MacCulloch dice que para comprender la gestación de las ideas de Lutero es necesario adentrarse en el ambiente teológico prevaleciente en la época.
La que comentamos hoy es una obra maestra sobre la Reforma protestante. Me refiero a The Reformation, a History (Viking Penguin Group, New York, 2004), de Diarmaid MacCulloch, profesor de historia en la Universidad de Oxford, y miembro de la Royal Historical Society.
MacCulloch tiene en su haber como autor varios libros, entre ellos una biografía de Thomas Cranmer (1998), The Later Reformation in England (2001), The Boy King: Edward VI and the Protestante Reformation (2002) y su aclamado Christianity: The First Three Thousand Years (2010), que figuró en la lista del New York Times de libros más vendidos y alcanzó el reconocimiento como uno de los cien libros notables de 2010 por parte del influyente The New York Times Book Review.
El volumen tiene casi ochocientas páginas, en las que sale a relucir la erudición del autor. El periodo expuesto por MacCulloch inicia en 1490-1517, con la que llama la antigua Iglesia, y culmina con la consolidación del protestantismo y sus alcances territoriales hacia fines del siglo XVII. En el itinerario histórico por el cual el autor conduce a sus lectores y lectoras no nada más proporciona fechas y nombres, sino que ilustra los procesos y fuerzas sociales que conformaron la emergencia de teologías que retaron al catolicismo romano y le disputaron el predominio del imaginario colectivo en distintas partes de Europa.
La obra de MacCulloch es parecida a un gran mural, el cual es necesario ver panorámicamente pero también prestarle atención a los detalles, porque éstos contribuyen a tener una mejor vista del conjunto. Cada capítulo traza coloridamente la trama en que concurrieron los poderes de la época, quienes justificaban el entramado religioso/político/social, aquellos que lo cuestionaron y las repercusiones para la vida cotidiana de hombres y mujeres alcanzados, inevitablemente, por polémicas que inicialmente sólo le interesaron a las élites.
Antes de describir el significado de la disidencia de Martín Lutero, el autor expone las características de la Iglesia católica romana a fines del siglo XV y principios del XVI. Desglosa la enseñanza de ella sobre lo que era y cómo obtener la salvación. Apunta que el catolicismo romano tenía como pilares pedagógicos y de control sobre los creyentes a la misa y al purgatorio, pero también en la institución papal un supremo administrador de los bienes simbólicos de salvación. Paulatinamente dichos pilares comenzaron a resquebrajarse, lo que sucedió antes de que apareciera el profesor de la Universidad de Wittenberg con sus 95 tesis contra las indulgencias.
El peso del clericalismo sobre las sociedades europeas en los años iniciales del siglo XVI incidía sobre cada parte de la organización social, no nada más en el terreno religioso. Observa MacCulloch que el costo económico representado por el clero puede comprenderse si se tiene en cuenta que “más o menos un diez por ciento del total de la población en algunas de las ciudades del Santo Imperio Romano de la tardía Edad Media” eran clérigos. Esta realidad operó a favor de Lutero cuando él cuestionó el oneroso sistema clerical católico romano que demandaba crecientes aportes pecuniarios de la feligresía.
Para la primera década del siglo XVI ya estaba asentado el avance tecnológico de la imprenta que reproducía tantos ejemplares como se quisieran distribuir de una obra. La Biblia de Gutenberg, en su traducción latina conocida como la Vulgata, comenzó a circular en 1454-1455. A partir de entonces los interesados y con suficientes recursos para adquirir la Biblia, y otros libros de su interés, pudieron acceder en mayor número que nunca antes a ejemplares y propuestas de conocimiento imposibles de tener cuando la única manera de reproducir una obra era mediante el especializado y tardado trabajo de un copista.
