidas. Sencillamente, casi se me terminan aquí las palabras.
¿Seríamos tú y yo capaces de evangelizar de ese modo? No estoy hablando de ir a la cárcel y solicitar un lugar donde predicar o cualquier otra cosa buena, que sería genial ¡Para nada! Me estoy refiriendo a ir a lo más bajo y sucio, a donde huele mal en todos los aspectos y TOCAR….¡ ¡TOCAR!.... ¡Estar en medio de todo eso! ¡Dar amor a los más necesitados!
Y luego viene la segunda parte, si alguien así entra por la puerta de la iglesia ¿Cómo nos desenvolvemos?
¡Ah, sí! Si se trata de alguien de color al estilo Sidney Poitier, educado, muy atractivo, bien vestido… ¡Faltaría más!
Si aparece por la puerta una bellísima mujer al estilo Marilyn Monroe, mmmmmmmm, a pesar de algunas cosas, tampoco creo que pasara mucho.
Y no digamos la alfombra roja que se le extendería a alguna preciosidad al estilo elegante de Audrey Hepburn.
Pero ¿Qué pasaría si apareciera por la puerta una prostituta oliendo a perfume barato, un drogadicto, un alcohólico que rezuma olor a aguardiente, o un “negrito” azulado de Camerún?
Dice el Evangelio:
“Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús y los sanó”
S. Mt. 15: 30
“Más cuando hagas banquete, llama a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos”
S. Lc. 14: 13.
Hoy siguen existiendo cojos, mancos, ciegos… De todo tipo, no sólo físicamente. Pues ellos son los que más nos necesitan ¿Qué estamos dispuestos a hacer?
Pido a Dios que nos llene de todo Su amor y misericordia, que todo Su ser lleno de Su espíritu nos sobreabunde hasta rebosar, para poder dar a quien lo necesite. Puesto que nosotros hemos recibido de Gracia ¡Demos de Gracia! Y toda la bendición del Eterno, será sobre nosotros. ¡Amén!
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