En universidades y monasterios de Europa proliferaron lectores, quienes tuvieron una nueva herramienta en 1516, al ser publicado en griego el Nuevo Testamento editado por Erasmo de Rotterdam. Lutero se valió del trabajo de Erasmo para hacer la traducción del Nuevo Testamento al alemán. La lectura de la Biblia por parte de Martín Lutero, y su afán de traducirla para hacerla asequible al pueblo germano, así como similares esfuerzos por parte de otros reformadores en el siglo XVI, conduce a sopesar lo que resalta MacCulloch: “Bernard Cottret; biógrafo de Juan Calvino, ha observado que la proliferación de biblias creó la Reforma en lugar de que ésta haya creado a aquélla”. Incluso en el seno del catolicismo romano hubo esfuerzos como el del cardenal Cisneros, quien encargó a la Universidad de Alcalá editar una Biblia Políglota. De enero de 1514 a julio de 1517 fueron impresos los seis volúmenes de la Políglota. El Antiguo Testamento estaba compuesto por columnas en hebreo, griego de la Septuaginta, y latín de la Vulgata; el Nuevo Testamento contenía columnas en griego y el texto de la Vulgata. Adicionalmente ambos testamentos tenían interpretaciones doctrinales católicas en latín. La Biblia Políglota concluyó de imprimirse tres meses antes de que Lutero fijara sus 95 tesis
En el capítulo “Nuevo cielo: nueva tierra”, MacCulloch sigue la trayectoria de Lutero y el contexto social en el cual se forjó la personalidad de quien por crisis de conciencia decidió hacerse monje agustino. Advierte que para comprender la gestación de las ideas de Lutero es necesario adentrarse en el ambiente teológico prevaleciente en la época. Si bien es cierto, aduce, que el medio social y político incidió en la confección de la inconformidad de Lutero con el sistema católico romano, fueron sus descubrimientos bíblico teológicos los que le convencieron de confrontar al entramado doctrinal dominante. Considera MacCulloch que “la historia social o política no puede prescindir de la teología para entender el siglo XVI”.
El autor denomina al periodo 1517-1521 (que va de las 95 tesis a la comparecencia de Lutero en la Dieta de Worms) “Revolución accidental”, porque si las criticas de Lutero se fueron profundizando se debió a la cerrazón de las autoridades católico romanas, las que orillaron al teólogo germano a una ruptura no buscada al principio. Al respecto vale reproducir el considerando del teólogo suizo Hans Küng: “Todo el que haya estudiado esta historia no puede albergar dudas de que no fue el reformista Lutero, sino Roma, con su resistencia a las reformas –sus secuaces alemanes (especialmente Johannes Eck)–, la principal responsable de que la controversia sobre la salvación y la reflexión práctica de la Iglesia sobre el Evangelio se convirtiera rápidamente en una controversia diferente sobre la autoridad e infalibilidad del Papa y los concilios. A la vista de la cremación del reformista Jan Hus y de la prohibición del Concilio de Constanza de que el laicado bebiera del cáliz en la eucaristía, se trataba de una infalibilidad que Lutero no podía refrendar en modo alguno” (La Iglesia católica, Mondadori, Barcelona, 2002, p.168).
MacCulloch primero se ocupa de cómo se desarrolló la que llama “Revolución accidental”, después hace una pregunta: “¿La Revolución de quién?” Una vez que Lutero hizo frente a las autoridades religiosas y políticas que confluyeron en Worms, el autor de la obra que comento describe las acciones emprendidas por el teólogo germano que fortalecieron la lid por construir una alternativa libre del dominio del sistema papal. La publicación en 1522 de la traducción del Nuevo Testamento que hizo del griego al alemán potenció la gesta de Lutero, ya que el pueblo pudo leerlo, o escuchar la lectura, y esto le atrajo simpatías a su causa. El ex monje agustino tuvo el genio de usar otras herramientas pedagógicas para difundir sus convicciones, fue prolífico en escribir folletos y/o hojas volantes de fácil y amplia distribución. También echó mano de himnos, que mostraron su eficacia al hacerse populares y ser memorizados por la feligresía que se agolpaba en los lugares donde predicaban Lutero, condiscípulos y discípulos. Apunta MacCulloch que una colección de himnos “luteranos” fue publicada por primera vez en Wittenberg y Augsburgo en 1524. La de Lutero no fue nada más una revolución en las élites, también tuvo reverberaciones en la gente común que se apropió del mensaje y lo expandió.
La reseña del libro de Diarmaid MacCulloch espero y deseo continuarla en la entrega de la semana próxima.
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